Imagen del logotipo del Mercado Común del Sur (Mercosur) en un teléfono móvil/GETTY

UE-Mercosur: más allá del libre comercio

Ramón Casilda Béjar
 |  22 de octubre de 2019

Uno de los acontecimientos en las relaciones internacionales de las últimas décadas ha sido el crecimiento de los bloques comerciales regionales. Su principal objetivo es la eliminación de las barreras arancelarias. La Unión Europea y el Mercado Común del Sur (Mercosur) constituyen dos buenos ejemplos de esta tendencia. Pero su acuerdo de asociación estratégica, anunciado el pasado junio antes de la cumbre del G20 en Osaka (Japón), va más allá del libre comercio, estableciendo pilares para el diálogo político y la cooperación.

Se trata de un acuerdo sin precedentes para ambos bloques. Después de 20 años de negociaciones, la UE y Mercosur dan un impulso a su relación en materia política, económica y de cooperación, apoyándose en la reciprocidad, el interés común, la complementariedad y la profundización de sus relaciones en todos los ámbitos de la aplicación del acuerdo.

La Comisión Europea considera que el acuerdo afianzará la colaboración de las dos partes a nivel multilateral y en asuntos globales. Los bloques reforzarán la cooperación en migración, economía digital, investigación y educación, derechos humanos –incluidos los de los pueblos indígenas–, responsabilidad corporativa, protección del medioambiente, gestión de los océanos, lucha contra el terrorismo, el lavado de dinero y el ciber-crimen.

Curiosamente, el mismo día del anuncio del Acuerdo se cumplían 20 años del inicio de las negociaciones entre la UE y el Mercosur en Río de Janeiro, suspendidas en 2004. Permanecieron bloqueadas durante años, antes de recibir un nuevo impulso en los márgenes de una cumbre euro-latinoamericana en Madrid en 2010. Lo que entonces parecía estar al alcance de concretarse, se fue retrasando hasta que las dos partes lograron intercambiar sus primeras ofertas de acceso a mercados en mayo de 2016, lo que abrió definitivamente la vía al acuerdo.

Nos encontramos ante un acuerdo de última generación, donde los países europeos otorgan una desgravación arancelaria del 99% a los bienes de Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay en un plazo máximo de 10 años. Mientras que Mercosur otorga preferencias al 91% de los productos europeos en un período de 15 años. Para Uruguay, por ejemplo, tiene un primer impacto positivo, según el ministro de Relaciones Exteriores, Rodolfo Nin Novoa, con unas ganancias directas por el ahorro en el pago de aranceles de unos 100 millones de dólares anuales.

 

La oportunidad española

El acuerdo constituye un elemento dinamizador de las economías de Mercosur, importantes para las empresas españolas. Sus cuantiosas inversiones extranjeras directas, que suman 165.000 millones de euros, las sitúa como las primeras europeas y las segundas mundiales, solo por detrás de Estados Unidos. Estas se dirigen principalmente al sector servicios, destacando la banca, la electricidad y el gas, energías renovables, telecomunicaciones y turismo, viéndose fortalecidas por la amplia presencia de pequeñas y medianas empresas que operan por toda la región en diversos sectores.

España debe aprovechar de manera intensa el acuerdo, fortaleciendo y ampliando su papel de “puente o hub” para las empresas y las inversiones provenientes de Mercosur hacia la UE, y viceversa. El acuerdo abre posibilidades no solo comerciales, también para las inversiones y otras actuaciones de las grandes empresas, pero no solo para ellas. Las pequeñas y medianas empresas pueden encontrar nuevos incentivos para su internacionalización en ambas direcciones.

Al mismo tiempo, la competencia con empresas europeas puede aumentar la competitividad de ciertos sectores de Mercosur, ejerciendo a su vez presión sobre los gobiernos para mejorar el entorno empresarial y ofrecer soluciones a los sectores más afectados.

 

Diálogo, cooperación y medio ambiente

Pese a ser la más importante, la comercial es solo uno de las tres dimensiones que lo conforman. Las otras son el diálogo político y la cooperación, que afectarán, entre otras, a las normas de inmigración, economía digital y derechos humanos.

Aunque el acuerdo ofrece una evidente complementariedad, dado que Mercosur es una potencia en productos primarios, mientras la UE lo es en servicios y bienes manufacturados, hay un problema evidente, además de controvertido. Se trata del impacto medioambiental. Los defensores del acuerdo esgrimen la importancia de haber condicionado su destino al Acuerdo de París. Sobre todo porque obliga al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, a renunciar a la idea de abandonarlo, siguiendo los pasos de Trump y EEUU.

Aún así, los grupos ecologistas no están tranquilos. Consideran que el acuerdo contribuirá a deforestar el Amazonas debido a la transformación masiva de tierras selváticas en pasto para ganado o plantaciones de soja. “El ganado es el mayor impulsor de la deforestación –asegura Miguel Ángel Soto, responsable de Comercio de Greenpeace–. Como con otros acuerdos, prima por encima de todo la globalización económica, y se relega a un segundo plano el multilateralismo en materia de derechos humanos o medioambiente”. A lo que contesta José Luis Kaiser, director general de Comercio e Inversiones de la secretaría de Estado de Comercio del ministerio de Industria, Comercio y Turismo España: “Todos los principios de la UE quedan recogidos en el Acuerdo”.

No cabe duda de que la inclusión de todos estos asuntos es un salto cualitativo para la agenda de Mercosur y su relación potencial con otros actores a nivel global. En cualquier caso, una mejor utilización del acuerdo supone que los países deberán emprender las reformas estructurales pendientes que afectan directamente a la competitividad y calidad de sus exportaciones.

Visto en perspectiva, el mayor desafío al que se enfrenta Mercosur es activar estas reformas, necesarias para aprovechar las nuevas oportunidades comerciales y de inversión que le brinda el acuerdo. En este sentido, Argentina y Brasil se encuentran comprometidos con la activación de diversos programas de reforma para potenciar sus economías, restablecer el crecimiento, aumentar la productividad y mejorar el clima de negocios para las empresas. El éxito de sus respectivas reformas determinará lo que el acuerdo está llamado a lograr.

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