Los periodistas que cubren la ONU encuentran un sistema informativo tan complejo como el funcionamiento político de esta institución. Es fácil conseguir datos cuando hacen referencia a éxitos u operativos lejanos, pero investigar sobre aspectos internos se hace más cuesta arriba. Como ponerse de acuerdo.
Técnicamente, el territorio próximo a Turtle Bay (Nueva York) donde se ubica la ONU no es estadounidense sino internacional, lo que permite a la sede de Naciones Unidas regirse por sus propias reglas y procesos, también en lo tocante a transparencia y libertad de prensa. “Están prácticamente diseñados institucionalmente para mostrar solo lo que quieren mostrar”, decía estos días Pamela Falk, presidenta de la Asociación de Corresponsales de la ONU (UNCA) y reportera de la cadena CBS. “La inmunidad da a la ONU impunidad”, explicaba a la revista Columbia Journalism Review en un artículo crítico sobre la institución.
Con una actividad diplomática y humanitaria febril y unos servicios de prensa muy potentes, la ONU difunde continuamente información a través de redes sociales como Twitter (en su cuenta principal y en otras nacionales o correspondientes a sus distintas agencias). Pero un usuario como como su portavoz suele publicar sobre todo comunicados en clave positiva. La mañana que un ataque terrorista despedaza por sorpresa alguna plaza del mundo, esta cuenta puede relatar el viaje ya previsto Ban Ki Moon al otro lado del planeta para inaugurar algún centro. No es cuestión de insensibilidad, sino de agenda y de logística.
La falta de agilidad a la hora de pronunciarse con contundencia sobre las crisis –más allá de los habituales “la ONU lamenta” o “la ONU urge”- y sobre todo la opacidad molestan a los periodistas cuando se detectan grandes fallos como en Darfur, acusaciones de abusos sexuales en otras operaciones de paz o mal uso de la inmunidad por parte de sus diplomáticos.
Ha habido intentos de establecer una oficina para la libertad de información en el «campus ONU» que garantice el derecho a desclasificar documentos, pero quedaron en el limbo de las medidas no tomadas. De la ONU forman parte gobiernos no democráticos que no comparten la acepción habitual del término “apertura”. Y hay otros gobiernos que, siendo democráticos, prefieren no exponer negociaciones discretas poco justificables. Paradójicamente, las filtraciones son continuas: a través del email, vía SMS desde una reunión que a priori es a puerta cerrada… Pero el grado de interés que las rodea es altísimo.
El círculo cerrado, elitista y apegado a las tradiciones que conforman las corresponsalías en la ONU tampoco pone las cosas fáciles. El reportero del blog especializado en Naciones Unidas Inner City Press Matthew Lee, conocido por sus preguntas incisivas, fue muy bien acogido al convertirse en uno de los primeros blogueros acreditados por la institución. Pero ha terminado siendo acusado de “antagonismo obsesivo” por los otros corresponsales, mientras él les ha tildado de “perros falderos” provocando una queja oficial de AP. El despacho del periodista, que ha creado la asociación alternativa a UNCA Free UN Coalition for Access, llegó a ser registrado hace unos meses por oficiales de Naciones Unidas tras denuncias de insalubridad por parte de sus compañeros. Fue una guerra abierta.
La Asamblea General, que se celebra esta semana, es el gran momento anual de la ONU, con numerosos medios atraídos como polillas a la luz por la concentración infrecuente de líderes mundiales. Barack Obama, en una decisión inusual, presidirá el Consejo de Seguridad dentro de su campaña de máxima exposición para lograr el “todos contra el Ejército Islámico”. No será difícil obtener declaraciones oficiales o fotografías. Siempre que se tome a la ONU por su buen perfil.