Jaume Giné Daví, profesor de la Facultad de Derecho de ESADE.
Las recientes visitas de dirigentes chinos a Europa, primero Wen Jiabao y después Hu Jintao, primer ministro y presidente de China, respectivamente, han puesto de manifiesto las debilidades y contradicciones de la política de la Unión Europea hacia el gigante asiático.
Las relaciones entre la UE y China son cada vez más contradictorias. Crece la interdependencia económica, pero las relaciones políticas son crecientemente complejas. China asciende económicamente, pero persiste con su modelo capitalista sin pluralismo político, lejos de los valores democráticos que comparten la UE y EE UU. En los dos últimos años se han producido situaciones políticamente tensas entre Bruselas y Pekín, como las que durante la presidencia francesa de la Unión en 2008 obligaron a aplazar la XI Cumbre China-UE, que se celebró finalmente en Praga el 20 de mayo de 2009. También la Unión salió malparada diplomáticamente en la Conferencia sobre el Cambio Climático de diciembre de 2009 en Copenhague.
Algunas debilidades de la UE en su política exterior con Asia, y con China en particular, se manifestaron el 6 de octubre en la XIII Cumbre UE-China, que contó con la asistencia del primer ministro chino, Wen Jiabao. El comunicado conjunto final recogió el compromiso mutuo de abrir una nueva etapa en las relaciones. Muchas declaraciones de principios bienintencionadas, pero no se lograron avances ni acuerdos concretos sobre los asuntos clave: los actuales desequilibrios comerciales entre ambas partes que produce el tipo de cambio del yuan, la insuficiente protección de los derechos de propiedad industrial e intelectual o los derechos humanos.
Además de Bruselas, el primer ministro chino visitó Grecia, Italia, Alemania y Turquía. Con su generosa ayuda financiera a España, Grecia, Portugal e Irlanda gana aliados en la UE para frenar las presiones para que aprecie el yuan. Y con sus prometidas inversiones en infraestructuras y logística, especialmente en varios puertos mediterráneos, China confía abrir vías para que sus empresas y productos gocen de un mejor acceso al mercado interior europeo. También esta abriéndose paso en Europa del Este, especialmente en Polonia y Rumania.
Tras la gira europea de Wen en octubre, vino la del presidente, Hu Jintao, del 4 al 7 de noviembre, a Portugal y Francia. En Lisboa se comprometió a apoyar la recuperación de las maltrechas finanzas lusas comprando deuda pública; en París, se firmaron contratos industriales que podrían alcanzar, según fuentes chinas, los 14.000 millones de euros. Estos negocios ayudarán a corregir el enorme déficit comercial de Francia con China (20.000 millones de euros). Está claro que el Dalai Lama ya no volverá a pisar el Palacio del Elíseo.
El dossier sobre derechos humanos provoca irritación en Pekín, como quedó patente con su airada reacción tras anunciarse el 8 de octubre la concesión del Premio Nobel de la Paz al disidente chino Liu Xiaobao, considerada una “inaceptable intromisión en los asuntos internos chinos”.
Las cartas, sobre la mesa
En estas visitas, chinos y europeos han puesto sus cartas sobre la mesa y allí quedaron. Otra oportunidad perdida. La UE no logró transmitir un mensaje unitario a Pekín. La estrategia china prioriza las relaciones bilaterales sobre las comunitarias. Tal vez la Unión debería estrechar su colaboración con EE UU, Japón, India, Corea del Sur y otros países asiáticos.
Es preciso, asimismo, que Pekín asuma responsabilidades internacionales no solo en los asuntos financieros, sino también en otros como la protección de los derechos humanos, el calentamiento global y la proliferación nuclear en Irán y Corea del Norte. El problema es que Bruselas no tiene una posición común. Pekín lo sabe y va a lo suyo: proseguir con su desarrollo económico y posicionarse firmemente en los mercados mundiales. Ahora tiene como punto de mira los mercados europeos.
La Unión Europea es la historia de un gran éxito. Reconcilió Alemania y Francia, los dos países que lideraron la reconstrucción económica europea culminada con la creación del euro y la unión monetaria. Paralelamente, se amplió hasta 27 Estados miembros, con distinto nivel de desarrollo económico y social y de afección a los objetivos comunitarios. Pero no profundizó suficientemente en las reformas políticas necesarias para asegurar la gobernabilidad de una Unión tan heterogénea. Hoy padece una falta de liderazgo, de solidaridad y de una visión común necesaria para afrontar con decisión los nuevos retos de la globalización. Existen nuevas capacidades institucionales tras aprobarse el Tratado de Lisboa, pero debe mejorar la coherencia y la coordinación entre los miembros de la UE para alcanzar un mayor peso e influencia en las relaciones internacionales. La irrupción de China, India y de otras potencias emergentes hace más urgente un golpe de timón hacia la dirección correcta.
Para más información:
François Godement, “Por una política global de la UE hacia China”. Política Exterior núm. 137, septiembre-octubre 2010.
Félix Arteaga y Gustavo Palomares, «La UE y su acción exterior: agenda 2020-30». Política Exterior núm. 136, julio-agosto 2010.
Ana Soto y Carolina Segade, “China: a vueltas con la propiedad intelectual”. Política Exterior núm. 134, marzo-abril 2010.
Mark Leonard, «¿Qué piensa China? El debate interno sobre su futuro». Libro, 2008.