Imagen tomada desde el lado griego de la frontera entre Grecia y Turquía que muestra a los inmigrantes que esperan en el lado turco el 2 de marzo de 2020 / SAKIS MITROLIDIS/GETTY

La vergüenza de Europa y la OTAN por Siria y Turquía

Judy Dempsey
 |  12 de marzo de 2020

En vez de que la Unión Europea logre convertirse en un actor serio en política exterior, Turquía y la guerra en Siria están debilitando tanto su credibilidad como la de la OTAN, mientras el sufrimiento continúa en Idlib.

A lo mejor Annegret Kramp-Karrenbauer tenía razón. En octubre de 2019, la ministra de defensa alemana sugirió la creación de una zona de seguridad controlada internacionalmente a lo largo de la frontera entre Turquía y Siria, liderada por la OTAN. La franja habría proporcionado algún tipo de refugio seguro y abordado algunas de las preocupaciones de seguridad de Turquía.

Nada salió de sus propuestas, educadamente escuchadas por la OTAN y la UE y posteriormente descartadas. Ambas organizaciones están ahora pagando un gran precio político y moral por la devastación y el sufrimiento que está teniendo lugar en Siria. Pagarán un precio elevado por el papel político y militar de Rusia –así como el de Irán– en esta parte de Oriente Próximo. También por la manera en que Turquía ha chantajeado a la OTAN y a la UE. La guerra en Siria ha dejado ambas organizaciones moralmente incapacitadas.

Las consecuencias morales están claras. Se supone que la OTAN es una organización militar y política creada por países democráticos para defender ciertos valores. En tanto organización civil, la UE también se jacta de sus valores y defiende sus principios democráticos, basados en la solidaridad, el Estado de derecho y las obligaciones internacionales. La manera en que Turquía –miembro de la OTAN y candidato para ingresar en la UE– ha ignorado estos principios debilita la credibilidad de ambas organizaciones. Han sido incapaces de responder a la instrumentalización por parte del gobierno turco de los ciudadanos que huyen de los bombardeos diarios en Siria y a quienes se les ha dado refugio en Turquía.

Con el fin de evitar que los refugiados e inmigrantes entren en la UE vía Grecia y Bulgaria, Angela Merkel, la canciller alemana, encabezó un plan en 2016 para mantenerlos en Turquía. A cambio, la Unión acordó pagar al presidente turco Recep Tayyip Erdogan 6.000 millones de euros por su servicio. Desde entonces, al menos tres millones de refugiados siguen en Turquía.

Merkel necesitaba el acuerdo porque la UE estaba amargamente dividida en cuanto a un acuerdo sobre refugiados y la política de asilo –con Alemania, en particular, y un puñado de países aceptando cientos de miles de refugiados en 2015. La decisión de Merkel, basada en la ley internacional, la moralidad y la decencia, fue “recompensada” por un aumento en el apoyo a los movimientos populistas y antinmigrantes.

El acuerdo con Turquía fue frágil desde el principio. En lugar de utilizar el convenio para acordar una política común de refugiados y asilo, la UE continúa discutiendo sobre la necesidad política, social, humanitaria y legal de proteger a los refugiados. Eso dio a Erdogan amplias oportunidades de chantajear a la Unión –amenazando con acabar con el acuerdo sobre refugiados si la UE no pagaba más o si la OTAN no le seguía el juego. Erdogan exigió esto último el 28 de febrero de 2020. El día anterior, después de que 33 soldados turcos murieran en Siria tras un ataque por fuerzas respaldadas por Rusia, Ankara había buscado ayuda de la OTAN, pidiendo una reunión de emergencia de los embajadores de la organización, a pesar de que Turquía invadió el noreste de Siria en octubre de 2019 y, junto con Rusia e Irán, ha ayudado a prolongar la guerra en Siria.

Además, Turquía se inscribió para comprar sistemas de misiles S-400 rusos, una decisión que no gustó a la OTAN pero no pudo evitar. Ahora que la relación de Erdogan con el presidente ruso Vladímir Putin está en tensión –como mínimo– Turquía ha recurrido a la OTAN en busca de apoyo político cuando no defensivo. Después de la reunión de emergencia el 28 de febrero, el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, no tuvo más opción que pronunciar palabras de solidaridad para Turquía. “Los aliados ofrecen sus más profundas condolencias por la muerte de los soldados turcos en los bombardeos de anoche cerca de Idlib”, dijo. “La reunión de hoy es un signo de solidaridad con Turquía. Turquía es el aliado de la OTAN más afectado por el terrible conflicto en Siria, que ha sufrido la mayoría de los ataques terroristas y que alberga a millones de refugiados”, agregó.

Estados Unidos se declaró preparado para proporcionar a Turquía misiles Patriot. Pero eso no va a aliviar el sufrimiento en Idlib. En cuanto a la UE, sus jefes han convocado varias reuniones de alto nivel, no por Idlib per se sino por el temor de una afluencia de decenas de miles de desventurados refugiados que ahora intentan cruzar a Grecia después de que Erdogan dijese que ya no protegería la frontera.

Las fuerzas de seguridad griegas ahora están impidiendo que los refugiados entren, porque Atenas sabe que otros países de la UE no los aceptarán ni ayudarán a procesar sus solicitudes de asilo. Grecia, que ha utilizado munición real para evitar que los refugiados salgan de Turquía, ha pedido a Frontex, la agencia de protección de fronteras de la UE, que envíe una fuerza de intervención rápida.

Sin duda, seguirá habiendo gesticulación por parte de la UE y la OTAN debido a las circunstancias humanitarias en Idlib y las acciones turcas. A menos que vuelvan a las propuestas de Kramp-Karrenbauer, habrá más Idlibs, más refugiados desesperados por huir y más cancha para los populistas en toda Europa. Nada de ello augura bien para la UE geopolítica que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, abogó cuando asumió el cargo.

 

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en la sección Strategic Europe de Carnegie Europe

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