Recep Tayyip Erdogan (Rize, 1957) se marcó un objetivo ambicioso de cara a las elecciones celebradas el 12 de junio. Lograr al menos 330 de los 550 escaños del parlamento turco para poder redactar en solitario un nueva Constitución y someterla directamente a referéndum. Con 367 habría podido aprobar el texto constitucional en el parlamento sin recurrir a la consulta popular. Su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) ha logrado sólo 326 diputados y Erdogan, su tercer triunfo electoral consecutivo desde 2002.
“Los electores nos han dicho que debemos negociar la nueva Constitución –afirma Erdogan–. La haremos por consenso, con la participación de la oposición, de los partidos que no están en el parlamento y de las organizaciones de la sociedad civil”. La actual Constitución turca es “una reliquia autoritaria” del golpe de Estado de 1980, como la califica el Financial Times. El cambio constitucional se antoja necesario. Entre las reformas que promueve Erdogan destaca el paso de un sistema parlamentario a uno presidencial. La evolución política del país preocupa a los expertos occidentales.
El último informe del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR, en sus siglas en inglés), “What does Turkey think?”, analiza las claves de la nueva Turquía. Una pregunta sobresale en el análisis. ¿Está Turquía moviéndose en la dirección de la consolidación democrática o está amenazada por una tiranía populista? Una versión reducida de dicho informe se publicará en Política Exterior 143, septiembre-octubre de 2011.
Turquía ha dado un salto de gigante en la última década. Actualmente, la economía turca es la decimosexta más grande del mundo y la sexta en Europa. Su PIB per capita en 2010 fue de 14.243 dólares, comparado a los $6.000 de hace diez años. Se espera que el PIB aumente un 4% por año en la próxima década. Este crecimiento económico ha permitido al país soltar amarras y moverse con fuerza e independencia en el escenario internacional.
“Ahora Turquía es un actor, un polo económico, y tal vez un aspirante a la hegemonía regional. Rechazada por la Unión Europea, Turquía se ha convertido paradójicamente en un actor global, abierto económicamente y democrático” explica Dimitar Bechev, investigador de ECFR.
Entre los retos de la nueva diplomacia turca, la cuestión kurda, sus relaciones con los protagonistas del conflicto en Oriente Próximo (Israel, Irán y Siria) y con el grupo de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), así como su postergada negociación de adhesión con la Unión Europea, socio privilegiado del país. La UE representa el 40,5% de las importaciones turcas y el 45,9% de las exportaciones. Y es la fuente del 80% de las inversiones extranjeras directas en suelo turco.
Para más información:
Ignacio Álvarez-Ossorio, “Siria-Turquía: una alianza en construcción”. Política Exterior núm. 139, enero-febrero 2011.
Editorial, “La UE espera a Turquía”. Política Exterior núm. 138, noviembre-diciembre 2010.
Hugh Pope, “Equilibrios turcos: entre la UE y Oriente Próximo”. Política Exterior núm. 138, noviembre-diciembre 2010.
Ahmet Davutoglu, “Turquía en la UE: juntos hacia un futuro mejor”. Política Exterior núm. 138, noviembre-diciembre 2010.
Eduard Soler i Lecha, “Turquía y la UE tras el referéndum constitucional”. Política Exterior núm. 138, noviembre-diciembre 2010.
Ömer Taspinar, “Entre neootomanismo y kemalismo”. Afkar/Ideas núm. 22, verano 2009.
Ian O. Lesser, “EE UU-Turquía antes y después de Obama”. Afkar/Ideas núm. 22, verano 2009.