Singapur se ha quedado huérfano. El 23 de marzo fallecía el ex primer ministro Lee Kuan Yew, fundador del Singapur moderno. Una neumonía se ha llevado al hombre que para los habitantes de la ciudad-Estado ha sido sinónimo de desarrollo económico. Fue Lee quien lideró la transformación de pobre país colonial a uno de los Estados más avanzados del planeta.
En 1826, Singapur pasó a ser una colonia británica. Durante la Segunda Guerra mundial fue ocupada por los japoneses. En 1963 declaró su independencia de Reino Unido como parte de Malasia, de la que se separaró dos años después. Desde entonces, esta ciudad-Estado ha crecido de manera continuada hasta convertirse en uno de los centros del comercio mundial. Uno de los obstáculos más difíciles de superar fue la carencia de recursos naturales. En una pequeña isla de 697 kilómetros cuadrados, el primer ministro supo impulsar la industria manufacturera y atraer inversión extranjera con el incentivo de bajos impuestos.
El milagro de Singapur
The Economist lo define como “uno de los grandes éxitos económicos del mundo”. En este milagro, la población se convirtió en el mejor recurso, gracias a su formación y vocación internacional. Consagrado como uno de los grandes centros financieros de Asia, Singapur se puso a las puertas del mundo.
El pequeño Estado es visto como un modelo. Santander Trade estima que su PIB para 2015 será de 320.000 millones de dólares, lo que significa que crece con respecto al año anterior, una constante desde la llegada de Lee al poder. Esta fuente asegura que Singapur goza de un “alto grado de apertura” y de una “economía sana”. Tiene una importante reserva de divisas y una deuda exterior nula, lo que le da un margen para aumentar el gasto social y la inversión.
Singapur forma parte junto a Hong Kong, Corea del Sur y Taiwán de los llamados tigres asiáticos; una generación de nuevos países industriales que en las últimas décadas han desarrollado unas altas tasas de crecimiento e industrialización. En esta cuidad-Estado, el sector manufacturero es uno de los pilares económicos. Desactivado durante la desaceleración de la demanda mundial, al igual que el sector de la electrónica, fue compensado con la producción de ingeniería biomédica y transporte.
El gobierno de Lee se centró en potencializar el sector secundario creando el Directorio de Desarrollo Económico como un instrumento para fomentar la industrialización, en concreto las manufacturas tecnológicas, electrónicas y químicas. En este país, el sector primario es inexistente, y el terciario el más importante. Se ha consagrado como uno de los primeros centros financieros y de comercio exterior, con un amplio abanico de socios comerciales, tanto vecinos asiáticos como países de otras regiones. El puerto de Singapur es de los más importantes del mundo, y ha sido el motor de arranque de la economía del país.
El modelo paternalista de Lee
La población ha experimentado una serie de mejoras en la calidad de vida, en lo que se conoce como una de las más exitosas experiencias de bienestar social de la región. Pero contradictoriamente, la apertura y el éxito económicos se combinaron con una restricción en las libertades de prensa, críticas a la oposición, y algunas regulaciones en la vida privada o duras leyes y castigos, tal y como han denunciado en ocasiones diversas organizaciones internacionales como Human Rights Watch (HRW). Pero a la vez cuenta con una burocracia eficiente, un gobierno sin corrupción, calles seguras, buenas escuelas y universidades, atención médica y uno de los mayores ingresos per cápita del mundo. Lee convirtió a Singapur en una próspera ciudad-Estado, bajo lo que se considera un autoritarismo “benévolo”. Para él, tal y como expresó públicamente, el modelo de libertades y derechos humanos occidental no funciona en Asia. Los afines dicen que el sistema está perfectamente calculado para que haya la suficiente competencia electoral como para que el gobierno mantenga la honestidad, pero sin que peligre su poder.
El modelo de nación que deja Lee consiste en la combinación de liberalización económica y paternalismo de Estado, unido al control político. El hecho de que, partiendo desde abajo, se haya consagrado como un mercado financiero global, con una de las rentas per cápita más elevadas del mundo y una corrupción inexistente, resulta atractivo para otros gobiernos de la región. En concreto, China. Deng Xiaoping ya elogió el modelo que había establecido el Partido de Acción Popular en el pequeño país, pues representa la estabilidad que busca Pekín. Sin embargo, no sería transferible a una nación de más de 1.300 millones de personas. El jeque Mohamed bin Rashid al Maktum de Dubái también ha declarado su admiración por la ciudad-Estado. Y Myanmar ha enviado funcionarios a formarse en sus universidades.
El objetivo del “padre de la patria” era garantizar la supervivencia y el éxito de Singapur. ¿Lo ha conseguido? La respuesta es sí. A él se le atribuye el desarrollo del país, que ha pasado de ser un enclave colonial británico a uno de los mayores centros financieros y comerciales. El precio pagado por ello no es alto para quienes vieron al país empezar desde cero, dispuestos a sacrificar algunos de sus derechos para lograr la prosperidad. Sin embargo, y desde hace años, los jóvenes buscan menos paternalismo y más libertad. La cuestión, entonces, es si sobrevivirá el régimen sin Lee.