En los últimos años, los decisores políticos chinos han abordado la dependencia en tecnología extranjera con una política industrial de protección de las capacidades nacionales, no muy distinta de la actual política europea de reducción de riesgos (de-risking). Al darse cuenta del debilitamiento de la posición de China en las cadenas de suministro y las tecnologías mundiales desde hace dos décadas, las autoridades lanzaron planes para contrarrestarlo, como el plan de 15 años para la ciencia y la tecnología en 2006, y el plan de 2015 Hecho en China 2025 con el objetivo de reducir la dependencia de proveedores extranjeros de tecnología crítica e industrias emergentes.
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En su momento, no se pensó en ello como una forma de reducir riesgos, pero invirtió la exposición de China a muchos de los mismos problemas a los que ahora se enfrenta la UE. Además, la guerra tecnológica con Estados Unidos, las tensiones geopolíticas y la búsqueda de autosuficiencia de Pekín están reforzando este planteamiento proteccionista.
Aunque no todos los sectores objetivo de Pekín se han convertido en historias de éxito, muchas industrias seleccionadas han crecido y se han hecho competitivas internacionalmente, y en algunos mercados dominantes. En 2023, China superó a Japón como mayor exportador mundial de automóviles. En transporte público, China se ha convertido en un fuerte competidor, incluso en ferrocarril de alta velocidad y transporte urbano. China aún está a años de construir reactores, chips de última generación y otros equipos de alta tecnología, pero está desarrollando sus capacidades industriales y conocimientos técnicos en todas las industrias estratégicas. Los resultados son evidentes en la mayoría de estos sectores, desde la tecnología médica hasta el equipamiento aeroespacial y militar.
Sin embargo, en ninguna parte es este éxito tan sorprendente como en la tecnología verde. Los planes de desarrollo de China incluyen desde hace años las energías limpias, los vehículos eléctricos y los minerales críticos. Ahora quiere estar a la vanguardia de la revolución de la tecnología verde, con objetivos políticos explícitos para ser competitiva internacionalmente y fomentar su liderazgo en tecnología verde. Esto ya se ha visto en el sector fotovoltaico y en el de las baterías, y actualmente se está desarrollando en el sector de los vehículos eléctricos. El hidrógeno verde, la tecnología de transmisión y almacenamiento de energía, las soluciones de adaptación al clima y otros sectores también se encuentran en distintas fases del ciclo de apoyo estatal, movilizando gran cantidad de inversiones en capital y producido ya algunos “ganadores”.
El ‘de-risking’ es un objetivo político, no económico.
No todas las industrias lo conseguirán, pero los planificadores son conscientes de que la política industrial estratégica es un esfuerzo a largo plazo y aceptan que los costes irrecuperables y un rendimiento nacional de la inversión muy por debajo de la media mundial son el precio del éxito, como demuestran la energía fotovoltaica y los vehículos eléctricos. Para Pekín, la reducción de riesgos es un objetivo político, no económico. El apoyo estatal a la I+D para establecer la industria solar china, por ejemplo, se ha estimado en unos 23.000 millones de dólares, el apoyo al sector empresarial en unos 60.000 millones de dólares, generando una plantilla de 60.000 trabajadores y alrededor de miles de patentes registradas en tecnología solar. Hoy es un modelo para establecer una economía centrada en el uso de tecnología sostenible.
En el ámbito de las nuevas energías, China ha impulsado amplias políticas de apoyo al desarrollo y la innovación nacionales, así como a las industrias tradicionales, como la siderúrgica. El fomento de los “pequeños gigantes” de la alta tecnología y el cambio de su política industrial despilfarradora a un “Estado acelerador” más selectivo, están reforzando aún más la posición de China en el sector. En el hidrógeno verde, por ejemplo, China sigue en las primeras fases, con una movilización de inversiones constantes. En tecnologías de hidrógeno más antiguas, como la electrólisis alcalina, China ya es competitiva en precios, pero está destinando ingentes recursos en I+D y apoyo empresarial a métodos de producción más avanzados, como la electrólisis de membrana de intercambio de protones (PEM) y la electrólisis de óxido sólido.
Ahora China entra en una nueva fase caracterizada por el exceso de capacidad y la consolidación de unos pocos ganadores nacionales. Al igual que otras industrias que prosperan gracias al apoyo estatal, es probable que el hidrógeno verde vea cómo un pequeño número de actores nacionales forman una base industrial fuerte con capacidad para competir a nivel internacional. Los actuales líderes del sector, como Siemens y Nucera, tienen sobrados motivos para esperar una evolución similar a la de la energía fotovoltaica y las baterías. Las prácticas de contratación favorables y la competitividad de precios subvencionada de los proveedores nacionales se suman a una poderosa ventaja para la tecnología.
El enfoque industrialista de China también se ha centrado en asegurar su posición dentro de las cadenas de suministro. Esto incluye los insumos nacionales y el procesamiento de minerales, así como la inversión y la propiedad de proveedores de recursos críticos en el extranjero. El litio, un mineral clave para las baterías, es un buen ejemplo. En la actualidad, China controla alrededor del 70% de la fabricación de células de litio para vehículos eléctricos, a pesar de que solo extrae el 13% de la oferta mundial. En cuanto al polisilicio, ingrediente clave de la energía solar fotovoltaica, controla más del 80% de la producción mundial.
Pekín impulsa nuevas alianzas multilaterales y bilaterales
China también está impulsando nuevas alianzas multilaterales y bilaterales para asegurarse mercados para su creciente industria. Los 600.000 millones de dólares en exportaciones a Europa constituyen un riesgo que debe abordarse mediante la expansión a nuevos mercados que absorban los productos chinos, en el probable caso de que la UE aumente sus aranceles y barreras. Esto es especialmente importante dado el exceso de capacidad cíclico incorporado a este modelo de desarrollo orientado a la exportación que puede resultar en un exceso de oferta.
Después de apuntalar su sistema industrial durante décadas, China está muy por delante de la UE en el juego de “promover, proteger, asociarse”, a pesar de que los recursos financieros de China estén más limitados que nunca. La reducción de riesgos a la manera china es, sobre todo, una inversión en la industria nacional que ha aumentado la seguridad de la cadena de suministro y fomentado tecnologías chinas competitivas. Su política no se ve tan distraída por intereses particulares como los beneficios empresariales individuales o por nociones ideológicas de igualdad de condiciones y “manos invisibles” infalibles.
La tecnocracia, incluido el derrochador y excesivamente ambicioso régimen de política industrial de China, tiene sus límites, y está malgastando recursos públicos que se necesitan urgentemente para impulsar el bienestar, los servicios públicos y el consumo. No obstante, el apoyo sistemático a la tecnología y la capacidad industrial puede hacer realidad los sueños tecnocráticos de China. Puede que Pekín tenga un sistema que no sea perfecto, pero sí lo bastante bueno para su propósito de establecer industrias prioritarias en un entorno global competitivo. Los europeos harían bien en aprender de él.
Dado el inmenso coste que China paga por construir y mantener capacidades industriales nacionales, los líderes europeos deben darse cuenta de cuánta voluntad política y recursos económicos se necesitan para lograr algo remotamente cercano a sus capacidades de fabricación, o incluso para simplemente mantener los “huevos de oro” de Europa en casa. Dada la lentitud de nuestra propia transición ecológica, el tiempo apremia y se necesita una política inteligente y ágil para gestionar nuestra dependencia de la tecnología verde. Como bien dijo Jessica Chen Weiss, de la Universidad de Cornell: No intentes ser más chino que China.
Este artículo ha sido traducido del inglés de la web de MERICS, y forma parte de una serie sobre las estrategias de China para reducir vulnerabilidades.