En octubre de 2017, los resultados de las elecciones legislativas intermedias en Argentina le dieron un fuerte respaldo al presidente, Mauricio Macri. El recuerdo de los errores del kirchnerismo, los procesos judiciales de corrupción contra miembros del anterior gobierno y la división de la oposición peronista fueron elementos eficaces para el triunfo de Cambiemos. Parecía que el camino a la reelección en 2019 no tenía obstáculos. ¿Qué ha ocurrido en apenas seis meses? Hoy el presidente ha perdido credibilidad, existe una crisis cambiaria y desasosiego respecto del rumbo económico. Todo ello ha afectado a la imagen del gobierno.
Para entender este plano inclinado hay que retrotraerse a finales del año pasado. En diciembre el Congreso sancionó un proyecto del oficialismo sobre reforma previsional, que consistió en el cambio de cálculo de los haberes jubilatorios. La medida significaba una baja de los magros recursos que ya cobraban los jubilados y fue muy criticada por la oposición y por vastos sectores de la población. Comenzó así una caída de la imagen del presidente.
La inflación no fue tampoco una buena noticia: acumula un 9,6% en los primeros cuatro meses del año. Pese a todo, el gobierno señalaba que a partir del mes de mayo la inflación bajaría, pues no habría más aumentos importantes de las retrasadas tarifas. En efecto, para los primeros meses de 2018 estaba previsto el fuerte incremento de las tarifas de gas, electricidad y agua. El gobierno se animaba a dar este paso en base a los resultados electorales y también a que la medición de la pobreza mostraba un leve descenso. Pero la principal causa de los ajustes de precios de los servicios era el formidable déficit fiscal de las cuentas públicas.
La declamada tesis oficialista sobre el “gradualismo” en los aumentos no fue así percibida por la población, para quien resultaba cada vez más costoso el pago de las tarifas y, para muchos, imposible de afrontar. En forma tardía el gobierno señalaba que se había encontrado con un “infierno” económico por el desbarajuste de las cuentas fiscales dejadas por el gobierno de Cristina Fernández. Este “gradualismo” para lograr el equilibrio fiscal era financiado por una enorme deuda que se contraía en el exterior resultando un cuello de botella cada vez más difícil de sostener por el oficialismo.
En este marco de acelerada debilidad económica se agregó otra pieza en el tablero: la subida en la cotización del dólar. El 25 de abril la cotización tipo vendedor por dólar era de 20,25 pesos y el 14 de mayo llegaba a 24,99. El Banco Central vendió miles de millones de dólares en pocas semanas para frenar la estampida del precio de la divisa, pero fue inútil. Los voceros del oficialismo decían que el gobierno tenía las herramientas para controlar la situación, pero sorpresivamente Macri anunció a la población que el país acudiría nuevamente al Fondo Monetario Internacional para obtener un préstamo preventivo. Según las encuestas, alrededor del 70% de la población no tiene una percepción positiva en relación con el organismo internacional.
Crisis de confianza
Desde el plano político, los últimos meses mostraron una serie de cuestiones y debates. Otro problema que suscita gran preocupación pública –al mismo nivel de la inflación– es la inseguridad. La ola de delitos cuesta ser contenida y el Estado aparece como ineficaz frente a este problema recurrente. Por otra parte y en relación con los miembros del gobierno, algunos ministros fueron puestos en el foco por supuestas incompatibilidades, conflictos de intereses y cuentas bancarias offshore. En relación con la oposición –el peronismo, más concretamente–, ante la debilidad progresiva del gobierno se ha pasado de la certeza del triunfo de Cambiemos en las elecciones presidenciales de 2019 a la consideración del posible regreso del peronismo al poder. La oposición logró aprobar un proyecto en la Cámara de Diputados para retrotraer el precio de las tarifas a noviembre de 2017 y aplicarles solo la corrección por variación de salarios o de inflación. Si el proyecto es aprobado en el Senado difícilmente se convertirá en ley, pues el oficialismo ha declarado que será vetado por el presidente.
El alza en la cotización del dólar evidencia la incertidumbre respecto de hacia dónde va la gestión. Pero tanto o más importante es la erosión acelerada de la confianza en la palabra del presidente y la eficacia de su equipo. Se recuerda cuando afirmaba, en 2016, que la situación mejoraría en “el segundo semestre”. Hace poco tiempo Macri decía “lo peor ya pasó”, frase que había repetido ya en 2016 y 2017. Tanto el presidente como los ministros reiteraban que la situación del país era muy buena. Sin embargo, de golpe todo cambió y sobrevino la tormenta cambiaria. El propio gobierno habló de “crisis” dándole una entidad cuando recién comenzaba el incremento sostenido del precio del dólar.
La situación de turbulencia económica se asienta sobre una ostensible debilidad política que el propio gobierno ha generado. El oficialismo no tiene el control del Congreso y la mayoría de las gobernaciones son de distinto color político. El PRO, partido de Macri, triunfó con una coalición electoral conformada con la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica, pero no se constituyeron en una coalición de gobierno. La oposición gira en torno de las distintas fracciones del peronismo, pero todavía no tiene un liderazgo claro que pueda capitalizar los desaciertos del oficialismo. Sugestivamente, la ex presidenta Cristina Fernández ha optado por no emitir opinión sobre la actualidad política.
Con la crisis cambiaria el estilo de gestión del gobierno fue puesto en duda. El presidente delega la marcha del gobierno en su jefe de gabinete, Marcos Peña y en dos vicejefes, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, quienes auditan a los ministros. Existe entonces una concentración de poder en los funcionarios mencionados que el presidente ha dicho que son “sus ojos e inteligencia” y un papel desdibujado de los ministros. Existen 22 ministerios y el área económica se resuelve en seis de ellos. Se le critica al gobierno que no exista un plan económico claro y que no haya un ministro de economía que concentre el seguimiento de las decisiones económicas. La crisis ha puesto en evidencia la falta de anticipación y de coordinación frente a los hechos y es evidente la necesidad de importantes ajustes políticos.
El gobierno ha tomado nota de las turbulencias económicas, su debilidad política, la pérdida de apoyo de una parte de la sociedad y la caída de la imagen presidencial. Frente a esta situación habrá que ver cómo se resuelve el acuerdo con el FMI. En los últimos días el gobierno ha dado muestras de una apertura mayor convocando nuevamente a importantes figuras de las fuerzas aliadas –la UCR y la Coalición Cívica– y ha mencionado incluso la conveniencia de un Gran Acuerdo. Pero lo único cierto es la necesidad de controlar las variables económicas, bajar la inflación, reducir el déficit fiscal y reactivar una economía que tiene un moderado crecimiento.
Para todo ello, el gobierno deberá mostrar un plan económico más concreto y recuperar la confianza de la población. No será tarea sencilla. El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, ha dicho que “la Argentina tendrá más inflación y menos crecimiento”. Desde lo político, deberá realizar cambios importantes en el estilo de gestión y el presidente recuperar la imagen positiva y la credibilidad pública que tenía pocos meses atrás, en ocasión de las elecciones de octubre de 2017. Las recientes reuniones de Macri con distintos sectores políticos, tanto aliados como de la oposición, traen más tranquilidad, pues muestra la intención de revertir la debilidad del gobierno y despejar las dudas sobre la eficacia de la actual administración.
El 15 de mayo el gobierno pudo contener el alza de la divisa estadounidense y el día siguiente, en su discurso a la población, Macri dio prácticamente por cerrada la crisis, ratificó al equipo económico, dijo que el FMI no haría condicionamientos y convocó a los distintos sectores a un gran acuerdo para disminuir el déficit fiscal en el presupuesto 2019. A pesar de la crisis y al no existir ninguna figura opositora de relieve instalada electoralmente, las probabilidades de reelección de Macri son todavía altas, pero todo dependerá de cómo sean los resultados de su gestión en lo que resta de mandato.