¿Vuelta a la normalidad en Austria?

Marcos Suárez Sipmann
 |  25 de mayo de 2016

Austria se ha convertido en el primer país del mundo cuya jefatura del Estado es ocupada por un ecologista. Y por elección directa. Pero el precio ha sido muy alto: Alexander Van der Bellen ganó por un exiguo margen al ultraderechista Norbert Hofer. Susto y preocupación en Viena como en Bruselas.

La disparidad de los contendientes, en las antípodas ideológicas, refleja la fractura política y polarización social. Moderación y apertura a los refugiados del ya presidente –hijo de padre ruso y madre estonia huidos de la URSS– se contraponen a la xenofobia y discurso anti-inmigración de Hofer. Defensa de una Unión Europea fuerte y federalista del ex líder del pequeño grupo Los Verdes, que se presentó como independiente, frente al euroescepticismo del candidato del nacionalista Partido de la Libertad de Austria (FPÖ).

¿Es el del FPÖ –partido más asentado que otros similares en Europa– un ejemplo característico de extrema derecha? En muchas cuestiones, sí. Política contraria a la integración. En seguridad exige más control. Reclama una policía y un Ejército más fuertes. Reivindica límites muy estrictos sobre migración y refugiados. Su éxito también se basa en adoptar consignas de la izquierda populista. Por ejemplo, en lo referente a las prestaciones sociales que deben ser sufragadas por el Estado.

Es preciso señalar que lo ocurrido muestra asimismo el factor que une al electorado por encima de la división. Durante décadas, Austria ha sido gobernada por conservadores y socialdemócratas. Ambas formaciones se han desprestigiado. En los próximos comicios legislativos previstos para otoño de 2018 es casi seguro que carecerán de mayoría para una coalición.

Van der Bellen y Hofer se beneficiaron del desgaste de los partidos tradicionales que no han emprendido reformas necesarias. No ha habido respuestas satisfactorias en cuanto a recuperación económica con el descontento de las clases medias. No se combate el paro que, bajo en comparación con otros Estados, va en constante aumento.

Añade incertidumbre la mal gestionada crisis de los refugiados que ha sido junto a la economía el eje central de la campaña. En un principio, el gobierno se alineó con la política de apertura e integración liderada por Angela Merkel. Meses después protagonizó un giro inesperado a posiciones más duras ante la llegada de refugiados – 90.000 pidieron asilo en 2015. Viena se sumó al cierre de fronteras y estableció restricciones a la política de asilo. El cambio de posición fue un error resultado del temor a la competencia del partido nacionalista de Hofer. El populismo se apuntó el tanto y ha seguido sumando apoyos. Sin embargo, los que apoyan al ejecutivo de la gran coalición –sobre todo los socialdemócratas– consideran el endurecimiento de la política migratoria como una traición a sus principios.

Euroescépticos, islamófobos y xenófobos han apoyado masivamente al FPÖ, que aprovechará el apoyo recibido para llegar al poder. Tercera fuerza parlamentaria en la actualidad, tiene según las encuestas la mayor aceptación y sería el partido más votado. Hofer ya ha advertido que un político del FPÖ deberá asumir la jefatura del gobierno.

 

Margen de confianza, a pesar de todo

El nuevo canciller socialdemócrata, Christian Kern (tras la dimisión de su antecesor hace dos semanas), siente la presión. Parece haber entendido el mensaje y apuesta por un renovado estilo de gobernar, en forma y en contenido. Su primera decisión ha sido remodelar el ejecutivo con la entrada de caras nuevas para los ministerios de Educación, Infraestructura y Cultura. Para reactivar la economía ha propuesto un “nuevo pacto” que combine reformas sociales y medidas de incentivación de la economía, un plan a corto, medio y largo plazo que devuelva a empresarios y ciudadanos la confianza perdida.

La mayoría de la población ha optado por expresar su disconformidad con lo que no quieren. Hasta un 80% está irritado y decepcionado ante la parálisis gubernamental. Clientelismo y falsos compromisos para mantenerse en el poder. Se confirmó un amplio voto de rechazo al establishment político. Lo curioso, y esto es una buena noticia para Kern, es que no hay petición de elecciones anticipadas y existe un margen de confianza para su nueva dinámica.

Una tarea fundamental –si bien con la llegada de la calma tras la tempestad quizá intente posponerse– es una definición concisa de las competencias del presidente federal. La Constitución concede márgenes para una interpretación “más activa” de atribuciones. Hofer, por ejemplo, había avisado que podría destituir al ejecutivo si “no avanzaba”. Van der Bellen, por su parte, afirma en su primera entrevista que se negará a encargar formación de gobierno al FPÖ, ya que la Carta Magna le otorga esa potestad sin obligación expresa de optar por el líder del partido más votado. Una aseveración poco acertada en estos momentos, cuando es prioritario la conciliación y el diálogo para restañar heridas.

Otro asunto controvertido es su promesa de no firmar el TTIP, el futuro tratado transatlántico de libre comercio e inversiones entre Estados Unidos y la UE, incluso si fuese aprobado en el Parlamento. Austria es el país europeo con el mayor rechazo al TTIP, un tratado que, desde luego, dista de ser una panacea. Aspecto diferente es que el fuerte Mittelstand orientado a la exportación se beneficiaría del libre comercio. Es algo que compete más bien al gobierno. Político honesto, Van der Bellen representará Austria en el exterior dignamente. En el interior mediará entre las fuerzas políticas. En cualquier caso, las reglas de juego tienen que ser claras y no es de recibo que dependan de las intenciones de los candidatos de turno.

En la UE, sin duda, hay alivio aunque se sabe que la derrota de Hofer no frenará el auge de los radicalismos en el bloque. Al menos se ha evitado el espaldarazo que hubiera supuesto la victoria del FPÖ para quienes promueven la salida de Reino Unido de la Unión. Hay que encontrar e implementar con urgencia políticas comunes eficaces, muy especialmente en el asunto migratorio, que da alas a los populistas.

El terremoto político que ha supuesto esta advertencia ha sido demasiado grande a todos los niveles como para que las cosas sigan igual.

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