Hacia unas elecciones democráticas en Burundi.
François Grignon (director del Programa de África de International Crisis Group).
Burundi escapó de una guerra civil y años de terror. Hoy se supone que vive en democracia, pero eso está por verse. Ante las próximas elecciones de mayo, y con el panorama de violencia política que asuela el país, parece imposible que éstas se celebren pacíficamente y bajo el paraguas de la democracia.
Las elecciones regionales previstas entre mayo y septiembre están en peligro. Pero sobre todo, son los avances políticos conseguidos hasta ahora los que penden de un hilo. Los derechos civiles se violan diariamente. Y es el partido gobernante, el Consejo Nacional para la Defensa de la Democracia-Fuerzas para la Defensa de la Democracia (CNDD-FDD), el responsable directo de que las aberraciones que se comenten en Burundi. En la vida política de un país democrático éstas violaciones no tienen cabida, pero en Burundi, que se reconoce a sí mismo como Estado democrático, dichas acciones están a la orden del día.
El CNDD-FDD está tratando de “quitarse de en medio a la oposición”. Intrigas políticas e intimidación a través de la policía nacional son las dos herramientas de su política electoral: la policía acosa diariamente a la sociedad civil, arremete contra los medios de comunicación para que no se expresen libremente y ataca a la oposición para que no pueda actuar en la democracia. Aquéllos ciudadanos que se atreven a denunciar las tendencias autoritarias de los que están en el poder son víctimas de la la intimidación y el acoso.
Para hacernos una idea de la situación actual, hay que destacar la labor de los jóvenes politizados. Y es que grupos de jóvenes extremistas liderados por el CNDD-FDD salen diariamente a las calles en Burundi entonando cánticos de guerra y empleando la violencia contra la oposición. Ésta tampoco se queda atrás y azota a sus jóvenes masas, los rebeldes de las Fuerzas de Liberación Nacional (FNL) y el Frente para la Democracia en Burundi (Frodebu), para que se “defiendan” de la ferocidad de sus oponentes. Ante esta situación, sólo existen dos opciones: estar a favor del gobierno o en contra. La segunda no es la más adecuada para vivir en paz.
En las próximas elecciones, el presidente Pierre Nkurunziza, del CNDD-FDD, cuenta con una serie de factores que le podrían dar la victoria: altísima popularidad en las zonas rurales, ventajas financieras y logísticas al estar en el poder y control de las instituciones del Estado. Su fuerza es muy superior y se encuentra en posición todavía este partido podría perder su mayoría en el Parlamento y su dominio sobre las administraciones provinciales. Así que vería materializada su más profunda pesadilla: formar un gobierno de coalición.
En cualquier caso, la oposición no se muestra fortalecida. No cuenta con una estrategia definida para las elecciones, ni ha presentado las claves de su programa electoral. Lo único que ha hecho ha sido acusar a los líderes del gobierno por presunta corrupción. Pero, sólo con acusaciones no se ganan las votaciones.
La fuerte escalada del terror en los últimos meses va a dar al traste con la credibilidad del sufragio electoral en el país, poniendo en peligro sus frágiles instituciones democráticas. Por eso, es necesario crear un proceso estructurado y libre de crímenes, donde todos cumplan con un papel determinado. Principalmente, los partidos políticos, que si no quieren convertir su país en un polvorín, deberían abstenerse de provocaciones verbales y de cualquier otro tipo de acciones ilegales.
No vale con esconderse detrás de los demás. Cada sector social tiene un papel específico en el proceso electoral. La sociedad civil tiene que exigir la creación de mecanismos de observación eficientes que eviten la violencia. Los medios de comunicación, en lugar de callarse, han de informar de los incidentes. Los países de la iniciativa regional sobre Burundi –Uganda, Tanzania y Ruanda– deben incrementar los esfuerzos para mejorar la formación y las operaciones de la policía nacional.
También los socios internacionales tienen que apoyar a las fuerzas políticas de Burundi y evitar que la violencia electoral suma al país en una crisis política descomunal. Enviar un representante regional que ayude a organizar la celebración de las elecciones sería una buena solución. Tendría que coordinar la participación internacional, facilitar la resolución de los conflictos políticos, observar la integridad del proceso de votación, denunciar los delitos y, en cooperación con el gobierno– crear una policía regional que vele por la seguridad electoral.
En el país centroafricano impera la ley de la violencia. Y todos sabemos que a la violencia se responde con violencia. Por ello, es preciso seguir muy de cerca los preparativos de las elecciones en Burundi. El país dejó atrás años de terror y ha luchado por la paz. Ahora le toca abogar por la democracia.