La cooperación transfronteriza arraiga en los medios internacionales. Asociada al periodismo de datos está llevando a hallazgos informativos importantes como el reciente Swissleaks, que ha derivado en una investigación al banco HSBC.
Los periodistas y profesores Mar Cabra y Marcos García Rey llevan 10 días ofreciendo explicaciones. Son los dos españoles más implicados en la última entrega del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ): el desglose de la Lista Falciani o caso Swissleaks. Hervé Falciani, informático de la filial suiza de HSBC, se hizo con datos confidenciales que revelaban las componendas de este banco hongkonés con 130.000 individuos y corporaciones para que eludieran sus obligaciones fiscales. Las autoridades suizas dictaron orden de detención contra él por revelación de secretos financieros y se entregó a las autoridades en España. Tras colaborar con la Audiencia Nacional fue puesto en libertad, quedando su lista de infractores en un limbo para la opinión pública. Hasta que el ICIJ la sacó de allí.
El 8 de febrero las primeras noticias de este consorcio sobre la lista se convirtieron en portada simultánea de 58 medios de comunicación. En España, fueron difundidas por El Confidencial y La Sexta y se centraron inicialmente en los implicados más conocidos, como Emilio Botín o Fernando Alonso. Los siguientes días titulares ruidosos gotearon como en un serial. Pero de la sustracción de aquellos datos a su aparición ha habido un trabajo prolongado de 140 periodistas de 45 países coordinados por ICIJ y Le Monde.
Por sí solas, las bases de datos no hablan. Pero si se manejan convenientemente revelan patrones ocultos, realidades no probadas. Ahí está la noticia. Por eso las asociaciones periodísticas pelean cada vez más por el establecimiento de leyes de transparencia que obliguen a los gobiernos a hacer públicos los recuentos de sus actividades oficiales. La aburrida hoja de Excell de un ministerio puede ser una mina. Si los hallazgos se ofrecen de manera comprensible –por ejemplo a través de visualizaciones infográficas- el impacto está asegurado. Si además hay cooperación transfronteriza, el efecto es global.
La próxima investigación que conoceremos de ICIJ será sobre cooperación al desarrollo. Ahora el proyecto que llena los medios es Swissleaks, pero antes fueron Luxleaks (evasión fiscal de grandes empresas con la ayuda de Luxemburgo); Offshore leaks (cómo operan las multinacionales en los paraísos fiscales); las filtraciones de Edward Snowden sobre la NSA; y Wikileaks como precursor de la tendencia. En 2010, esta plataforma empezó a filtrar exclusivas en solitario a partir del análisis de material confidencial, como el famoso vídeo Daños Colaterales, pero cuando se hizo con un volumen masivo de cables diplomáticos (Diplogate) compartió su materia prima y la tarea de desbrozarla con grandes cabeceras internacionales, marcando una pauta imitada posteriormente.
El Instituto Reuters ha publicado un estudio –Global database investigations. The role of computer-assisted reporting– que refleja la influencia positiva del periodismo de datos en las investigaciones transfronterizas. El texto, firmado por el periodista de Le Monde Alexandre Léchenet, se centra en tres ejemplos que han dado frutos importantes: Farmsubsidy, investigación de los subsidios agrícolas en Europa; The Migrant Files, que aporta las cifras reales de inmigrantes fallecidos en el Mediterráneo; y el mencionado Offshore Leaks.
“En los últimos años, las investigaciones más impresionantes han sido resultado de la colaboración global”, dice Lechenet. ¿Estamos ante un nuevo periodismo, internacional o de investigación? Hemos preguntado a Miguel Ángel Bastenier, periodista y profesor de El País y la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), precisamente porque como él mismo aclara no procede del entorno digital, pero sí tiene amplia experiencia en información internacional. Considera positivas iniciativas como Swissleaks y otras más enfocadas al análisis de contenidos digitales en abierto, desde vídeos de YouTube hasta imágenes por satélite (como los trabajos de verificación armamentística del bloguero Eliot Higgins): “Es un excelente ejemplo de periodismo de datos y de utilización de las redes con pleno sentido profesional”. Sin embargo, matiza que no observa “una transformación básica en el periodismo internacional por el hecho de que opere sobre una tecnología distinta”.
Bastenier también es reticente a etiquetar estas iniciativas como nuevo periodismo de investigación e incluso como periodismo de investigación cuando tienen un elevado componente de filtración: “Entiéndeme bien, [el uso de base de datos] es perfectamente legítimo y la tecnología es una herramienta que no rechaza, sino todo lo contrario, el periodismo de investigación, pero en este caso hay más habilidad de manejo, y la investigación en su plenitud tiene un componente personal y directo que no me parece presente en la ocasión”. Explica el profesor: “En mi opinión, posiblemente anticuada, la investigación, al menos la de alto octanaje, exige testimonios, corroboraciones, contrastes y periodistas sobre el terreno”.
Cabra ha ido más lejos: “Los jóvenes podemos aportar especialidades que quizá nuestros maestros no tienen, y juntos hacer un nuevo periodismo”, explicaba el día que le concedieron el Premio Larra. […] Es un momento fantástico para innovar y romper las estructuras tradicionales de los medios”. García Rey habla de ir de la mano: “Yo no concibo el periodismo de investigación sin el análisis de conjuntos de datos, porque el periodismo de datos ayuda a documentar y acreditar mejor las investigaciones”.
Periodismo de datos global
Las características de esas investigaciones que están impactando a los lectores, ya sea como periodismo radicalmente nuevo o puesto al día, son varias. En primer lugar, proceden de la cultura del muckraking o investigación a medio camino entre el periodismo y el activismo, pero están sobrepasando ese marco. Si las primeras informaciones de Wikileaks eran recibidas con polémica, Swissleaks ha llegado sin rechistar a las portadas digitales o en papel de BBC, Süddeustsche Zeitung, The Guardian, Le Temps, Le Soir, La Nación, El Comercio, The Indian Express… En 2013, The Guardian y The Washington Post compartieron Pulitzer por el destape simultáneo de la información de Snowden. Existe unanimidad a la hora de reconocer el esfuerzo que realiza ICIJ o el talento de expertos como Cabra o García Rey.
En segundo lugar, hay un alto componente de asociacionismo que abarata las investigaciones al llevar a los medios a compartir su coste económico, humano y técnico. En tercero, el espíritu que las alienta es de transparencia, información abierta y una cierta sensación de “sí se puede”. Influye la cultura digital y en particular la de los hackers, que se presta más a la colaboración que a la competencia. Es un ánimo muy distinto del tradicional en la información internacional, con medios que guardan celosamente sus datos hasta la publicación de una exclusiva y reporteros con rasgos de «lobo solitario«.
Un cuarto rasgo es la naturalidad con que estos proyectos saltan fronteras para elegir a sus participantes. Como subraya Lechenet en su informe, las filtraciones de la NSA empezaron en la habitación de un hotel hongkonés con un abogado/periodista americano que vivía en Brasil y trabajaba para un periódico británico (Glenn Greenwald), una periodista/activista/cineasta estadounidense que vivía en Alemania (Laura Poitras) y un periodista británico (Ewen Macaskills). Todo un brindis a la caída de fronteras. Si los crímenes se han globalizado, el trabajo periodístico también.
¿El futuro pasa por una redacción global?, le preguntan en 233grados.com a Mar Cabra: «Un sí, un sí rotundo», contesta ella. «Hemos creado un modelo de negocio único: hemos conseguido que 140 periodistas trabajen juntos, y casi a un coste 0: este es el futuro».
El negocio tras los datos
Aunque algunos clásicos del periodismo de datos cierran (como acaba de hacer HomicideWatch), nuevos medios digitales emergentes apuestan por esta actividad y los medios tradicionales también quieren implicarse, sobre todo los públicos. Estos últimos son un “gigante dormido”, dice Mirko Lorenz, de Deutsche Welle, que recuerda que 7.200 millones de euros van a parar al sector anualmente en Alemania, un dinero con el que podrían hacerse muchas investigaciones. Cabeceras como ProPublica o The Texas Tribune plantean nuevas ideas para monetizar el esfuerzo, pero al margen de las donaciones públicas y privadas o de las subvenciones (son las tres fuentes de ingresos para ICIJ) los modelos de negocio son, como todo en lo digital, confusos.
García Rey explica: “El periodismo de investigación riguroso y sólido como el que practicamos en el ICIJ es laborioso, caro y lleva tiempo. Sólo podemos entenderlo en un contexto de slow journalism hecho con método y talento”. Pero este experto cree que siempre merece la pena a largo plazo: El Confidencial fue visitado el 9 de febrero por un millón y medio de usuarios únicos, cuando su media de 2014 fue de 650.000.
“Los medios que apuestan por hacer periodismo en profundidad internacional saben que eso sí es rentable a medio plazo porque la credibilidad y la exclusividad son negocio. Pero el problema aquí es el método. La mayoría carecen de analistas de datos, editores, fact checkers y abogados que lean las piezas, y eso es fundamental para hacer un periodismo de investigación sólido a día de hoy”, argumenta García Rey.
Este experto cree que el periodismo de investigación basado en datos puede mejorar el periodismo internacional, a menudo limitado al envío de reporteros como paracaídas a conflictos que después narran todos de modo mimético. Además, “las investigaciones metódicas y bien documentadas como SwissLeaks coadyuvan a que la opinión pública esté mejor informada y, por tanto, a que esté mejor preparada para evitar los abusos de los poderes fácticos”, expone. “Ninguna máquina sustituirá al periodista revolviendo por ahí, aunque bienvenido sea todo lo que nos dé la nueva tecnología”, dice Bastenier.
De momento Swissleaks ha dejado a la imagen del HSBC con un ala rota. Si el caso empezó llevando a la cárcel a Falciani, acaba de derivar en la apertura de una investigación contra la sede del banco en Suiza. Su director en la época de las infracciones, Stephen Green, conocido como «el banquero ético», es ahora quien está bajo sospecha.