El secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, ha anunciado que podrían levantarse pronto algunas de las sanciones occidentales a Rusia si Moscú sigue cumpliendo los acuerdos de Minsk y retira las tropas y el armamento pesado de la cuenca del Donbás en Ucrania. Todo parece indicar que la crisis económica producida por la caída de los precios del petróleo está provocando, por primera vez, un cambio en la estrategia geopolítica de Vladimir Putin.

En el último Consejo Europeo de diciembre, el primer ministro italiano, Matteo Renzi, criticó a la canciller Angela Merkel por las políticas comunitarias que respalda en materia de banca, energía e inmigración, insistiendo en que quiere una Europa “con orientación social y crecimiento” y subrayando que Italia “no está subordinada a Alemania”. La tensión se elevó tanto que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, tuvo que pedir a Renzi que rebajara el tono.

En el quinto aniversario de las protestas que derribaron a Hosni Mubarak, el régimen del general Abdelfatah al Sisi hizo un gran esfuerzo para que el 25 de enero –“día de la Revolución” desde 2011– pasara algo importante en la plaza cairota de Tahrir: nada. Y lo consiguió.

Cinco años después de que el sacrificio de Mohamed Bouazizi –el joven tunecino que se quemó a lo bonzo para protestar por los abusos policiales en su pueblo de Sidi Bouzid– encendiera en diciembre de 2010 las protestas de la hoy marchita primavera árabe, Ridah Yahaoui, otro joven de Kasserine, una población también depauperada, no encontró otro modo de protestar contra la falta de empleo que trepar a un poste de alumbrado público para electrocutarse. Murió poco después.

La caída del precio del petróleo a su punto más bajo en 12 años –por debajo de 30 dólares por barril, frente a 147 dólares que alcanzó en julio de 2008–, está causando varias víctimas colaterales en América Latina. Además de Venezuela, que ha declarado el estado de emergencia económica, Brasil, por ejemplo, va a tener que olvidarse por un largo tiempo de los ansiados beneficios que le iba a traer la explotación de sus yacimientos offshore, cuyos costes de extracción están por encima de los 70 dólares el barril, prohibitivos en las condiciones actuales.