Al otro lado de Skype Juan Restrepo, ubicado en una casa luminosa de Medellín, señala una figurita blanca de en su estantería colocada junto a un libro de Mao. “Es la Diosa de la Democracia que, a imitación de la Estatua de la Libertad, hicieron los estudiantes chinos aquellos días en la Escuela de Bellas Artes. La llevaron en pedazos a la plaza y la montaron. Estuvo allí hasta que entraron los tanques. Fue una gran bofetada para el gobierno. El último pataleo”.
Su memoria está llena de imágenes de aquellos días. Tiananmen fue para este periodista “lo más importante que hice en 35 años de televisión, pero también lo más frustrante”. En cierto modo, este reportero que llegó aquellos días a Pekín desde Manila (donde tenía su sede como corresponsal de Asia-Pacífico para Televisión Española) considera que no se ha hecho justicia a lo mucho que el periodismo español consiguió allí.
Restrepo y el equipo de TVE que le acompañaba (el reportero gráfico José Luis Márquez –conocido por su tarea en Los Balcanes junto a Arturo Pérez-Reverte– y el asistente Fermín Rodríguez) fueron los únicos periodistas presentes en la plaza cuando se produjo el desalojo, en la madrugada del 3 al 4 de junio de 1989. Eso hizo que consiguieran una de las mayores exclusivas mundiales de la televisión pública española en toda su historia. El reportero minimiza la influencia que tuvo en ello el talento y maximiza la de la corazonada: “En periodismo es importante saber, pero a veces el azar y la suerte cuentan mucho”.
Al caer la tarde del 3 de junio los periodistas occidentales que llevaban días cubriendo las revueltas habían abandonado ya la plaza, donde acampaban miles de estudiantes, para retirarse a sus hoteles. En el Sheraton, donde se alojaba TVE, Restrepo tuvo tres golpes de suerte: uno, su traductora llamó para avisar de que había disparos y violencia en las calles; dos, tomó la decisión afortunada de ir a Tiananmen e intentar entrar; tres, consiguió un sorprendente taxi solitario dispuesto a trasladar a todo el equipo. “Aquel chino valiente es un hombre al que estaré agradecido toda la vida”, cuenta.
En el camino a la plaza había bicicletas aplastadas, camionetas y calesas orientales a pedales que circulaban cargadas de muertos y heridos, cuerpos ensangrentados… Aquí pueden verse algunas imágenes que conmovieron, como la que mostraba a un estudiante con el cerebro reventado (contenido explícito). “Era antes de la medianoche –recuerda–. Hubo muertos durante toda aquella tarde”. No ha llegado a haber cifras definitivas de fallecidos, pero el abanico se extiende desde los cientos a los miles y es en cualquier caso dramático.
Los periodistas españoles lograron acceder a la plaza desde el sur y grabaron, sin presencia de otros reporteros y sin que los soldados se lo impidieran, el desalojo, que se produjo entre las 4 y las 6 de la madrugada. Vivir aquello procuró a Restrepo el momento más emocionante de toda su carrera, pero también una divergencia permanente con la narración que ha llegado hasta hoy. Este periodista, que fue consciente del drama que vivía, cree sin embargo que expresiones como “matanza de Tiananmen” no son rigurosas, y lleva años batallando contra “ese tipo de imprecisiones que han influido mucho para que no se conozca la verdad”.
Aunque no cambie lo esencial, que hubo una masacre, los muertos y heridos que TVE enseñó al mundo se grabaron “antes de entrar a la plaza”. Restrepo ya relató en Iberchina.org, a los 20 años de aquellos sucesos, qué desorden técnico provocó el error de creer que aquellas grabaciones eran del desalojo. Por miedo a que les detuvieran y confiscaran el material, los periodistas de TVE grababan pequeños lapsos e iban guardando las cintas. Al acabarlas todas, volvieron a tomar las ya usadas para grabar en sus huecos vacíos. No había conexión por satélite. Tampoco existía Internet. Llevadas hasta Honk Kong por una paloma (un mensajero) de la televisión estadounidense ABC, que inmediatamente se interesó por ellas, las imágenes fueron editadas sin tener en cuenta esos saltos cronológicos. Los cadáveres grabados antes del desalojo se interpretaron como víctimas del mismo en un momento en que ya todas las agencias hablaban de “matanza de Tiananmen”. “Cuando intenté aclararlo en los meses siguientes, decían que estaba loco”, explica.
El periodista insiste en que el desalojo no sucedió con la violencia con que se ha contado: “No fue precisamente un baile de señoritas. Había porras, fusiles, empujones, gritos… Pero no vimos disparos allí ni una matanza”. Avanzando en forma de ele invertida, los soldados fueron llevando a los estudiantes a la esquina suroriental de la plaza, por donde salieron. “Nos tocó presenciar la tranquilidad paradójica con que sucedía esto en la plaza mientras fuera, y en particular en zonas como la Avenida Changan, ya vivían una verdadera tragedia. Desde la plaza sentíamos las explosiones, el cielo iluminado, los disparos… Pero dentro no los había”. Con las primeras luces, los periodistas de TVE abandonaron la plaza junto a los estudiantes, mientras empezaban a llegar otros colegas como Richard Nations, de The Spectator. Las muertes siguieron produciéndose toda esa mañana.
La imagen de Tiananmen que ha pasado a la Historia es la del hombre del tanque, pero incluso ese icono arrastra cierta confusión. “Está tomada desde el Hotel Pekín y no muestra la plaza, sino la avenida Changan”, puntualiza Restrepo.
Una difícil convivencia
Restrepo recuerda las “condiciones tremendamente precarias” en las que tuvo que trabajar. Aclara que no desea hablar mal de Televisión Española como empresa, porque se lo agradece todo por los 35 años que pasó allí. Sin embargo, sí recuerda falta de comprensión e importantes fallos de gestión por parte de personas concretas. Diego Carcedo dirigía entonces los servicios informativos. En TVE eran tiempos convulsos, de huelga. “Mientras había televisiones que contaban con seis o siete cámaras, a mí me dejaron sin equipo de edición. Se llevaron el que estaba allí para cubrir la visita de Gorbachov a Pekín”. El periodista recuerda que Pilar Miró le dijo tiempo después: “Juan, qué solo estuviste”.
También las diferencias en el seno del equipo, y especialmente con Márquez, hicieron mella. Restrepo dice que aprecia a su compañero y le describe como alguien valiente, intuitivo y muy buen cámara, pero tremendamente hostil a su persona y de difícil carácter: “Se creía la última Coca Cola del desierto”. Eran tiempos, según recuerda el reportero, en los que algunos cámaras se comportaban como una casta que no aceptaba instrucciones y cuyos miembros exigían ser llamados “reporteros gráficos”: “Algunos de ellos, no todos, creían que eran los que hacían televisión, no nosotros, los plumillas”. Sus relaciones con Carcedo no fueron mejores: “Me premió cesándome en la corresponsalía de Extremo Oriente y cerrándola”.
Restrepo cree que el mejor documental que se ha hecho sobre Tiananmen es The gate of Heavenly Peace, a cuya autora, Carma Hinton, le costó bastante incluir imágenes de TVE. Y se pregunta por qué Televisión Española tiene que recurrir a un documental de factura francesa para contar lo que sucedió en lugar de hacer una vez por todas un especial con las ricas grabaciones propias de que dispone. Después de aquellos acontecimientos se realizaron varios reportajes -el reportero señala que algunos obviaron su labor– pero no se empleó todo el material. “Se contentaron con que fue una exclusiva mundial, que dio la vuelta al mundo. Pero contar verdaderamente lo que pasó nunca se ha hecho en 25 años”.
Eugenio Bregolat, embajador en China en aquel periodo, escribe en Política Exterior: «Ya es hora de editar adecuadamente aquellas imágenes, una de las mayores exclusivas de TVE a lo largo de su historia». Enrique Fanjul, que en aquella época era consejero comercial de la misma embajada, ha buscado las grabaciones sin éxito, según testimonio reflejado por Luis Matías López en su blog: «(…) intenté acceder a ellas (…), visité incluso los archivos, pero no pudimos encontrarlas. TVE tenía –quizás aún lo tiene– un material de incalculable valor periodístico e histórico”.
En vista del desorden con que se hizo la edición de aquel material en Hong Kong y de que después no se hacía ningún programa que lo clarificase, Restrepo copió algunas imágenes que consideró de importancia extrema. Su idea era salvarlas por si algún día se hacía ese programa, pero supone que TVE también debe de conservarlas. “Es una cuestión de buscarlo con detenimiento. Es un documento básico para la historia de la China contemporánea”.
Antes había cubierto golpes de Estado, manifestaciones callejeras (como las de Corea del Sur) y desastres naturales desde la India hasta Honolulu. Posteriormente los cubriría en todo América Latina. Pero a Restrepo nada le volvió a conmocionar tanto jamás. “Fue la primera revolución transmitida en directo por la televisión, el bautismo de fuego de los canales 24 horas, el gran momento de la televisión del siglo XX”. Dice no tener nostalgia, pero reflexiona muy emocionado: “Si la prensa no está, los acontecimientos no existen. Un año antes hubo una matanza mucho más grande y grave en Rangún y no nos enteramos. Cuando le conté lo ocurrido en Pekín a Aung San Suu Kyi, no le impresionó. Su país había pasado por algo peor”.
Cuando Restrepo se retiró, solo había una persona que llevaba más años que él apareciendo en la pequeña pantalla, Pedro Erquicia. Llegaron a concederle un premio Rey de España por su trabajo sobre el narcotráfico en Colombia, su siguiente destino como corresponsal, pero nunca galardonaron a aquel equipo de TVE, desunido pero audaz, por la noche de Pekín.