El Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) y su secretario general, Martin Schulz, candidato a canciller en las elecciones alemanas del próximo 24 de septiembre, han cosechado tres derrotas consecutivas en las elecciones regionales. Cuando fue nominado en enero para la cancillería, la formación se benefició del llamado “efecto Schulz”, que se tradujo en un impulso en las encuestas, nuevos afiliados y simpatizantes. Sin embargo, tras una breve recuperación, la SPD se ha desinflado.
El primer pinchazo fue el 26 de marzo en el pequeño Land del Sarre (Saarland), lindando con Francia. En esa ocasión, fue elegida para un tercer mandato la ministra-presidenta cristianodemócrata (CDU), con más del 40% de los votos. Más grave fue la sorpresa del 7 de mayo en los comicios de Schleswig-Holstein, al norte, en la frontera con Dinamarca. Allí los conservadores desbancaron con el 32% de los votos al mandatario socialdemócrata, que quedó a cinco puntos.
Pero sin duda el peor batacazo electoral de la SPD ha tenido lugar este domingo en Renania del Norte-Westfalia (Nordrhein-Westfalen). Es el Land más poblado, con 17,5 millones de habitantes, y el que aporta un mayor porcentaje al PIB alemán. Asimismo, es el que tiene más problemas con una mayor proporción de población en riesgo de exclusión social y la más alta tasa de desempleo de Alemania occidental. En cuanto a la deuda pública, se habla de un “escenario griego”.
En la cuenca del Ruhr la socialdemocracia antaño solía obtener mayoría absoluta. Ahora esos votantes se sienten los perdedores de las reformas laborales implementadas por la llamada Agenda 2010. Además de ser el bastión tradicional del SPD, es la patria chica de Schulz. Y ha sido justo aquí donde su formación ha obtenido los peores resultados desde 1947. Si bien en teoría el discurso de Schulz basado en la “justicia social” tendría que haber sido bien recibido, no le proporcionó mucho apoyo. El enfoque conservador en la seguridad causó más impacto. El expresidente del Parlamento Europeo, que dice no ser “mago”, ha admitido haber vivido un día muy amargo.
Es la segunda vez en cinco décadas que la CDU gana en Renania del Norte-Westfalia. La carismática líder y gran esperanza del SPD, Hannelore Kraft, ha sido destronada por el más bien anodino Armin Laschet. Es curioso lo ocurrido con Kraft, que ha anunciado su dimisión. Tras siete años de gobierno en coalición con Los Verdes, la mayor ventaja de esta mujer fuerte y política experimentada radicaba en la escasa fuerza de la CDU. Kraft supo mover los hilos y coordinar la acción socialdemócrata en la Cámara Alta o Bundesrat. No obstante, se mantuvo apartada de la política federal. Y eso fue una equivocación.
Hay que recordar que esta votación ha tenido lugar a cuatro meses y medio de las elecciones para el Bundestag y son consideradas la verdadera prueba para el ejecutivo federal. De hecho, Berlín siempre ha estado muy atenta a lo que sucede en Düsseldorf, capital de Renania del Norte-Westfalia. Así pues, no hay que engañarse: el ganador, Laschet, tranquilo y también soso no fue realmente el artífice de la victoria. Detrás de su éxito está Angela Merkel.
En esta ocasión, los clásicos temas locales como el alto índice de criminalidad, la reducción de horas en las escuelas o los atascos en las autopistas tan solo tuvieron un papel menor. Pocas veces fueron tan determinantes los asuntos internacionales. Hay gran inquietud ante una Unión Europea golpeada por el Brexit y los populismos. Y sobre todo por un Donald Trump cada vez más imprevisible.
Vuelve a funcionar la táctica de la canciller: hacer poco, mantener la calma, y dejar que los demás cometan los errores. No solo esto, ha sabido recuperar de otros partidos lo que en el suyo ha perdido debido a los críticos. Un ejemplo: Los Verdes, a los que en cierta manera ha arrebatado su campo de operación. Este partido, además de hacer bandera de la ecología, aboga por acoger a los refugiados. El aplauso, sin embargo, se lo lleva una pragmática Merkel capaz tanto de poner el acento en una política migratoria humanitaria como en la seguridad.
La buena noticia es que los populistas de la Alternativa por Alemania, AfD, se debilitan. Es cierto que con estos últimos comicios y sobrepasando el necesario 5% han conseguido estar presentes en 13 de los 16 parlamentos regionales. Pero han sido éxitos pequeños. No han alcanzado mucho más apoyo con su discurso provocador y xenófobo, y parecen estancarse aunque los sondeos siguen augurando su entrada en el Bundestag.
A diferencia del resto de Europa, la AfD continúa al mismo nivel de los partidos pequeños como Los Verdes y La Izquierda (Die Linke). Mientras tanto, CDU y SPD compiten por defender su poder. El panorama electoral germano queda así más o menos estable.
El resultado en Renania del Norte-Westfalia también ofrece una alternativa a la “gran coalición” que gobierna el país. Destaca el resurgimiento del Partido Liberal (FDP), que se convirtió en tercera fuerza, con un 12%. Socio frecuente de la CDU, podría implicar el retorno de esta u otras combinaciones de gobierno. Una coalición que podría volver a darse en el ámbito federal.
El éxito liberal se debe en gran medida a Christian Lindner. La estrategia del joven político (38 años) que lidera la FDP desde 2013 está funcionando. Consiste en renovarse desde los Länder para regresar al Bundestag tras una ausencia de cuatro años.
Los Verdes, por su parte, perdieron mucho terreno al obtener un 6% (frente al 11,3% anterior). Quizá todavía tengan la oportunidad de llegar a un acuerdo y sacar así algún beneficio de la derrota. Como CDU y FDP no alcanzan la mayoría absoluta, puede darse la coalición “Jamaica” con Los Verdes (por los colores de los tres partidos que coinciden con la bandera de la isla caribeña). A pesar de que Los Verdes ya se habían pronunciado antes contra “Jamaica”, esa posible alianza tripartita podría ser ineludible. Tanto en Düsseldorf como a partir de otoño en Berlín, donde se quiere evitar una nueva gran coalición. Esta sería una posibilidad, en especial cuando en lugar de cuatro son seis los partidos en el hemiciclo.
Schulz habría sido un buen candidato en una situación como la francesa que necesitaba la llegada de un “salvador” desconocido para salir de la crisis económica y política. Pero la Alemania actual no necesita un redentor: tiene a Merkel, que se muestra como un ancla de estabilidad a nivel nacional e internacional. Y Schulz ha de percatarse de que lidera una socialdemocracia sumida en una profunda crisis.
La tendencia que se vislumbra es clara. Aunque es pronto para afirmar que Merkel haya garantizado su reelección. Precisamente, el peligro para la CDU es que se de por garantizada una victoria en los comicios federales de septiembre. Nada está decidido: es el mensaje que ambos candidatos van a repetir a sus correligionarios.
Tras tres derrotas consecutivas, Schulz está sometido a una gran presión. Su optimismo ha sufrido un serio revés. La unidad del SPD es frágil y él lo sabe. Por eso ha evitado pronunciarse acerca de cuestiones espinosas. Pero eso ya no basta; debe ser un líder programático que pese al peligro de escisión, sea capaz de posicionarse claramente en política europea, fiscal y social.
Tampoco Merkel puede confiarse. En el Sarre supo aprovechar el miedo a una eventual alianza entre el SPD y Die Linke de Oskar Lafontaine. En Schleswig-Holstein y Renania del Norte-Westfalia el acicate fue tratar de conseguir una victoria en dos Länder de tradición socialdemócrata, donde se consideraba improbable una victoria conservadora. A partir de ahora tendrá que empezar a buscar nuevos estímulos para movilizar al electorado hasta la gran cita en las urnas el 24 de septiembre.