Arreglar el sistema alimentario mundial es, sin duda, la palanca más poderosa para alimentar a la población mundial y mantener al mismo tiempo la actividad humana dentro de los límites biofísicos del planeta. Los sistemas alimentarios son hoy una amenaza para la salud humana y planetaria, por lo que requieren estrategias audaces y con visión de futuro, así como la colaboración de múltiples partes interesadas.
Hasta 811 millones de personas en el mundo se enfrentaron al hambre en 2020, según datos de la FAO, mientras que para casi 2.000 millones de personas las dietas poco saludables causaron deficiencias de micronutrientes y contribuyeron a la obesidad relacionada con la dieta y a las enfermedades no transmisibles, incluidas la diabetes y las enfermedades cardiovasculares. El sistema alimentario también es responsable de un tercio de las emisiones totales de gases de efecto invernadero, del 70% del uso de agua dulce, de la mayor parte de la eutrofización mundial, del cambio en el uso de la tierra y de la pérdida de biodiversidad. A pesar del papel que desempeñan los sistemas alimentarios sostenibles en la mitigación del cambio climático, estas cuestiones no ocuparon un lugar destacado en los textos negociados en la Cumbre de Glasgow.
Estos retos no harán más que aumentar en el futuro. Para satisfacer la demanda de alimentos de una población mundial creciente y cada vez más urbanizada, que además experimenta una transición nutricional hacia una dieta occidentalizada –alta en azúcar, proteínas y grasas, baja en frutas, cereales y verduras–, la producción de alimentos tendrá que aumentar un 70% para 2050 en comparación con 2009, según las proyecciones de las Naciones Unidas.
«Para satisfacer la demanda de alimentos de una población mundial creciente y cada vez más urbanizada, la producción de alimentos tendrá que aumentar un 70% para 2050»
Ese aumento pondría en peligro ecosistemas clave. Las emisiones de gases de efecto invernadero aumentarían en un 87%, el uso de tierras de cultivo en un 67%, el uso de agua dulce en un 65%, el de fósforo en un 54% y la aplicación de nitrógeno en un 51% para 2050 en comparación con los niveles de 2010. Conseguir una transición justa hacia sistemas alimentarios sostenibles que operen dentro del espacio operativo seguro de la humanidad –los llamados “límites planetarios”–, al tiempo que proporcionan un acceso justo a dietas nutritivas para todos, determinará por tanto si las generaciones futuras podrán prosperar en paz con su entorno.
Europa no es inmune a estos desafíos. La inseguridad alimentaria en Europa afecta a 33 millones de personas que no pueden permitirse una dieta nutritiva cada dos días. La adopción de dietas de mala calidad causó alrededor de 2,1 millones de muertes en 2016, de los 4,3 millones de muertes por enfermedades cardiovasculares en Europa. En la última década, los niveles de sobrepeso y obesidad han aumentado en el continente en más del 50%, mientras que la diabetes creció un 25%, en contraposición a una tendencia a la baja de otros factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares, incluidos el tabaquismo y el consumo de alcohol. Esto sugiere que “existe un desajuste entre las pruebas disponibles sobre el potencial promotor de la salud de la dieta y las mejoras relativamente modestas e inconsistentes de los hábitos alimentarios”, como explican los investigadores Gabriele Riccardi, Marilena Vitale y Olga Vaccaro.
Ahora ha surgido una mayor preocupación en el contexto del Covid-19, sobre todo en lo que respecta a la exposición de las cadenas de suministro a crisis repentinas y los efectos que esto puede tener en los precios de los alimentos y el acceso a los mismos. Es importante destacar que la futura sostenibilidad de los sistemas alimentarios internacionales está en el centro de la promesa del Pacto Verde de convertir a la Unión Europea en el primer continente descarbonizado del mundo, así como de la agenda de la Comisión para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, ya que la seguridad alimentaria es posiblemente una condición previa para alcanzar todas las metas de la Agenda 2030.
«En la última década, los niveles de sobrepeso y obesidad han aumentado en Europa en más del 50%, mientras que la diabetes creció un 25%»
En este contexto, una cuestión central es cómo se puede fomentar el papel de los sistemas alimentarios en la transición hacia una UE descarbonizada que prospere dentro de los límites planetarios, al tiempo que nutra la salud y el bienestar de los ciudadanos, en el contexto del Covid-19 y la recesión económica. La respuesta a esta pregunta se entrelaza con dos avances recientes en materia de política alimentaria.
Durante la sesión plenaria de octubre de 2021, el Parlamento Europeo adoptó una resolución para adoptar la estrategia “de la granja a la mesa” de la Comisión como piedra angular del Pacto Verde, con el objetivo de hacer que el sistema alimentario de la UE sea “justo, saludable y respetuoso con el medio ambiente”. La estrategia “de la granja a la mesa” busca una gobernanza integrada del sistema alimentario en la UE, ya que, por primera vez, la sostenibilidad alimentaria se aborda en toda la cadena alimentaria, con un conjunto de objetivos que deben alcanzarse para 2030 en una amplia gama de cuestiones, desde el uso de pesticidas y fertilizantes hasta la adopción de la agricultura ecológica y la reducción del desperdicio de alimentos.
Es importante destacar que los objetivos de la estrategia requieren un marco político comunitario para su aplicación, instrumentos vinculantes para todos los Estados miembros, así como coherencia política, lo que implica sobre todo la reforma de la Política Agrícola Común (PAC) votada el 23 de noviembre de 2021 por el Parlamento Europeo para hacer que los sistemas agrícolas sean “más respetuosos con nuestro medio ambiente, nuestro clima y el bienestar animal”.
«La estrategia ‘de la granja a la mesa’ busca una gobernanza integrada del sistema alimentario en la UE; por primera vez, la sostenibilidad se aborda en toda la cadena alimentaria»
El grado en que los Estados miembros expriman todo el potencial de los planes estratégicos para la PAC, en apoyo de una transición hacia una agricultura respetuosa con el clima y la naturaleza, determinará la oportunidad de aplicar los objetivos del Pacto Verde y de la estrategia “de la granja a la mesa”. Un reciente estudio de modelización del Centro Común de Investigación de la Comisión ha demostrado que la reforma de la PAC puede ayudar a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de la agricultura en más de un 28% para 2030, como resultado de los cambios en la producción y las acciones de mitigación a través de la tecnología y las prácticas agronómicas, pero también señalan que esto supondría un aumento de las emisiones en países no pertenecientes a la UE –las llamadas “fugas”–.
La consecución de los ambiciosos objetivos de la estrategia “de la granja a la mesa” exigirá pasos decisivos. Esto es importante no solo para asegurarse de que todas las acciones son coherentes con esta definición, sino también para fomentar la legitimidad y el apoyo de las diferentes partes y grupos de interés, permitiendo un cambio de paradigma, pasando de un enfoque de productividad a uno sostenible que tiene como objetivo realizar el propósito final del sistema alimentario, es decir, garantizar la provisión de seguridad alimentaria a largo plazo para todos los ciudadanos de la UE.
En segundo lugar, la estrategia “de la granja a la mesa” contempla el lanzamiento de una propuesta de marco legislativo global para los sistemas alimentarios sostenibles, que se presentará antes de 2023. Será clave para traducir los ambiciosos objetivos en acciones concretas, y para garantizar la coherencia política tanto a nivel de los Estados miembros como de la UE, proporcionando principios y definiciones comunes, así como abordando las necesidades y responsabilidades de todos los actores del sistema alimentario.
«Para acelerar la transición hacia un sistema alimentario sostenible será necesario establecer y aplicar normas vinculantes»
En este contexto, el proyecto “Conceptos para un sistema alimentario sostenible de la UE” fue lanzando en diciembre de 2020 por la Comisión, e incluyó un enfoque participativo para generar ideas estratégicas y aportaciones para el desarrollo de un marco legislativo llevado a cabo por el Laboratorio de Políticas de la UE del Centro Común de Investigación, cuya publicación está prevista para principios de este año.
En tercer lugar, las medidas y los acuerdos voluntarios, como el Código de Conducta sobre prácticas empresariales y comerciales responsables en el sector alimentario, que entró en vigor en julio de 2021, pueden ser útiles a corto plazo, pero para acelerar la transición será necesario establecer y aplicar normas vinculantes.
En cuarto lugar, los enfoques participativos para fomentar la democracia alimentaria pueden favorecer el compromiso de los agentes de la cadena alimentaria –desde los productores primarios hasta los fabricantes, pasando por los minoristas y los consumidores–, sin los cuales no se producirá la tan necesaria transición. La ley de gobierno corporativo sostenible, prevista para octubre de 2021 y retrasada a 2022, es fundamental para establecer una diligencia debida vinculante en materia de derechos humanos y medio ambiente. Por último, pero no por ello menos importante, avanzar hacia sistemas alimentarios sostenibles requerirá un replanteamiento de nuestras opciones dietéticas, adoptando dietas basadas en plantas con menos productos animales y producidos de forma sostenible.
«Avanzar hacia sistemas alimentarios sostenibles requerirá un replanteamiento de nuestras dietas, adoptando las basadas en plantas con menos productos animales y producidos de forma sostenible»
Ninguna política por sí sola será capaz de propiciar un cambio tan amplio en los sistemas alimentarios. Para alcanzar los objetivos de la estrategia “de la granja a la mesa” se necesita coherencia en todos los ámbitos políticos, así como una gobernanza a varios niveles y una acción coordinada en todos los sistemas. En conclusión, en un mundo globalizado e interconectado, las cuestiones de seguridad alimentaria y sostenibilidad no pueden considerarse en exclusiva nacionales, ya que los países comparten riesgos relacionados con los recursos biofísicos, la seguridad nacional, los flujos financieros, el comercio y mucho más.
La UE está liderando una transformación del sistema alimentario que tiene implicaciones más allá de sus fronteras y que requiere estrategias políticas integradas para evitar efectos indirectos y fugas. En última instancia, para muchos países la seguridad alimentaria depende del comercio. Esto señala la importancia de preservar los activos ecológicos a nivel mundial y desarrollar vínculos entre las políticas de la UE y los esfuerzos para mejorar la gobernanza mundial de los sistemas alimentarios internacionales, ayudando a garantizar la seguridad alimentaria y la estabilidad geopolítica por igual.
Artículo publicado originalmente en inglés en la web del Istituto Affari Internazionali (IAI), con el apoyo de la Fundación Compagnia di San Paolo en el marco del programa Multilateralismo y Gobernanza Global del IAI.