Por Natalia Sancha.
A pesar de la complejidad que entraña la política libanesa, la crisis que sufre en la actualidad el país de los cedros perpetúa patrones antiguos tales como la injerencia externa, la lucha regional por sacar provecho y los pulsos internos entre las dos principales coaliciones políticas: el 8 y el 14 de Marzo.
En el origen de la crisis de hoy se encuentra el Tribunal Especial para el Líbano (TEL), su credibilidad y, ante todo, la implicación por parte de este de miembros de Hezbolá en el asesinato del primer ministro Rafik Hariri en febrero de 2005. Hezbolá ha desvirtuado el TEL con la filtración en Haqiqa leaks (la verdad filtrada) de documentos internos.
El periodo precrisis se vivió entre idas y venidas de los “padrinos” de uno y otro bando. En paralelo, Estados Unidos y Francia intentaban preservar el TEL y presionar a los aliados de Hariri para rechazar cualquier acuerdo con Hezbolá. Supuestamente, saudíes y sirios llegaron a un acuerdo que no fue firmado a tiempo y los padrinos abandonaron. Les han remplazado potencias regionales más neutrales como Turquía y Qatar, que intentaban maximizar sus cualidades como mediadores, que también desistieron. Pero el acuerdo no se selló y 11 ministros de la oposición abandonaron el gobierno de Líbano, produciendo un colapso político que la mayoría ha calificado de “golpe de Estado blanco”, días antes de que el fiscal Daniel Bellman entregara el acta de acusación. Para muchos, se trata de una jugada política por parte de la oposición, cuyo objetivo es impedir un gobierno favorable al TEL, de haber gobierno, cuando el Tribunal haga públicas las actas de acusación (en el plazo de 6 a 10 semanas) y, por tanto, estas no puedan ser ejecutadas.
Tras agotar la mediación internacional primero y la regional después, finalmente se ha llegado a un pulso entre las dos coaliciones libanesas por imponer su candidato a primer ministro: Saad Hariri o Najib Mikati. Ahora la batalla se centra en el número de parlamentarios que cerrarán filas detrás de uno u otro candidato. La inclinación oficial del líder druso hacia la oposición impone márgenes muy apretados. Con 57 parlamentarios de la oposición y 60 de la mayoría, los 11 restantes de Jumblatt son decisivos para obtener la mayoría (65) en el Parlamento. El presidente Michel Suleiman dispone de hoy y mañana para consultar a los 128 parlamentarios. El lunes 24 el duelo entre millonarios suníes por el puesto de primer ministro se saldaba con 59 votos a favor de Mikati y 49 para Hariri. Las especulaciones de la prensa libanesa dan la victoria a Mikati, con 68 votos, frente a Hariri, con 60, lo que abriría un momento histórico en el que Hezbolá y su aliados del 8 de Marzo se convertirían en mayoría en el gobierno. Ante esta situación, centenares de jóvenes partidarios de Hariri se han echado a las calles quemando contenedores para protestar contra unos resultados aún incompletos.
A medio plazo, es muy probable que el gobierno libanés quede paralizado durante meses, como sucedió en 2009, ya que de obtener mayoría el 8 de Marzo, los ministros del 14 de Marzo se retirarían del gobierno. Y Hezbolá no tiene interés en liderar un gobierno monocromo que merme su credibilidad interna, imponga un aislamiento internacional o represalias israelíes, tal como sucedió en Gaza tras la victoria de Hamas. Hezbolá es consciente de que no podrá formar un gobierno real sin Hariri, pero intenta ganar tiempo y margen de maniobra.
Mientras, en las calles el miedo se apodera de los libaneses que temen, en el mejor de los casos, una réplica de la guerra de mayo de 2008 y, en el peor, una guerra civil. Este último es un escenario poco probable. Hezbolá ha repetido hasta la saciedad que no quiere guerra y la sociedad libanesa no está dispuesta a revivir el pasado.
Desde la guerra de 2006, Líbano ha registrado en 2010 un apogeo económico, con un crecimiento anual del 7%. Esta situación beneficia a ambas coaliciones. En cuanto a un nuevo mayo de 2008, la crisis actual dista mucho de ser como la de aquel entonces, cuando el 14 de Marzo presionaba a Hezbolá con el desarme y el desmantelamiento de su sistema de telecomunicaciones. Hoy, la situación se invierte, ya que es Hezbolá quien acusa a Hariri de servir los intereses de terceros países a través del “politizado” TEL.
Son precisamente las armas de Hezbolá las que marcan la diferencia. Mientras que Hezbolá es capaz de movilizar masivamente a sus seguidores y en 2008 tomó Beirut por las armas, Hariri y el 14 de Marzo tan sólo pueden reaccionar con un boicoteo político o una movilización social a menor escala. Hezbolá no va a permitir que inculpen a sus miembros, como tampoco permitirá que le priven de sus armas. Una presión excesiva en este asunto llevaría sin duda a un enfrentamiento armado.
La prioridad para Hezbolá y la oposición es que se cancele el TEL, y esto puede hacerlo con un gobierno liderado por ellos, pero tarde o temprano tendrá que incluir a Hariri. Imponer a Mikati es una estrategia que busca trasladar también el liderazgo suní de Beirut a Trípoli, restando poder a Hariri y dividiendo al campo suní. No obstante, las protestas violentas por parte de seguidores de Hariri contra un miembro de su “misma secta” hacen un flaco favor a su partido. De seguir inmóvil como lo ha estado hasta ahora Hezbolá, se anotaran un punto en la batalla mediática.
Queda por ver la reacción de la comunidad internacional ante un posible resultado que no sea de su agrado, pero obtenido a través del voto de los parlamentarios libaneses. Si se invalida el TEL, el gobierno libanés sufrirá sanciones internacionales sumadas a las ya advertidas por Estados Unidos de detener la ayuda económica al país.
No obstante, Hariri es consciente tanto del importante espectro del voto libanés con que cuenta Hezbolá, como de la superioridad de su milicia frente al ejército libanés. Hezbolá, por su parte, es consciente de que un gobierno sin Hariri y el 14 de Marzo no es factible. Ambos disponen de armas complementarias que dejan el juego político libanés en tablas.
Natalia Sancha es máster en Estudios Árabes por la Universidad de Georgetown (EE UU) y periodista freelance residente en Beirut.
Para más información:
Tomás Alcoverro, «Especulaciones bélicas del verano». Afkar/Ideas núm. 26, verano 2010.
George Emile Irani, «Líbano: una nación, varias lealtades. Elecciones sin ganadores ni perdedores». Política Exterior núm. 130, julio-agosto 2009.
Omayma Abdellatif, «Líbano: acuerdo entre Hezbolá y los salafistas». Afkar/Ideas núm. 21, primavera 2009.
Georges Corm, «Líbano-Palestina: los puntos muertos». Política Exterior núm. 120, noviembre-diciembre 2007.