Afganistán, India y China fracturan la alianza entre Estados Unidos y Pakistán

¿Tiene futuro la alianza entre Pakistán y Estados Unidos?

 |  25 de mayo de 2015

En su versión alternativa sobre la muerte de Osama bin Laden, Seymour Hersh describe una colaboración profunda entre Pakistán y Estados Unidos. Un analista de inteligencia le explica que los oficiales pakistanís se consideran los guardianes de las esencias patrias frente al fundamentalismo islámico. “Nunca cortarán los lazos personales con nosotros”, concluye. Aunque las críticas que ha generado el artículo se centran en las fuentes de Hersh y la viabilidad de su relato, la colaboración entre Islamabad y Washington tampoco parece tan sólida en el mundo real. La alianza entre ambos países, indispensable en el pasado, pasa por horas bajas.

Pakistán sufre el mismo problema que Alemania antes y después de Otto von Bismarck.  El canciller de hierro observó que la política exterior de su país no debería estar supeditada a enemistades incondicionales. Su opinión era anatema en el Berlín de aquel entonces, enemigo íntimo de París. Cuando Bismarck se enfrentó al Imperio Austrohúngaro, abandonando temporalmente la enemistad con Francia, muchos de sus compatriotas –incluido su mentor, Leopold von Gerlach– le consideraron un hereje antes que un genio. Desprovistos del talento de Bismarck, sus sucesores volverían a convertir a Francia en un enemigo incondicional de Alemania, con consecuencias desastrosas para ambos países.

Enfrentado con India desde su fundación (en 1947), Pakistán también supedita su política exterior a una enemistad existencial. Esto ha convertido a las fuerzas armadas en la columna vertebral del país, que por lo demás está profundamente fragmentado. Como señala Christine Fair, mientras que otros países tienen un ejército, el ejército pakistaní tiene un país. Tradicionalmente, EE UU ha apuntalado a dicho ejército, armándolo y permitiendo que desarrollase armas nucleares. A cambio, el ejército (y su famoso servicio de inteligencia, el ISI) colabora con los objetivos de EE UU en su vecindario.

El primer motivo del desgaste en la relación entre ambos países es Afganistán. Pakistán necesita un aliado en su retaguardia ante un posible conflicto armado con India. Con Nueva Delhi cultivando al gobierno afgano, Islamabad ve a los talibanes como un mal menor. Es bien sabido que Pakistán juega a dos bandas en Afganistán, distinguiendo entre talibanes “buenos y malos” y atacando a los segundos al tiempo que apoya discretamente a los primeros. La frontera porosa entre ambos países ofrece a los talibanes un santuario, especialmente en las áreas tribales de Waziristán. Para EE UU esta ambigüedad resulta frustrante, incluso aunque gobierno pakistaní tolere los ataques de drones estadounidenses en Waziristán.

En su visita a Pakistán en enero de 2015, John Kerry, secretario de Estado americano, consiguió extraer concesiones importantes del primer ministro, Nawaz Sharif. Su gobierno ilegal la Red Haqqani, un grupo cercano a los talibanes que opera en Afganistán, y al que que hasta ahora Islamabad había tolerado. El país también ha anunciado su voluntad de colaborar con Afganistán en la lucha contra grupos insurgentes en la región. Pero una parte considerable del gobierno y el ejército pakistanís se oponen a fracturar a su propio país para atacar a enemigos americanos. En diciembre, Sartaj Aziz, asesor de seguridad del primer ministro, objetó que los enemigos de EE UU se conviertan automáticamente en enemigos de Pakistán: “algunos de ellos son peligrosos para nosotros, y otros no. ¿Por qué enemistarnos con todos?”

El segundo motivo de fricción es China. Desde la guerra sino-india de 1962, Pakistán y Pekín han mantenido una relación cercana. Según Andrew Small, especialista en la relación entre ambos países, “es la única verdadera amistad” de la que los dos pueden presumir. La inauguración del puerto de Gwadar (operado por China) y la apertura de un corredor económico conectando ambos países hacen de Pakistán un destino prioritario en los ambiciosos proyectos comerciales chinos. “Me siento como si viniese a visitar la casa de mi propio hermano”, declaró el presidente chino Xi Jinping en su reciente visita oficial a Pakistán.

Con la competición económica y militar entre China y EE UU aumentando rápidamente, mantener a ambos aliados satisfechos exigirá un esfuerzo considerable por parte de Pakistán. Más aún cuando EE UU, en su intento de aliarse con contrapesos regionales de China, está estrechando lazos con India. La reciente visita de Barack Obama al primer ministro indio Narendra Modi, que cumple un año en el poder, no ha pasado desapercibida en Islamabad. Y menos aún en Rawalpindi, sede del ejército pakistaní.

 

 

 

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