Internet y las redes sociales han cambiado la forma de comunicarnos. De una época en la que dominó la comunicación de masas, liderada por la televisión, pasamos a la autocomunicación de masas, donde el amplio abanico de posibilidades nos permite seleccionar una información de antemano adaptada para un público concreto. El acierto de Manuel Castells con este término sería absoluto si no fuese porque falló al describir el papel del poder político: “Los gobiernos odian Internet, fundamentalmente porque es un desafío básico a lo que siempre fue el fundamento de su poder, que es el control de la información y la comunicación”.
No cuadra esta afirmación con el hecho de que casi la totalidad de los líderes mundiales tenga presencia en redes sociales. El poder (como la energía) no desaparece, sino que se transforma. En 2015, 172 jefes de Estado y de gobierno y más de 4.000 embajadas y embajadores tenían cuentas personales en Twitter. En Facebook, casi el 90% de los gobiernos y líderes de Naciones Unidas tienen presencia. Y en Instagram, epítome del domino de lo visual, el 70% de los Estados está representado.
En Estados Unidos, la mayoría de los comprendidos entre los 18 y 49 años edad prefieren ver YouTube que la televisión por cable. No sorprende entonces que se haya convertido en una plataforma más en las campañas políticas y que multitud de gobiernos y líderes mundiales la utilicen para acercarse a los ciudadanos.
Barack Obama, junto a la Casa Blanca, encabeza todas las listas, tanto en número de subscriptores como en vídeos con más visualizaciones y me gusta. No es casualidad que The Washington Post se refiera a él como el rey de las redes sociales. Obama fue el primer líder mundial en subir un vídeo a YouTube. Dos años después, en las elecciones de 2008, sumaba más de 1.800 vídeos. Su nueva forma de hacer campaña sentó precedentes y a día de hoy sigue siendo objeto de estudio y de inspiración.
En diez años hasta un total de 340 jefes de Estado y de gobierno y ministros de Asuntos Exteriores de 148 países han abierto canales en esta red. Entre vídeos sobre las actividades semanales de los gobiernos, vida privada de presidentes, documentales, consejos y vídeos en directo, suman más de 200.000 archivos, analizados en este estudio por Burson-Marsteller.
No hay más que mirar los rankings para ver que este fenómeno se ha extendido por todo el mundo. Gobiernos o líderes europeos apenas se encuentran entre los canales más seguidos o activos, pero Narendra Modi le pisa los talones al presidente de EE UU en número de subscriptores, acompañado de otros líderes como al-Sisi o la reina Rania de Jordania. Esta última, junto a Obama, tienen una media de casi 100.000 visionados por vídeo.
Con una recepción y un público tan amplio, las posibilidades que ofrece esta plataforma son igual de amplias. Los dos vídeos más vistos pertenecen a Obama y son bastante distintos entre ellos. Su baile en el programa de televisión de Ellen Degeneres suma trece millones de visualizaciones, frente a los nueve millones de su discurso de agradecimiento en las elecciones de 2012. Lo divino y lo humano, sin solución de continuidad.
Los vídeos más vistos de la Comisión Europea son los utilizados para promocionar el cine europeo. La reina Rania utiliza su canal en defensa de la mujer y para derribar los estereotipos del mundo árabe. Muchos líderes mundiales emplean YouTube para resolver dudas de los ciudadanos, como Mark Rutte, Narendra Modi o Matteo Renzi. Incluso vídeos de larga duración, como la boda del Príncipe William, con más de dos millones de visitas, son bien acogidos.
YouTube, como el resto de redes sociales, puede ser visto además como un reflejo de la situación política. La aprobación por parte de los usuarios, el número de visionados y compartidos y los comentarios pueden mostrar cuáles son las preferencias de los ciudadanos en un momento dado. El terreno de batalla político, por tanto, se ha ampliado.
Los líderes políticos, por el momento, usan YouTube más como un repositorio de vídeos que como una red social propiamente dicha. Las sesiones de preguntas y respuestas en directo todavía no se han extendido. No tardarán, de todos modos. Y surgirán otros usos que permitan una mejor interacción entre los representantes y sus representados. La política 4.0 debe de andar la vuelta de la esquina.