La canciller de Alemania, Angela Merkel, fue a Estambul el 18 de octubre para reunirse con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan: atención, Merkel no acudió a Ankara sino a la antigua Constantinopla, más próxima al marco de ideas que condiciona a la canciller. Esta nota solo refleja algunas cuestiones motivadas por el rápido viaje de Merkel. Las elecciones legislativas que Turquía celebra ya, el 1 de noviembre, complican la situación del país. Ha sido Erdogan quien las ha convocado pero pueden volverse en su contra si confirman la tendencia de los últimos comicios, junio de este año. Entonces su partido, Justicia y Desarrollo (AKP) perdió la mayoría parlamentaria y entró en la Cámara el partido defensor de la minoría kurda, el Partido Democrático de los Pueblos (HDP), superando el 10% de los votos necesarios.
Desde el siglo pasado, la Unión Europea busca nuevos modos de diálogo con el Estado turco. El viaje de Merkel era difícil: los votantes alemanes se han opuesto radicalmente a la aproximación gradual de Alemania a Turquía a lo largo de los últimos 50 años; Berlín y París han encabezado la resistencia a la incorporación de Turquía a la UE como miembro de pleno derecho. En ese forcejeo Turquía ha encontrado una carta inesperada, la crisis de los refugiados. La visita a Estanbul de Merkel refuerza el ejemplo.
Los refugiados caen sobre Turquía y pasan por los Balcanes a territorio austriaco y alemán. Hay quienes buscan un camino legal hacia el norte a través de Grecia, Macedonia, Bulgaria, Rumania, Serbia, Bosnia, Croacia, Eslovenia… Muchos de ellos ponen sus esperanzas en tierras escandinavas: las posibilidades de instalación firme en Austria y Alemania, países con que sueñan, son lejanas. Jochen Thies, asesor de Política Exterior en Alemania, recuerda cómo un 56% de sus compatriotas está en contra, según las últimas encuestas, del ritmo de llegada de refugiados sirios.
La canciller alemana hablaba como apoderada de importantes socios: Francia, Italia, España, Bélgica, Holanda, entre otros. Nunca en los últimos meses ha aparecido Merkel con un mandato tan sólido como el que puso sobre la mesa de Estambul. La canciller anunció que Berlín revisaría tres capítulos especialmente conflictivos de los 35 que se abrieron hace diez años para negociar la incorporación turca a la UE. Turquía y Alemania, 80 millones de habitantes cada uno, parecen dispuestos a hacer frente a la emergencia. Posiblemente Turquía ejercerá un control cada vez más efectivo sobre los refugiados sirios. Ya alberga a 2,3 millones de ellos. Leemos en Le Monde a Frédéric Lemaître, corresponsal en Berlín, tras recoger el análisis del European Stability Iniciative donde se trata del apoyo de la marina turca a los refugiados sirios en la costa este del Mediterráneo.
Merkel habló con Erdogan de cómo ordenar el flujo sirio desde Turquía al centro de Europa, y cómo resarcir a Turquía por su esfuerzo de acogida. La canciller ha asegurado 3.000 millones de euros para las primeras inversiones que Turquía haya de hacer ante la ola de refugiados. El informe anual de la Comisión Europea ha sido pospuesto: siguen presentes en él los reproches ante el escaso progreso político turco.
Si el rechazo a Erdogan se extiende más allá de los kurdos es porque cada vez más ciudadanos turcos se muestran inquietos con el intento del presidente de cambiar la Constitución para instaurar un sistema político presidencialista, debilitando la democracia parlamentaria. A ello se unen las crecientes tensiones étnicas. El 11 de octubre, un doble atentado con bomba dejó 102 muertos en Ankara. Es el mayor acto de terrorismo de la historia turca. Primero se culpó al PKK. Luego se acusó al Estado Islámico (EI). También, hacia el espectro de izquierda, se apuntó al Partido-Frente Revolucionario de Liberación del Pueblo (DHKP-C) y al Partido Comunista (MLKP).
Erdogan quiere reforzar la presencia de Turquía en Oriente Próximo. Pero su papel es cada día más difícil. Se subraya su ambigüedad para hacer frente al EI: Ankara prefiere seguir bombardeando a los kurdos a permitir que estos tengan una posición holgada para enfrentarse, como lo están haciendo, a los extremistas islámicos.
El país está polarizado y atemorizado. Y una Turquía así, fronteriza con Siria, Irak y el torbellino del EI, es lo que menos le conviene hoy a la región. La visita de Merkel ha sido atendida como relevante no solo por los socios de la UE sino también por los gobiernos de Estados Unidos y Rusia, siempre alerta ante cualquier temblor en las bases de la arquitectura euroasiática de seguridad. En Alemania crece el interés por respetar sus propios compromisos estratégicos como socio fundador de la UE. El equipo de Merkel cree que Erdogan no dejará pasar esta ocasión y seguramente no le falte razón. Erdogan aprovechó para vincular el gran asunto pendiente –la integración en la UE– a un problema urgente, la concesión de visados a los refugiados sirios. El asunto, confuso de por sí, se mezcló con la cuestión de los países de origen seguro. Imposible de explicar aquí en dos líneas, pero traten de obtener información. La importancia geoestratégica de Turquía lejos de reducirse, tiende a crecer. El país mantiene un sistema político en el que la presencia del islam tiende a acrecentarse. Tendencia contraria por cierto a la de las fuerzas armadas turcas, de laicismo ejemplar.