Cada día mueren de sida 290 niños en todo el mundo, la mayoría de ellos en países africanos y asiáticos de renta baja. Dicha cifra puede parecer relativamente baja en comparación con el millón de muertes totales que se produjeron en 2015. Pero se trata de más de 100.000 niños que mueren cada año de una enfermedad para la cual existe un tratamiento. Sin embargo, sin tratamiento, hasta el 80% de los niños infectados por el VIH mueren antes de cumplir los cinco años.
Tal vez la existencia de 36,7 millones de adultos que viven con el VIH/sida en todo el mundo ha eclipsado la epidemia de sida pediátrico, lo que se ha traducido en una menor investigación, unos servicios pediátricos insuficientes y unos regímenes de tratamiento antirretroviral (TAR) inadecuados para los niños. Así pues, el sida pediátrico ha pasado a considerarse una enfermedad desatendida; en otras palabras, una enfermedad olvidada, propia de sociedades de renta baja.
La expansión de los programas de prevención de la transmisión de VIH de madre a hijo (PTMH) en África subsahariana, la región más afectada por el VIH, iniciados en 2011 suponen un ejemplo de éxito en el campo de la salud global. En los últimos cinco años, se ha producido una mejora notable en la salud de las madres y de los niños. El número de nuevas infecciones pediátricas se ha reducido en un 70%, y se estima que el TAR ha prevenido 1,6 millones de nuevas infecciones pediátricas desde 2010. El progreso en PTMH se ha convertido en uno de los ejemplos de éxito en salud global. No obstante, pasará todavía algún tiempo antes de que la transmisión del VIH de madre a hijo en África subsahariana se reduzca a cero. Hasta entonces, seguirá habiendo niños infectados por el VIH que requieran tratamiento y cuidados.
Los éxitos en la prevención no se han acompañado del mismo grado de éxito en el diagnóstico y acceso a tratamiento. Se estima que en 2015, solo la mitad de los bebés expuestos a la infección del VIH a través de sus madres recibió el test apropiado para su diagnóstico, y menos de la mitad de los casi dos millones de niños infectados tuvo acceso a tratamiento antirretroviral.
El bajo acceso al tratamiento en poblaciones pediátricas se debe, en parte, a la escasez de formulaciones antirretrovirales apropiadas para niños. Existe una amplia gama de fármacos antirretrovirales distintos para adultos, lo que proporciona un gran margen para ajustar cuidadosamente las dosis y ofrece alternativas en caso de que aparezcan efectos secundarios graves o resistencia a los fármacos. No obstante, hay muy pocas formulaciones de TAR apropiadas para niños. Partir un cuarto o la mitad de una pastilla para adultos y pulverizarla en agua no permite una dosificación adecuada, y existen pocos fármacos en forma de jarabe o en dosis fácilmente adaptables a niños pequeños en edad de crecimiento. Las alternativas son escasas. Algunos de los fármacos necesita refrigeración para su conservación, lo cual es un factor limitante en zonas pobres donde el acceso a electricidad no está garantizado.
Dado que el sida pediátrico ha llegado a ser muy poco frecuente en los países industrializados, la demanda de formulaciones de TAR diseñadas específicamente para niños tiene lugar de forma mayoritaria en las zonas más pobres del mundo. En tales circunstancias, la industria farmacéutica no ha mostrado interés en desarrollar fármacos destinados principalmente a África subsahariana, donde vive más del 80% de los 1,8 millones de niños infectados por el VIH.
Son varias las iniciativas lanzadas para responder a esta cuestión. En 2014 se constituyó la Iniciativa para el Tratamiento del Sida Pediátrico (PHTI, por sus siglas en inglés), con la participación de instituciones de investigación, empresas farmacéuticas, organizaciones financieras y de cooperación al desarrollo. Su objetivo es contribuir a la aceleración del desarrollo de nuevas formulaciones pediátricas para tratar el VIH a través del fomento de la investigación, la creación de incentivos y el establecimiento de estrategias de financiación con un enfoque exclusivamente pediátrico. En el mismo año, PHTI, junto con el Fondo Global y el Programa Presidencial de Emergencia de Asistencia para el sida de Estados Unidos (Pepfar) establecieron la iniciativa para acelerar el tratamiento del VIH pediátrico (Accelerating Children’s HIV/AIDS Treatment Initiative, ACT) con el compromiso de duplicar el número de niños en tratamiento en África subsahariana. Como ejemplo del progreso en esta área, cabe destacar la aprobación por parte de la Agencia de Administración de Medicamentos y Alimentos de EEUU (FDA) de una formulación pediátrica (en granulado) de un fármaco de primera línea para el tratamiento del VIH (Lopinavir/Ritonavir), desarrollado por la compañía de genéricos india Cipla. Por otro lado, la organización DNDi espera presentar en 2019 dos nuevas formulaciones pediátricas fáciles de administrar, basadas en las nuevas recomendaciones terapéuticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de ellas compatible con el tratamiento de la tuberculosis.
En línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y con el compromiso de acabar con la epidemia del VIH para 2030, Onusida ha marcado la ambiciosa meta llamada 90-90-90 para 2020 (90% de las personas infectadas diagnosticadas, 90% tratadas y un 90% con supresión viral). De manera paralela, bajo la estrategia Start Free. Stay Free. AIDS Free, Pepfar y Onusida han establecido metas para acabar con la epidemia entre los más jóvenes con el fin de asegurar el tratamiento de por vida al 95% de los niños y adolescentes infectados por VIH (casi tres millones de personas).
Según el último Informe de Progreso publicado por la OMS el 29 de noviembre, se han producido grandes avances en esta línea. El número de niños en tratamiento antirretroviral se ha duplicado en los últimos cinco años, de 452.000 en 2010 a 910.000 a mediados de 2016, con una consecuente reducción del 44% en el número de muertes pediátricas por VIH.
Sin embrago, son muchos los desafíos por delante. A pesar de ser una enfermedad curable, la tuberculosis continúa siendo la causa principal de muerte en las niños (y adultos) infectadas por el VIH, y en algunos países como Mozambique la transmisión de la tuberculosis continúa creciendo. Por otro lado, a medida que la supervivencia de los niños infectados aumenta, también lo hace la importancia de la toxicidad de los fármacos a largo plazo, así como de la resistencia del virus al TAR. Según la evidencia científica, en determinadas zonas, más de la mitad de los niños menores de 18 años están infectados por virus resistentes a las primeras líneas de tratamiento. Para mantener a estos niños con vida es necesario asegurar el acceso a fármacos de segunda o tercera línea, cuyo coste es mucho mayor y su acceso muy limitado en los países más pobres.
Aun así, a día de hoy, los logros conseguidos dan esperanza para el futuro. Ya es hora de lograr que la infección pediátrica por el VIH no tratada se convierta en algo del pasado.