Somalia cuenta al fin con un nuevo liderazgo, pero se enfrenta a una multitud de problemas que llevan asentados largo tiempo en el país, impidiendo su avance. El camino que tome este año dependerá en particular de cómo maneje el nuevo gobierno federal las consecuencias de un proceso electoral fraudulento y caótico y las numerosas amenazas para la seguridad. Si no se tratan debidamente, su combinación con otros retos y amenazas –como la financiación ilícita desde el exterior por parte de algunos políticos, las diversas opiniones sobre las relaciones regionales e internacionales del país y los constantes enfrentamientos entre clanes– permitirá que los actores armados, Al Shabaab y el emergente Estado Islámico incluidos, continúen operando y expandiéndose por el país.
El día después de unas elecciones divisorias
El gobierno y los estados federales han pasado por un proceso de elección caótico, aplazado en numerosas ocasiones, además de divisorio, hasta seleccionar a un nuevo presidente y las dos cámaras del Parlamento. El recién electo presidente, Mohamed Abdullahi Farmajo, ha conseguido una estabilidad y un apoyo entre los clanes sin precedentes, pero las expectativas están altas y una reacción violenta en su contra es probable, a no ser que consiga con cierta rapidez cumplir su promesa de reconstruir las fuerzas de seguridad y las instituciones estatales, combatir la corrupción y unificar el país. Es más, la intención de Farmajo de reformar la política exterior somalí podría ser un elemento desestabilizador tanto para el país como para la región. Su victoria se debe en parte a su imagen como ferviente nacionalista, contrario a la injerencia extranjera, pero necesitará mucha habilidad para moverse entre las complicadas políticas regionales y reducir los niveles de ansiedad de sus poderosos vecinos. La Unión Africana y otros actores internacionales necesitan ser conscientes del potencial desestabilizador del resurgimiento de un nacionalismo somalí, en este caso a través de la figura de Farmajo, y fomentar una diplomacia discreta entre Somalia y sus vecinos que promueva el diálogo y la adaptación.
Los comicios, al desarrollarse de forma indirecta, constituyeron un paso positivo hacia la representación de los clanes, preparando el camino hacia las elecciones directas. Pero la falta de transparencia y rendición de cuentas entre los órganos electorales ha minado considerablemente la legitimidad del proceso, y por tanto ha incrementado las posibilidades de una impugnación de los resultados. Existen denuncias fundamentadas de apoyo financiero hacia los candidatos por parte de otros Estados (mayormente del Golfo). La constitución del nuevo Parlamento ha mejorado a respecto de paridad de género, pero la proporción de mujeres sigue muy lejos de la cuota del 30%.
Conflictos externos e internos de los estados federados
Farmajo tiene por delante el reto de navegar por la disfuncionalidad del sistema político somalí, incluyendo su controvertido proyecto federal. La falta de políticas de consenso o de marcos de acción para hacer frente a las controversias entre los estados miembros federados o entre ellos y el gobierno central hace la empresa especialmente complicada. La controversia entre estados federados más irresoluble es aquella entre la administración interina de Galmudug y Puntlandia por la reivindicación de la ciudad de Galcaio, asentada en la frontera entre ambos. En noviembre y diciembre de 2016 se produjeron una serie de enfrentamientos que dejaron cientos de muertos y miles de desplazados. Las tensiones se calmaron con el alto al fuego a finales de diciembre, pero los niveles de violencia dan muestra de la ferocidad que caracteriza a los clanes en su competición por el control del territorio.
Las disputas dentro de los estados federados también obstaculizan los esfuerzos por reconstruir el país. El 10 de enero, parlamentarios locales del estado de Galmudug aprobaron una moción de censura contra el presidente de la administración interina, Abdikarim Guled, rechazada por este porque no llegaba a la mayoría de dos tercios requerida y porque fue aprobada mientras el Parlamento estaba cerrado. La administración interina también encuentra muchas resistencias por parte de la milicia sufí anti-Al Shabaab, Ahlu Sunna Wal Jama, que mantiene el control sobre la capital del estado Galmudug, Dhusamareeb.
En Somalilandia, que no reconoce la autoridad del gobierno federal, las elecciones programadas para marzo de 2017 se aplazaron hasta octubre, por la sequía que padecía el territorio. Debido al recrudecimiento significativo de las tensiones entre clanes, el proceso podría presentarse más violento que en el pasado.
Al Shabbab se adapta, el Estado Islámico busca un punto de apoyo
Al Shabaab continúa su resistencia y lanza ataques contra blancos civiles y militares por todo el país, especialmente en el protegido centro de Mogadiscio. A pesar de estar debilitado, se ha adaptado bien a las contingencias y se ha convertido en un actor versátil, utilizando tanto tácticas de guerrilla urbana como rural. Una estrategia contra-insurgente efectiva requerirá acciones concertadas tanto por actores militares como civiles. Los ataques aéreos y operaciones terrestres llevabas a cabo por fuerzas estadounidenses han deteriorado la fuerza militar del grupo y eliminado a figuras de perfil elevado dentro de su jerarquía, pero no constituyen una solución a largo plazo.
Al Shabaab mantiene sus posiciones en el sur y el centro del territorio, pero el descontento se extiende entre la población, especialmente en el valle de Juba, donde la recaudación coercitiva del impuesto zakat ha irritado a los residentes. En las regiones céntricas del Medio Shabelle e Hiraan, las milicias locales se han movilizado y han tenido cierto éxito trastocando las operaciones de Al Shabaab. El serio problema de fragmentación existente entre los clanes de Somalia hace imposible su organización para una revuelta a mayor escala. Algunos clanes podrían aliarse para combatir a Al Shabaab, pero se tendría que andar con pies de plomo, pues armar a los clanes indiscriminadamente podría acarrear una mayor inestabilidad.
La emergencia del Estado Islámico tras el juramento de lealtad al grupo por parte de uno de los líderes espirituales de Al Shabaab en octubre de 2015, supone una amenaza añadida para la estabilidad regional. A pesar de los esfuerzos tanto por parte de Al Shabaab como del gobierno por aislar a las facciones simpatizantes del Estados Islámico en el sur y el centro, este tomó el control de Qandala, en el golfo de Aden de Puntlandia, al norte del país, en octubre de 2016. La administración de Puntlandia defiende haber expulsado al Estado Islámico de la ciudad, pero los militares siguen controlando su periferia. Si bien el grupo terrorista ha fallado hasta el momento en su intento de romper el vínculo entre Al Shabaab y Al Qaeda, la facción local intentará en los próximos meses aprovecharse de las debilidades internas del primero para ganar influencia.
Las grietas de las fuerzas de seguridad benefician a Al Shabaab
El ejército nacional de Somalia ve minadas sus fuerzas por las constantes luchas internas a razón de los puestos de control, donde los soldados pueden extorsionar a civiles para conseguir dinero. Esta situación ha dado a Al Shabaab la posibilidad de retomar territorios, los más recientes Buulo Gaduud en el suroeste y War-Sheekh en el sureste, el 7 de enero. Una ola de deserciones dentro del ejército hacia Al Shabaab, atraída por la riqueza del grupo y por su promesa de no asesinar a los desertores, ha impulsado los números y la moral de los yihadistas.
Salvo que el gobierno de Somalia aumente la prioridad de la reforma de las fuerzas de seguridad, cualquier iniciativa externa para colaborar en este campo fallará. Los niveles de corrupción –las más altas globalmente, de acuerdo al ranking de Transparencia International de 2016– no solo ponen en tela de juicio las prioridades de las autoridades, sino que aumentan la inseguridad. La reforma militar no necesita vaciar el erario público, pero sí recabar el compromiso de las tropas: grupos cargados de motivación como el Ahlu Sunna Wal Jama han demostrado que, pese a contar con un apoyo externo muy limitado, Al Shabaab puede ser derrotado.
La Misión de la Unión Africana en Somalia (Amison) ha tenido una serie significativa de éxitos contra Al Shabaab, pero le cuesta muchísimo esfuerzo luchar en una guerra no convencional, para la cual se encuentra insuficientemente preparada y sin los recursos adecuados. El fracaso, tanto del ejército nacional como del gobierno federal a la hora de asegurar y gobernar las áreas liberadas por Amisom ha socavado la moral de los cascos azules y ha llevado al abandono, en los últimos dos años, de tropas colaboradoras de otros países. Una retirada abrupta tendría efectos desastrosos, pero Amisom debe empezar a contemplar las opciones para ceder la responsabilidad progresivamente a las tropas somalíes.
El comandante de la Amisom, Osman Noor Soubagleh, en Baidoa, Somalia, el 19 de febrero de 2017. Fuente: Amisom.
Apoyo a las autoridades centrales y a la reconciliación entre clanes
Para ayudar a estabilizar la arena política de Somalia y reducir la violencia, la Unión Europea y sus Estados miembros deberían continuar alentando al gobierno federal a priorizar un proceso de reconciliación nacional que parta desde las bases, y una búsqueda de un arreglo político estable y duradero entre y con los estados federados miembros. En paralelo, los estados federados, apoyados por el gobierno federal, deberían lanzar sus propias operaciones para reconciliar a los clanes de sus territorios y hacer más inclusivos los gobiernos locales. La UE y sus Estados miembros deberían acompañar este proceso, cambiando la estrategia de un apoyo al gobierno federal hacia las administraciones estatales y empoderar su papel dentro de las reconciliaciones entre clanes y dentro de los clanes, ayudando también a reforzar las fuerzas de seguridad locales.
Si la gobernanza regional permanece débil y los clanes enemistados, habrá probablemente más conflicto, lo que puede ser aprovechado de manera eficaz por Al Shabaab. Los donantes internacionales –incluyendo a la UE vía su Misión de Entrenamiento (EUTM Somalia, por sus siglas en inglés)– deberían adoptar una estrategia descentralizada para canalizar su apoyo a la contrainsurgencia –un apoyo hoy centrado de manera abrumadora en Mogadiscio– a través de un incremento en la financiación hacia las fuerzas de seguridad de los estados federales y hacia estructuras de coordinación.
La UE, que ha reducido recientemente su financiación para Amisom en un 20%, debería mantener los niveles actuales mientras asiste a la Unión Africana a la hora de buscar financiación adicional por parte de otros donantes. También debería llegar a un acuerdo con la UA y la ONU sobre una estructura de seguridad nueva, más viable. Por último, debería ayudar a la UA a trabajar en una cooperación más estrecha con las fuerzas de seguridad estatales, al tiempo que planea una estrategia de salida creíble.
Política Exterior publica en español la serie «Watch List 2017» («Zonas Calientes 2017») elaborada por Crisis Group para alertar de las amenazas actuales a la paz y estabilidad internacionales. Se analizan los conflictos en la cuenca del Lago Chad, Libia, Myanmar, Nagorno Karabaj, Sahel, Somalia, Siria, Turquía, Venezuela y Yemen.