Yemen: una catástrofe humanitaria y un Estado fallido
La guerra en Yemen ha generado uno de los mayores desastres humanitarios a nivel global; entre el 70% y el 80% de la población necesita ayuda humanitaria y más de la mitad de sus 26 millones de habitantes están amenazados por la inseguridad alimentaria. Las hostilidades que estaban originalmente localizadas han escalado hasta convertirse en una guerra generalizada desde marzo de 2015, cuando una coalición liderada por Arabia Saudí intervino en defensa del gobierno del presidente Abd Mansur al Hadi, que contaba con el reconocimiento internacional, contra una alianza de milicias huzíes y combatientes alineados con el anterior presidente Ali Abdalá Saleh. El conflicto ha fragmentado un Estado que ya era débil, ha destruido las exiguas infraestructuras del país y ha abierto vastas oportunidades para que Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA) y el Estado Islámico (EI) se hagan más fuertes y ganen territorio.
La continuidad de la lucha, especialmente el intento de la coalición saudí de capturar el puerto de Hodeida, en el mar Rojo (el principal sustento económico del norte de Yemen), los asfixiantes bloqueos y las acciones unilaterales (como el traslado del Banco Central de Saná a Adén) agudizarán las divisiones internas entre yemeníes y aumentarán el riesgo de hambruna. Cabe esperar una expansión del conflicto por la región a través de mayores flujos de refugiados, mayores niveles de violencia por parte de AQPA y del EI fuera de Yemen, y más ataques tanto de las fuerzas huzíes como de los simpatizantes del expresidente Saleh dentro de Arabia Saudí. La permanencia del conflicto avivará las tensiones entre Arabia Saudí e Irán, que a su vez suponen un factor coadyuvante en otros conflictos de la región. Los esfuerzos internacionales para presionar hacia un alto el fuego entre las partes han sido insuficientes. Por su parte, la escasa atención mediática tampoco ha ayudado.
Acercamientos internacionales del todo incoherentes
Las posturas que en particular han mantenido Estados Unidos y Reino Unido hacia el conflicto han sido difusas y confusas. Han apoyado los esfuerzos de Naciones Unidas para poner fin al conflicto, pero al mismo tiempo han continuado abasteciendo de armas a Arabia Saudí, a pesar de las pruebas de sus repetidas violaciones de las leyes de guerra. En abril de 2015, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 2216, un documento que en esencia hizo un llamamiento a las alianzas huzíes y a los allegados al expresidente Saleh para su rendición. La resolución ha sido utilizada por el gobierno yemení y por la coalición saudí para obstruir los esfuerzos encaminados hacia la paz.
En agosto de 2016, una iniciativa propuesta por el entonces secretario de Estado de EEUU, John Kerry, que buscaba reavivar el proceso de paz demostró ser vaga y tardía. Sin embargo, si bien expuso la incapacidad de la administración de Barack Obama para involucrar a Arabia Saudí, presentó una solución más equilibrada. Los esfuerzos diplomáticos actuales liderados por la ONU son complicados dadas las incertidumbres que rodean la posición de la administración de Donald Trump. Esta parece favorecer una acción militar más agresiva contra AQPA y posiblemente contra los huzíes, a quienes presumiblemente contempla como representantes iraníes, en detrimento de una postergación o relegación de las negociaciones de paz. Para más inri, tras tres infructuosas rondas de diálogos para la paz y múltiples altos el fuego fallidos, la ONU ha perdido toda credibilidad entre las partes, especialmente entre el bloque huzí y el simpatizante a Saleh, quienes perciben en la mediación de la organización claro sesgo hacia Arabia Saudí.
El potencial de la Unión Europa para construir la paz
La UE –a través de su delegación en Yemen y en coordinación con Bruselas– está sobradamente cualificada para ayudar en la reconstrucción de la credibilidad de los diálogos bajo patrocinio de la ONU, y para empujar a las partes hacia un alto el fuego y un acuerdo. A lo largo del conflicto, ha sido un defensor constante del cese de hostilidades y de lograr una solución política bajo los auspicios de la ONU. La posición europea no está en entredicho al no haber tenido una participación activa o un apoyo partidario en la guerra. Esta neutralidad de la UE, a pesar de las posiciones bilaterales de Reino Unido y Francia en apoyo a la campaña militar de la coalición liderada por Arabia Saudí, ha permitido mantener la credibilidad y el contacto con las principales partes beligerantes, incluyendo los huzíes. La delegación europea en Yemen ha hecho grandes esfuerzos para que los huzíes se involucren en el proceso de paz liderado por la ONU. La delegación europea y la alta representante de la UE para la Política Exterior, Federica Mogherini, entre otros actores de la Unión, han llamado consistentemente la atención hacia las peligrosas acciones unilaterales de las partes, condenando los crímenes de guerra y proveyendo de apoyo técnico a los comités de seguimiento del alto al fuego de la ONU.
En 2017, la UE y sus Estados podría profundizar en esos esfuerzos, centrándose en dos prioridades: primera, asegurar un alto el fuego duradero y un acuerdo político que ponga fin al conflicto; segunda, mitigar el agravamiento de la crisis humanitaria.
Dar término a la guerra requerirá una estrategia dual: en primer lugar, garantizar la sostenibilidad de un alto el fuego y un acuerdo de paz respaldados por la ONU que logre poner fin a la intervención militar de saudí, abordando sus intereses de seguridad y permitiéndole una salida que salvaguarde su reputación; y en segundo lugar, lanzar una serie de negociaciones inclusivas entre yemeníes, patrocinadas por la ONU, para trazar el futuro político del país. Para conseguir el alto el fuego, la UE, haciendo uso de su credibilidad entre los huzíes y los bandos fieles a Saleh, y de forma coordinada con Reino Unido y Francia –ante los cuales Arabia Saudí puede mostrarse particularmente receptiva, debido al apoyo militar que ha obtenido de ambos– debería incentivar las negociaciones por canales extraoficiales entre las partes con el objetivo de establecer los cimientos de un acuerdo respaldado por la ONU.
Además, Reino Unido y Francia deberían hacer esfuerzos adicionales para sacar adelante una resolución del Consejo de Seguridad haciendo un llamamiento urgente para un alto el fuego inmediato, tanto dentro de Yemen como a lo largo de la frontera con Arabia Saudí, especificando los parámetros de una solución concertada consistente con la hoja de ruta de la ONU y que implique concesiones por todas las partes implicadas. También deberían limitar la venta de armas a Riad expresa y exclusivamente para acciones de defensa (incluyendo la defensa del territorio saudí de los ataques transfronterizos por fuerzas huzíes y leales a Saleh) y condicionalmente para fines ofensivos una vez se obtenga el compromiso expreso de Riad para el alto el fuego.
A fin de promocionar un acuerdo sostenible, la UE y sus Estados miembros deberían priorizar negociaciones amplias e inclusivas entre yemeníes sobre las cuestiones no resueltas, especialmente hacia la descentralización y el estatus del Sur. Podrían trabajar hacia esas negociaciones a través de iniciativas “de segunda vía” y del involucramiento diplomático constante con actores más allá del gobierno de Hadi y del bloque huzí o leal a Saleh, incluyendo al partido islamista suní Islah, a los separatistas del Sur, a los grupos tribales, a los salafistas y a organizaciones de la sociedad civil, entre ellas los grupos de mujeres.
Incrementar la ayuda humanitaria y defender el Derecho Internacional
La UE y sus Estados miembros deberían continuar sus esfuerzos para mitigar el coste humanitario de la guerra y evitar un mayor deterioro. En particular, deberían disuadir, tanto de manera privada como pública, a la coalición liderada por Arabia Saudí de intentar capturar Hodeida, una acción que empeoraría la crisis humanitaria y entorpecería las posibilidades de un acuerdo negociado. En un plano más general, deberían hacer un llamamiento a esa misma coalición para relajar sus bloqueos aéreos y marítimos sobre zonas controladas por los grupos huzíes y aquellos fieles a Saleh (incluyendo el permiso de vuelos civiles entrantes y salientes de Saná, la capital), y a su vez realizar otro llamamiento a los huzíes para que levanten su bloqueo en Taiz. En cualquier caso, deben lograr que las partes que ejercen los bloqueos permitan, al menos, la libre circulación de ayuda humanitaria, bienes comerciales y civiles. Por otra parte, deberían alentar un acuerdo entre los bandos enfrentados yemeníes para facilitar un funcionamiento básico del Banco Central en el país, que incluya especialmente el pago de salarios públicos y la capacidad de asegurar las cartas de crédito de los importadores de productos alimentarios esenciales.
Para concluir, la UE y sus Estados miembros deberían, con una sola voz, condenar explícita y contundentemente las violaciones de derechos humanos y del Derecho Internacional por todas las partes implicadas. Deberían ejercer una presión diplomática desde una postura conjunta y, cuando sea necesario, amenazar con el cese total de la venta de armas. La UE podría ir un paso más allá incluso, fomentando una investigación independiente en terreno sobre las alegaciones de estas violaciones. La falta de rendición de cuentas genera impunidad, un elemento clave en la escalada del conflicto. A pesar de existir divisiones internas dentro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, incluso entre miembros de la UE, se logrará un mayor impacto en este punto si se focalizan los esfuerzos europeos en promocionar un alto el fuego. Finalmente, sin embargo, un acuerdo duradero necesitará la inclusión de mecanismos que abarquen desde justicia transicional hasta rendición de cuentas.
Política Exterior publica en español la serie «Watch List 2017» («Zonas Calientes 2017») elaborada por Crisis Group para alertar de las amenazas actuales a la paz y estabilidad internacionales. Se analizan los conflictos en la cuenca del Lago Chad, Libia, Myanmar, Nagorno Karabaj, Sahel, Somalia, Siria, Turquía, Venezuela y Yemen.