En el seno del sector humanitario, a menudo se escuchan peticiones para la movilización de los actores privados. En los últimos años, el sector privado ha participado en múltiples aspectos de la acción humanitaria, y no solo como contribuyente financiero. De hecho, el sector privado ya está implicado en varios ámbitos de la acción humanitaria; tanto en la gestión directa como en la prestación de servicios.
Hasta la fecha, la participación del sector privado ha sido más amplia en el contexto de desastres naturales y crisis prolongadas. Sin embargo, en la actualidad asistimos a una tendencia creciente en su participación en zonas de conflicto.
Para las organizaciones humanitarias, además de la necesidad de aumentar la eficiencia de la respuesta (en términos de oportunidad y coste), los factores impulsores clave para la colaboración con el sector privado pueden incluir mejorar los procesos y la eficacia de las operaciones, aumentar la cobertura y garantizar la sostenibilidad. Se observa que, para muchas organizaciones, dada la economía de escala, resulta más barato y más fácil externalizar los servicios que encargarse de su implementación directa.
Los donantes institucionales también utilizan sus presupuestos humanitarios para contratar directamente con agentes del sector privado. En sintonía con la fuerte aversión al riesgo que impera en el sector, los donantes buscan relacionarse con los contratistas privados porque eso les permite transferir riesgos. Como ejemplo, en ciertos Estados frágiles y afectados por conflictos, la mayoría de la programación de estabilización y de seguimiento y evaluación de los programas humanitarios del Departamento para el Desarrollo Internacional de Reino Unido (DFID por sus siglas en inglés) se realiza a través de una cadena de contratistas. Donantes como Usaid y el propio DFID subcontrataron entidades privadas como Development Alternatives, Chemonics o Adam Smith International para la reconstrucción en Irak y Afganistán, y Charlie Goldsmith Associates participa sistemáticamente en evaluaciones de sistemas de salud, el último, en Sudán del Sur.
La participación de estos actores con ánimo de lucro en las fases de evaluación, ejecución y monitorización de resultados podría conducir a la “mercantilización” de las necesidades y del propio impacto de la intervención. Especialmente en el caso de las intervenciones gestionadas a distancia, supone el riesgo de que poblaciones de difícil acceso caigan probablemente en el olvido y de que consideraciones clave como la oportunidad, el impacto de la protección, o la rendición de cuentas, por sí mismas difíciles de monitorizar, sean relegadas en favor de la maximización del alcance de la ayuda.
Dudas legítimas
Los partidarios de la participación del sector privado ven ventajas prácticas a su implicación. Hay una tendencia a creer que el sector privado es más eficiente en la gestión y prestación de servicios logísticos y de otros servicios relacionados con las nuevas tecnologías, especialmente con respecto a las telecomunicaciones y al empleo del big data (imágenes geoespaciales y macro datos de beneficiarios para evaluaciones de necesidades, stock y datos logísticos).
La Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) afirma que “los socios del sector privado a menudo tienen los mejores canales, acceso, conocimiento y contactos para ayudar a la población así como los datos más sólidos sobre a dónde se desplaza y qué necesita”.
Muchos parecen pensar que el sector privado está mejor equipado para proporcionar servicios y productos relacionados con transferencias de dinero y plataformas de pago por móvil. En consecuencia, ECHO ha emitido una nueva política sobre transferencias de efectivo que prevé el papel de los corredores privados en las transferencias financieras a comunidades afectadas. Del mismo modo, el Programa Mundial de Alimentos participa en una asociación con MasterCard para la provisión de transferencias de efectivo en Jordania y Líbano, y World Vision International se ha asociado con la misma empresa en Nepal y Filipinas.
Escombros en una ciudad de Nepal tras el terremoto de magnitud 7.8 ocurrido en 2015. MSF.
Sin embargo y pese a que la colaboración con el sector privado podría reportar ventajas, algunas de las cuales todavía deben demostrarse, también plantea desafíos. Los riesgos para los valores humanitarios en algunos contextos son elevados, especialmente en las zonas de conflicto. Existen serias dudas sobre la instrumentalización de la asistencia que, bajo la apariencia de ayuda humanitaria, podría hacer el sector privado para abrir nuevos mercados.
Hay autores que rechazan directamente esta colaboración. Así lo hace Stephen Hopgood en su artículo sobre el dinero y la moralidad en el humanitarismo profesional: “La lógica del capital es hacernos vernos como socios en una gama de intercambios instrumentales. La lógica misma del humanitarismo es rechazar esta idea precisamente ayudando a aquellos con quienes no es posible el intercambio”. Otros plantean preguntas legítimas sobre los modelos de incentivos y de negocio del sector privado. Cuando los beneficiarios son considerados consumidores, ¿en qué medida coinciden con la acción humanitaria independiente e imparcial?
Los contratistas privados representan una preocupación específica entre los trabajadores humanitarios. Por un lado, apenas están integrando las buenas prácticas, códigos y estándares del sector humanitario (participación, inclusión, aplicación del principio de Do No Harm, “No causar daño”); por otro, a menudo eligen trabajar para un donante institucional específico, que actúa de acuerdo a sus propios intereses en materia de política exterior o que incluso podría ser parte en el conflicto, y a pesar de todo están dispuestos asumir ese riesgo.
Esto resulta especialmente evidente cuando el sector privado da apoyo a estrategias para “ganarse los corazones y las mentes” de la población, en las que la acción humanitaria queda supeditada a objetivos de estabilización y reconstrucción. A veces, tales compañías “operan como grupos militares” y los medios se refieren a ellas como “grupos de ayuda”, lo que puede crear confusión.
Este proceso desactiva y socava a los actores humanitarios tradicionales dado que las partes beligerantes y las comunidades ya no ven la diferencia ni entienden quién es quién. Además, estas prácticas amenazan con exacerbar dinámicas de acceso ya de por sí problemáticas, creando un clima de desconfianza general que a menudo conduce a una reducción de la capacidad de los actores humanitarios para contactar con los diferentes actores armados.
Otra preocupación clave es el grado en que el sector privado va a ser capaz de satisfacer las necesidades de las poblaciones muy vulnerables en áreas remotas y de difícil acceso.
El movimiento humanitario debe tener en cuenta que los intereses comerciales y las consideraciones de eficiencia corren el riesgo de pesar más que las necesidades de las poblaciones especialmente vulnerables y de difícil acceso. Claramente, habrá contextos y problemas que estén fuera del alcance del sector privado y que no atraigan su interés. Estos pueden incluir situaciones de conflicto muy sensibles y crisis prolongadas o áreas de acceso difícil o peligroso, en los que el sector privado podría considerar no intervenir para evitar riesgos o por no haber previsión de beneficios comerciales al no poder garantizarse el retorno de la inversión.
Otra forma en la que el sector privado tiene la capacidad de afectar al espacio humanitario es convertirse en la organización de respuesta preferente para los gobiernos con escasa tolerancia a los actores humanitarios internacionales. Estos gobiernos podrían decantarse por recurrir al sector privado, al verlo como fundamentalmente apolítico o al menos no abiertamente crítico con sus políticas, en oposición a las ONG o a la propia comunidad internacional. Por tanto, existe un riesgo enorme de que los Estados autoritarios puedan instrumentalizar esta tendencia para reducir aún más el espacio humanitario y evitar la presencia extranjera más incómoda.
¿Dónde queda la rendición de cuentas?
La rendición de cuentas a las poblaciones afectadas es uno de los pilares clave de la respuesta humanitaria, ya que hace a las organizaciones responsables de la calidad de su trabajo ante las personas y las comunidades a las que pretenden ayudar. Pero en la cadena de rendición de cuentas del sector privado, ¿dónde se encuentran las poblaciones afectadas? Es fácil ver cómo es probable que se abandonen e ignoren la proximidad y rendición de cuentas a la población afectada en favor de los planes y estrategias de los accionistas. Además, las consideraciones sobre la eficiencia, incluidas las de los donantes, así como la preocupación por los beneficios, tienen el potencial de priorizar la distribución a gran escala de la ayuda, dejando en segundo plano las necesidades específicas de las personas a las que se supone que debe dirigirse.
Como consecuencia, las preferencias y las opiniones de los beneficiarios podrían ser ignoradas en favor de las ventajas del suministro masivo y de las futuras ganancias económicas.
Dados los riesgos potenciales, es necesario considerar cuidadosamente las asociaciones con el sector privado. Por parte de las organizaciones humanitarias, en algunos casos se han adoptado estrategias de mitigación de riesgos. Además de las políticas internas, se han creado una serie de mandatos y directrices de alcance sectorial para la colaboración entre el sector privado y los sectores público y humanitario, para facilitar la rendición de cuentas y la comprensión mutuas.
La mayoría de los actores humanitarios siguen considerando fundamental el papel de las organizaciones humanitarias y ONG como operadores de primera línea. Y estas no están dispuestas a delegar los estándares, principios y valores éticos. En algunos casos han establecido sus propias normas de contacto y líneas rojas, especialmente en lo que respecta a la gestión y el control de la respuesta humanitaria cuando existe implicación del sector privado.
Es posible que existan áreas donde pueda realizarse una colaboración ventajosa con el sector privado, pero es necesario realizar un análisis crítico y el movimiento humanitario debe explorar y promover asociaciones que no socaven el imperativo humanitario, la rendición de cuentas ante las poblaciones afectadas y su capacidad de respuesta a las emergencias.