Es el club de moda, todos quieren formar parte de él y su nombre es tan sencillo como pegadizo: BRIC. Fue fundado hace diez años por Jim O’Neill, economista jefe de Goldman Sachs, y desde entonces su popularidad no ha parado de crecer. Su celosa exclusividad quizá haya ayudado al éxito del local: sólo cuatro países tienen carné de miembros (Brasil, Rusia, India y China), a pesar de las visitas regulares de Estados amigos como Suráfrica, México o Turquía.
Ahora el club quiere ampliar el número de socios y se plantea un cambio de nombre. O’Neill cree que ha llegado la hora de refrescar la manera de medir y aproximarse a estos mercados, que ya han dejado la categoría de “emergentes” para pasar a la de “desarrollados”. ¿Y la nueva etiqueta? Algo menos pegadiza, aunque con fuerza: “mercados en expansión”.
¿Qué hay de los nuevos miembros? O’Neill señala cuatro, lo que supone doblar el número, aunque manteniéndolo en los márgenes de la exclusividad. México, Corea del Sur, Turquía e Indonesia pueden sentirse orgullosos: el ahora presidente de Goldman Sachs Asset Management ve en ellos madera de campeones. “Cualquier economía que alcanza el 1% del Producto Interior Bruto global y tiene potencial para aumentarlo -afirma O’Neill- debe ser tomada en serio”.
México y Corea del Sur suponen cada uno el 1,6% del PIB global, mientras que Turquía alcanza el 1,2% e Indonesia, el 1,1%. Este no es el único criterio, por supuesto. El tamaño del país, de su demografía y de su potencial de crecimiento son determinantes. Suráfrica, por ejemplo, afirma O’Neill, no estaría a la altura.
¿Qué tienen en común los BRIC, más allá de su creciente poder económico y político? Según Lluís Bassets, “a estos nuevos poderes les interesa más la multipolaridad que el multilateralismo. Quieren más sillas en los organismos internacionales, pero las pretensiones europeas de un mundo gobernado por la justicia internacional tropezarán con su oposición”.
Los cuatro, además, suspenden de forma abrumadora en los índices de corrupción que publica Transparencia Internacional. Son países que sufren en su seno una gran desigualdad y su registro en cuestión de derechos humanos es variable: China y Rusia son regímenes autoritarios que gobiernan a su población con mano de hierro, mientras que Brasil e India son dos de las mayores democracias del mundo, tan complejas como libres.
Entre los cuatro suponen el 40% de la población mundial y el 20% de la economía global. La pregunta claves es: ¿serán capaces de unir sus fuerzas y perseguir objetivos comunes? El debate en torno a si serán capaces de superar sus diferencias y cooperar de manera estrecha sigue abierto. Analistas como Uri Dadusch (Carnegie Endowment for International Peace) o Charles Kupchan (CFR) se muestran escépticos. No ven a los BRIC como un grupo cohesionado que vaya a seguir cooperando de aquí a 20 años y creen que eventualmente se integrarán en el G-20, dado que éste grupo aglutina un amplio rango de intereses políticos y económicos.
“A medida que estos países maduren”, afirma Kupchan, “encontrarán otro foro más útil. Es propio de países en auge querer su sitio en la mesa, pero eso no significa que esto vaya a durar para siempre”.
El próximo local de moda, aún secreto, espera su momento.
Para más información:
Jennifer Hughes, «BRIC creator adds newcomers to list». Financial Times, enero 2011.
Roya Wolverson, «Building a BRIC Foundation». Council on Foreign Relations, abril 2010.
Lluís Bassets, «Tierras raras, poderes emergentes». Del alfiler al elefante, octubre 2010.
Editorial, «El mundo emergente». Política Exterior núm. 137, septiembre-octubre 2010.
Peter Hakim, «Brasil: decisiones de una nueva potencia». Política Exterior núm. 137, septiembre-octubre 2010.
Mark Leonard e Ivan Krastev, «El fantasma de la Europa multipolar». Política Exterior núm. 139, enero-febrero 2010.