Donald Trump ha calificado su larga visita por Asia de “tremendamente exitosa”. Una percepción errónea producto del concepto de diplomacia personalista del magnate, cuya inexperiencia y torpeza política son cada vez más obvias. En China, Trump pasó a considerar a su “amigo” Xi Jinping como un hombre “muy especial”. Una buena relación con Xi es sin duda positiva y necesaria, pero resulta insuficiente para solucionar los problemas del planeta si excluye a los demás actores. Y, a la vista de los exabruptos proferidos en el pasado por el presidente de Estados Unidos, esta es volátil e insegura.
Trump confunde la lisonja y el halago con el buen trato. Un editorial del The Washington Post tildó los doce días de gira como un “festival de adulación”. En Japón, Corea del Sur, China, Vietnam y Filipinas abundaron el fasto y los homenajes que tanto gustan al mandatario. Al mismo tiempo, fieles aliados reaccionaron molestos. Pese a la sintonía existente con el primer ministro japonés, Shinzo Abe, el aliado histórico fue amonestado por Trump por supuestas prácticas comerciales desleales.
Hubo dos asuntos clave y en ninguno obtuvo Trump resultados concretos. Uno era lograr un compromiso más efectivo de China para presionar a Corea del Norte por su programa nuclear. El otro, mejorar los lazos comerciales con los países con los que tiene un gran déficit comercial tras el desplante de abandonar el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP).
En la cuestión coreana, y aunque Trump intentó obtener un compromiso de Abe para adquirir nuevos sistemas estadounidenses para interceptar proyectiles, solo obtuvo una diplomática negativa. Abe viene impulsando cambios en la Constitución pacifista japonesa con el objetivo de que sus Fuerzas de Autodefensa tengan un mayor protagonismo. Pero el recuerdo de la expansión militarista nipona durante la primera mitad del siglo XX sigue vivo. Abe procede con tiento porque la compra de nuevo material bélico podría iniciar una carrera armamentista en Asia.
Tampoco Xi se comprometió a nada más allá de lo acordado ya en las resoluciones de la ONU. Pekín aprieta pero no ahoga a Pyongyang. Si bien le incomoda una Corea del Norte con armas atómicas, Xi sabe que un colapso del régimen norcoreano implicaría tener a EEUU en su frontera.
El presidente estadounidense volvió a dar bandazos. Comenzó preguntándose por qué China debe ser castigada, si el país está colaborando con él para derrotar a Kim Jong-un. Después criticó a los chinos por no hacer lo suficiente para poner en aprietos al dictador norcoreano. Finalmente, volvió a la amenaza pura y dura: si China no quiere solucionar el problema, lo hará EEUU en solitario. En su caso, mediante, la “aniquilación total” de Corea del Norte.
Con anterioridad, en Corea del Sur, Trump se había mostrado más conciliador, hasta el extremo de abrirse a la posibilidad de sentarse a negociar con Kim. La política errática de Trump no hace más que aumentar el desasosiego y la alarma.
China llena el vacío de EEUU
En el segundo asunto, el de mejorar los lazos comerciales, hay que mencionar varios puntos. Uno es el TPP: Trump ha tenido que constatar que funciona sin EEUU. Fue un instrumento clave de la política exterior de su antecesor, Barack Obama, para limitar la esfera de influencia de Pekín. Trump recelaba de daños a la economía estadounidense y renunció a él mediante una orden ejecutiva. Con habilidad, China ha sabido aprovechar el vacío presentando su Asociación Económica Integral Regional, acuerdo que contempla a los diez países de la Asociación del Sudeste asiático (ASEAN), más China, Japón y Corea del Sur, además de India, Australia y Nueva Zelanda. Ahora es EEUU el que queda al margen.
En la XXV cumbre, en Vietnam, del Foro de Asociación Asia-Pacífico –que engloba 21 estados del Pacífico– volvieron las salidas de tono. Mientras en China Trump había aparecido como un huésped dócil y suave, en la reunión de Da Nang reapareció la crítica mordaz. Frente a su ataque al comercio multilateral, los socios de APEC sellaron un acuerdo de principios esenciales.
A diferencia de lo que hizo en China, Trump ya no trató de los “muchos puntos en común”. Entre otras acusaciones, el presidente de EEUU habló del “chronic trade abuse”, algo que debió de ofender a sus interlocutores, habida cuenta de que en la cultura oriental –por no mencionar la diplomacia– la crítica suele formularse de manera indirecta. También llamó la atención que Trump insistiera una y otra vez en la “región indopacífica”. Pretendía fijar la colaboración entre EEUU, Japón, India y Australia excluyendo a China. Esa noción de las “Naciones del Indo-Pacífico” permanece difusa.
Trump subrayó que para él los intereses de su país están en primer lugar. Una obviedad. Lo malo es que mencionar semejante trivialidad en este marco equivale a una negativa a la cooperación. El America First perjudica a Washington.
Asimismo, Trump se pronunció a favor de los acuerdos comerciales bilaterales en detrimento de la multilateralidad. Aunque recalcó la lealtad y la justicia en este contexto, cuando potencias económicas como EEUU (o China, o la Unión Europea) celebran un pacto de este tipo está claro a quien benefician. Por el contrario, Xi, muy aplaudido, valuó la globalización como “tendencia histórica irreversible”. El presidente chino pidió que la orientación del libre comercio fuese más abierta, justa y equilibrada.
A nivel bilateral, Hanoi ha tratado de aproximarse a Washington en los últimos años. Es cierto que comparte muchos aspectos políticos y culturales con Pekín, pero también teme su dominio creciente, por lo que trata de cubrirse las espaldas. A pesar del terrible legado de la guerra con sus tres millones de muertos, Trump es más apreciado en Vietnam que en casa. Claro que eso era antes de su discurso.
En Filipinas se celebró la Cumbre de la ASEAN. Sin ningún compromiso importante, se prestó más atención a la economía y la seguridad que a los derechos humanos. Se conmemoraron en esta ocasión los 50 años de la asociación.
Al día siguiente, Trump se entrevistó con Rodrigo Duterte, declarado admirador suyo, quien le presentó los logros de su iniciativa contra narcotraficantes y drogadictos. Ha reducido el crimen casi a la mitad causando, a su vez, más de 7.000 muertos. Durante su reunión ambos hablaron de las drogas y del terrorismo del Estado Islámico. Fuentes norteamericanas señalaron que los derechos humanos fueron abordados “brevemente”. Según el portavoz filipino, “no se mencionaron”.
La realidad es que EEUU es cada vez menos relevante en Asia-Pacífico, como demuestra la fallida propuesta de convertirse en mediador en la disputa por el mar de China Meridional, cuyas aguas son reclamadas por varios países, además de Pekín, que ha construido varias islas artificiales para consolidar su posición. El intento de mediación fue rechazado con claridad por los interesados, que han llegado a un consenso para gestionar entre ellos las diferencias.
Por otro lado, Pekín ha sabido, cuando le ha convenido, dividir a los Estados de la región. Así por ejemplo Laos y Camboya, grandes receptores de inversión china en infraestructura pero sin intereses en el mar del Sur de China, han evitado que la ASEAN censure demasiado la estrategia del gigante asiático.
China explota el vacío de poder dejado por EEUU. Mediante la geopolítica: expandiendo las bases navales en el mar de China Meridional. Mediante la economía: a través de inversiones masivas a lo largo de la Nueva Ruta de la Seda. Vía el desarrollo: mediante el establecimiento y la expansión del Banco de Inversión en Infraestructura de Asia (AIIB), que proporciona préstamos enormes para los países emergentes. Y a través de la cultura: implantando cada vez más institutos Confucio en el mundo.
El ascenso chino no se debe solo a su propio impulso y fuerza. Obedece igualmente al hecho de que Trump renuncia de forma voluntaria al liderazgo en Asia y en el mundo. Incluso el hecho –alabado por el mandatario– de celebrar acuerdos con China por valor de 250.000 millones de dólares tiene que relativizarse. Los quince pactos son en realidad “memorandos de entendimiento” no vinculantes. Y, sobre todo, siguen sin resolver el enorme déficit comercial de EEUU con China.
Con esta gira, Trump ha demostrado ser incapaz de enfrentarse a China. Critica y amenaza en casa. O desde la cumbre APEC, en Vietnam o en la de la ASEAN, en Filipinas, pero no cara a cara. Trump carece de una visión clara en su política exterior. Mientras tanto, Washington se aísla cada vez más a sí mismo.