Mariano Rajoy, presidente de España, pudo viajar por fin a China la semana pasada, después de varias cancelaciones. Entre los motivos que retrasaron el viaje, destaca que la Audiencia Nacional española imputara a cinco altos cargos del Partido Comunista de China (PCCh), entre ellos el expresidente Jiang Zemin, por crímenes de lesa humanidad en Tíbet. Las autoridades chinas presionaron para que la causa fuese archivada. El gobierno español reformó la Ley Orgánica del Poder Judicial que limita la aplicación del principio de jurisdicción universal en el extranjero y la causa fue sobreseída. Hechas las paces, los dirigentes chinos y, sobre todo, los españoles han tratado de exprimir al máximo el encuentro. Rajoy se entrevistó con el presidente chino, Xi Jinping, con la economía en la cabeza.
El presidente español pretende reforzar las relaciones comerciales entre ambos países, aunque su discurso −presentando España como puente hacia América Latina, e insistiendo en la recuperación económica española pese a que al mismo tiempo, el Banco de España y el ministro de Economía, Luis de Guindos, pidiesen cautela ante una ralentización del crecimiento− tal vez pecó por repetitivo e intencionadamente apolítico. Y es que las relaciones económicas entre España y China no gozan de tan buena salud como las políticas y diplomáticas.
Mantener unas relaciones económicas sanas y prósperas con China es el objetivo de cualquier empresa o Estado activo en el plano internacional. Cuesta ignorar a un actor que ha cambiado las reglas de la economía global y que, siguiendo las previsiones del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, ostentará la supremacía económica en un par de décadas.
China es una máquina de hacer dinero. Cuenta con filiales de multitud de empresas extranjeras; infraestructuras; mano de obra abundante −cada vez más cara−; inversión en I+D+i superior a la de la mayoría de países de la Unión Europea; un gran mercado doméstico que evoluciona; millones en deuda estadounidense −y de otros−; y no solo es receptor de flujos masivos Inversión Extranjera Directa (IED), sino que se ha convertido en un emisor muy potente vía empresas de propiedad estatal como Sinopec o China National Petroleum.
En su vorágine de producción, China consume energía y recursos naturales a ritmo frenético, lo que le ha conducido a convertirse en el gran emisor de IED en África y Latinoamérica, regiones, junto con el Sureste asiático, a las que además destina grandes cifras en ayuda al desarrollo.
Un lugar para España
Los flujos de IED entre China y España, en cualquier caso, no destacan. Pese a todo, la IED china en España se ha triplicado entre 2010 y 2013, aunque es imposible ofrecer datos exactos puesto que esta IED se realiza a través de terceros países.
La Ley de Emprendedores que permite a las inversiones inmobiliarias superiores a 500.000 euros hacerse con un visado de residencia cosecha resultados. Esta ley ha atraído a empresarios y particulares chinos con dos objetivos en España: el sector inmobiliario y las grandes marcas. De hecho, una de las misiones de Rajoy ha sido sellar los acuerdos entre Inditex y Alibaba y Osborne y Fosum, entre otros. En esta visita se han conseguido acuerdos por valor de 3.200 millones de euros en los que participan sectores tan diversos como el textil, la energía nuclear o las telecomunicaciones, con otros ejemplos como Telefónica y Banco Santander del lado español y Huawuei del chino.
Pese a todo, el desequilibrio es la marca de la casa en este encuentro de intereses. El poder está en manos chinas: el gigante asiático es el segundo acreedor de deuda española y la balanza comercial bilateral se ve afectada por un déficit crónico en contra de España. Y mientras que para las empresas españolas China gana más y más peso, en China ni siquiera hay una imagen base del país o sus empresas, y las relaciones comerciales con España no son, ni de lejos, principales.
El número de empresas españolas presentes en China supera las 600, pero solo algunas han sabido hacerse un verdadero hueco en el mercado chino. Alsa, Inditex o Bodegas Torres son ejemplos que IberChina destaca por su buena estrategia, extendiéndose por ciudades grandes y medianas, donde consiguen extraer aún más beneficios del mercado chino.