Si la primera presidencia de Piñera lo convertía en el primer presidente de derecha desde el retorno democrático, este triunfo lo pone entre los pocos expresidentes que logran la reelección en Chile. GETTY

Un nuevo gobierno de Sebastián Piñera

NICOLÁS MIRANDA OLIVARES
 |  19 de diciembre de 2017

El 17 de diciembre, por segunda vez en el año, la ciudadanía chilena, incluidos aquellos que se encuentran fuera del territorio, concurrieron a las urnas para elegir al futuro presidente de Chile para el periodo 2018-2022. Los dos candidatos más votados en la primera vuelta electoral, Sebastián Piñera, de la coalición de derecha Chile Vamos, y Alejandro Guillier, representante de la coalición de centro-izquierda que actualmente se encuentra en el gobierno, tuvieron que competir en una segunda vuelta para obtener la mayoría absoluta de los votos. El ganador ha sido Piñera.

Este triunfo de la derecha se inscribe como uno de los mejores momentos para su historia política en los últimos 100 años. Si la primera presidencia de Piñera lo convertía en el primer presidente de derecha desde el retorno democrático, este triunfo lo pone entre los pocos expresidentes que logran la reelección en Chile, precedido por Arturo Alessandri y Michelle Bachelet. Sin embargo, esta alegría electoral tiene un episodio que los hace volver a la tierra y preparar desde ya una estrategia para enfrentar los próximos cuatro años. El presidente tiene minoría en ambas cámaras del Congreso, por lo que tendrá que negociar para sacar adelante su agenda legislativa, tarea que no se ve muy sencilla.

Los sorpresivos resultados de la primera vuelta presidencial definieron la búsqueda de votos y apoyos por parte de ambos candidatos. Algunos de los derrotados salieron rápidamente a señalarlos. José Antonio Kast, candidato conservador de derecha, le entregó su respaldo a Piñera, mientras que en la Democracia Cristiana, Marco Enríquez-Ominami y Alejandro Navarro dieron su apoyo a Guillier. La atención más importante estuvo puesta en la decisión del Frente Amplio de llamar a votar por Guillier o no, cuyos votos resultaban transcendentales para ganar la segunda vuelta. La decisión fue dejar libertad de decisión de sus votantes, pero señalando que la elección de Piñera significaría un retroceso para el país. Finalmente, algunos de los líderes más importantes del Frente Amplio, como Beatriz Sánchez, Giorgio Jackson y Gabriel Boric, señalaron públicamente que votarían por el candidato oficialista, con el objetivo de que Piñera no ganara.

Durante la campaña de la segunda vuelta, cada candidato agregó y enfatizó nuevas propuestas. Piñera se abrió a la posibilidad de la gratuidad, condicionada al crecimiento económico, y centrada en la formación técnica superior y no en la universitaria como lo implementó la presidenta Bachelet, y que se revisarían leyes como la de pesca y de las tres causales del aborto. Además, señaló la creación de 600.000 nuevos empleos. Por su parte, Guillier propuso aumentar al 70% la gratuidad en educación superior, ponerle fin al monopolio de las Administradoras de Fondo de Pensiones (AFP) y una nueva Constitución.

Dada la transformación del sistema electoral y la emergencia del Frente Amplio como actor político relevante, el Congreso quedó más fragmentado de lo habitual y con la presencia de una tercera fuerza política relevante, un panorama distinto al que se enfrentó Piñera en su primer gobierno, cuando el sistema se caracterizaba por la presencia de dos grandes coaliciones. El bloque del presidente, Chile Vamos, tiene la presencia más importante dentro del nuevo Congreso con 72 de 155 diputados y 19 de 43 senadores. La nueva Mayoría (actual oficialismo) tiene 57 diputados y 20 senadores, mientras que el Frente Amplio cuenta con 20 diputados y un senador. Si Piñera quiere realizar cambios o retroceder en algunas de las reformas que llevó a cabo Bachelet, el panorama no será sencillo, especialmente por la necesidad de alcanzar altos quorum exigidos por la Constitución.

También quedan pendientes asuntos que están en proceso de implementación, como la nueva Constitución, la reforma educativa, la gratuidad en la educación superior y la reforma del sistema pensiones, por mencionar algunas de ellas. Estas demandas fueron incluidas en el programa de gobierno de Bachelet, producto de las fuertes y masivas manifestaciones producidas precisamente durante el primer gobierno de Piñera. Dar marcha atrás podría significar un aumento en las movilizaciones sociales que fueron características de su gobierno y que terminaron siendo el origen de los principales partidos que conforman el Frente Amplio.

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