Los resultados electorales del 22 de octubre en Argentina confirmaron los obtenidos en las PASO (primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias) de agosto. El oficialismo terminó fortalecido, obteniendo en las elecciones legislativas más del 41% de los votos en todo el país y triunfando en los distritos de la Ciudad y de la Provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza (también en provincias peronistas del norte y del sur). En la provincia de Buenos Aires, en las elecciones para el Senado, Cambiemos logró el 41,38% y Unidad Ciudadana el 37,24% de los sufragios, resultando derrotada la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK).
¿Cómo afectarán las elecciones a la marcha de la gestión? El gobierno tendrá más legisladores en ambas Cámaras, suma 21 asientos en la Cámara de Diputados y 9 en el Senado. Pero ello no le alcanzará para obtener las leyes que necesita. Deberá volver a la política de acuerdos y construir puentes de consenso. Para hacerlo blandirá el apoyo de los electores que engrosó la legitimidad del presidente, Mauricio Macri, y deberá superar el clima de polarización que instaló como estrategia electoral. El triunfo del oficialismo refleja más que el cambio de época el triunfo de una batalla cultural ganada contra el kirchnerismo.
Sería apresurado hablar de una vuelta de página del populismo o la desaparición de la construcción política de Néstor y Cristina Kirchner. Las evaluaciones precipitadas no hacen más que recrear una política argentina repleta de zombis (que nunca terminan de morirse). Cambiemos no triunfó por la mejora económica o la reducción de la pobreza según su última medición, sino porque se planteó como la superación del anterior período kirchnerista, una etapa presentada como mero pasado y puro óxido.
Asimismo, fue la fuerza política que mejor recreó las expectativas de cambio y mejora hacia el futuro. En la democracia la política es cuestión volátil, pues el voto se decide por percepciones y sensaciones más que convicciones. El gobierno debería tomar el resultado electoral como un importante espaldarazo, pero sin caer en la soberbia que hizo gala el último gobierno de CFK cuando enrostraba a toda crítica opositora el triunfo de la entonces presidenta por el 54% en las elecciones de 2011.
¿Habrá más o menos diálogo? Un signo de auténtico cambio en la política argentina sería que un gobierno que sale con mayor poder luego de una prueba electoral abriera el juego a una política de construcción de debates y de acuerdos. Si Cambiemos hiciera eso estaríamos en presencia de un verdadero cambio. En otras palabras, próximamente estaremos frente a un test sobre el auténtico ADN de Cambiemos.
¿Nueva etapa peronista?
Por el lado de la oposición la situación no deja de ser compleja. En la elección para diputados el kirchnerismo se alzó con alrededor del 22% de los votos y el Partido Justicialista no kirchnerista con un 15%. Líderes moderados y con un estilo muy distinto a la expresidenta han tenido malos resultados electorales, por ejemplo los gobernadores Juan Manuel Urtubey y Juan Schiaretti en Salta y Córdoba, respectivamente. Los favorecidos por los números electorales de sus distritos no parecen tener un perfil suficiente para liderar la nueva etapa peronista, ni siquiera el triunfante exgobernador de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá.
CFK está en franco declive, pensar en su vuelta al poder parece hoy pura y casi delirante imaginación. Aunque es el político peronista que más apoyo de votos tiene. El peronismo tiene hoy un problema que fue siempre más propio de otras fuerzas, pero que lo empieza a aquejar: la falta de un liderazgo. La expresidenta no confrontó su posicionamiento dentro del peronismo, no fue a internas y se presentó con un nuevo sello electoral. Debilitó así a Florencio Randazzo –quien representó al partido en la provincia de Buenos Aires– que hizo lo que pudo, pero más allá de sus intenciones está claro que no es el líder del reemplazo.
Sergio Massa obtuvo –también en el distrito bonaerense– un 11,3% con un acuerdo con Margarita Stolbizer, que le dio credenciales éticas pero pocos votos. El recorrido de Massa fuera del peronismo augura un desierto difícil de cruzar y que puede demorar el tiempo exacto en que se desactive una polarización que lo tiene como principal víctima. Un tiempo sin tiempos. Probablemente él necesita del peronismo tanto como el peronismo de líderes que conmuevan un poco más a sus públicos actuales y potenciales. Lo que ha hecho Massa en los últimos años no fue peronismo, pero con Cambiemos, el PJ no kirchnerista y el kirchnerismo la construcción de un espacio que contiene superposiciones parciales con todos no es tarea fácil. Su discurso apunta explícitamente a una clase media que, justamente, ha sido el objetivo de todos los competidores en esta contienda electoral.
Pero quizá hay otro problema aún mayor que el liderazgo en el peronismo de hoy y es el no tener una idea seductora sobre el futuro –y el presente– para vastos sectores que no lo han votado en esta última elección. La situación tenderá a empeorar gracias a la acción de una “justicia velero” siempre impulsada por los vientos de la política y que lleva a los tribunales a los principales exponentes del gobierno de CFK.
Discutir sobre las relaciones, semejanzas y diferencias entre peronismo y kirchnerismo, kirchnerismo y peronismo es realmente un sinsentido. El peronismo puede serlo todo, en distintas etapas y hasta en un mismo momento. Lo que necesita hoy es un líder y un argumento (incluso no hace falta que respete el variado cúmulo de sus “supuestas esencias”). Falta por cierto la plasticidad y la perspicacia de un líder que pueda otear el horizonte de los nuevos tiempos nacionales e internacionales y darle así un contenido nuevo al peronismo que viene. CFK no parece ser esa figura. Solo la hipótesis de un repentino e inexplicable fracaso del oficialismo la pondría nuevamente en carrera.
Horizonte político
Cambiemos inicia el segundo tramo del mandato. El gobierno tiene previsto aumentos de tarifas de los servicios públicos y llevar adelante reformas en materia impositiva, previsional y laboral. Deberá reunirse con los gobernadores y con los distintos sectores de la vida económica y productiva del país. Veremos qué tipo de presidente asoma en este segundo tramo de la primera administración de Macri. Sabremos si vuelve a retomar la senda del diálogo y los acuerdos, o si decide profundizar una polarización que le trajo réditos electorales y que podría convertirse en confrontación política.
La Argentina ha tenido ejemplos de ambos tipos de presidente. En cualquier caso, el gobierno deberá ponderar finamente los efectos que tendrán las medidas económicas anunciadas en el humor social de las distintas capas de la población. Si se produce un ajuste económico, la frase “cuanto antes mejor” podría ser la expresión más adecuada a los intereses y los tiempos políticos de Cambiemos. La reelección de Macri tiene muy buenas perspectivas y solo una gran ola de descontento o de revueltas sociales podría poner obstáculos y riesgos en el camino.