Entre el 16 y el 20 de abril, los jefes de Estado y de gobierno de la Commonwealth se reúnen en Londres para su cumbre bienal. Una de las cuestiones más importantes de la agenda será quién sucederá a la reina Isabel II, actual dirigente –aunque de forma simbólica– de la organización. Todas las apuestas se inclinan hacia su hijo Carlos pero, como el puesto no es hereditario, en teoría, no hay nada decidido aún. Cuestión sucesoria aparte, esta cumbre es especial para Reino Unido ya que llega poco antes de que el país abandone definitivamente la Unión Europea. El objetivo de los británicos es convencer a sus socios de que el Brexit no supone en absoluto “una caída al vacío”, como afirma Financial Times.
La Mancomunidad de Naciones es una organización compuesta por 53 países soberanos independientes y semi-independientes que, con la excepción de Mozambique y Ruanda, comparten “lazos históricos” –básicamente un pasado colonial– con Reino Unido, y cuyo principal objetivo es la cooperación internacional en el ámbito político y económico. Con el ingreso de Mozambique en 1995, la organización ha intentado subrayar su carácter internacionalista para evitar las críticas que la definen como un proyecto neocolonial. El hecho de que Isabel II sea jefa de Estado en 16 de los 53 países no ayuda.
Londres busca ahora revivir los lazos con todas estas antiguas colonias que habían pasado a un segundo plano desde la adhesión de Reino Unido a la Comunidad Económica Europea (CEE), pues en tanto que miembro de la UE, el país no podía negociar acuerdos de libre comercio de forma bilateral con terceros. Esta es la idea de base de la premier británica, Theresa May, que lleva meses insistiendo en la oportunidad para negociar con terceros países después de la retirada de la Unión, países que además han estado creciendo mucho más rápido que sus vecinos europeos. La presidenta de la organización, Patricia Scotland, también ha seguido esta línea de pensamiento y ha declarado que «el hecho de que todos estos países hablen el mismo idioma, tengan las mismas oportunidades políticas en términos de democracia e instituciones y compartan la misma ley común, es una verdadera plataforma para seguir adelante. Y no creo que el mundo haya necesitado la Commonwealth más de lo que la necesita ahora».
Todo parece indicar que los efectos del Brexit se pretenden mitigar con el impulso de la Commonwealth. Sin embargo, resulta precipitado comparar esta organización con la UE, pues esta última representa casi la mitad del comercio exterior de Gran Bretaña, frente a tan solo una décima parte de la Mancomunidad. Y así, en un sentido menos alentador, se manifestaba Peter Mandelson, exministro de Reino Unido y excomisrario de la UE, que no cree que se vaya a dar paso al “imperio 2.0”, y que considera que “los acuerdos bilaterales dentro de la Commonwealth serán difíciles de conseguir”.
Uno de los principales problemas de la Mancomunidad, de hecho, es que aglutina economías muy distintas –Canadá, Bangladesh, Botswana…–, al tiempo que reúne economías con bajos costes productivos que abren la puerta a una fuerte competencia para Reino Unido. Por otro lado, ahora que Londres ha perdido la condición que sus excolonias más valoraban, ser la bisagra para la entrada de sus productos en la UE, se empieza a tambalear su primacía en la organización. Además, varias potencias vienen denunciando desde hace un tiempo el trato que se le da a los inmigrantes de sus naciones que tienen que, a diferencia de los europeos, pasar por un largo proceso antes de que se les conceda la residencia. Esto último se ha agravado especialmente desde la puesta en marcha de la restrictiva política migratoria del gobierno de May.
Los dos miembros más importantes de la organización, a ojos de Londres, estarán representados al máxico nivel: la India de Narendra Modi y el Canadá de Justin Trudeau. Estos pesos pesados, sin embargo, no parecen dispuestos a plegarse a los deseos del país anfitrión. Mientras Reino Unido pone el acento en las ambiciones comerciales, Canadá por ejemplo preferiría dar prioridad a otros asuntos de calado, como el cambio climático. En el caso de India, será difícul llegar a un acuerdo para reforzar los lazos comerciales si en paralelo no se aborda la cuestión migratoria, donde Modi agradecería condiciones de entrada menos duras para los indios en Reino Unido.
Todo, por supuesto, queda pendiente de la materialización de la salida de Reino Unido de la UE. Las ambiciones de May y su gobierno, por lo pronto, tendrán que esperar al menos un par de años. La revista The Economist, mientras tanto, declara que todo resulta «un amable delirio».