La guerra de la coalición liderada por EE UU contra el Estado Islámico ha desviado la atención internacional del conflicto de Libia, que reproduce en menor escala una guerra por actores interpuestos similar a la que se libra en Oriente Próximo. Incluso una de las milicias islamistas libias que proliferan en un país sumido en el caos y la anarquía, con dos gobiernos y dos parlamentos –uno en Trípoli y otro en Tobruk–, ha declarado su “lealtad eterna” al “califa” Abu Bakr al Baghdadi, líder del EI.

Casi dos meses después de que la coalición liderada por EE UU lanzara su campaña aérea contra el Estado Islámico, las malas noticias se acumulan en los frentes de batalla. El 70% de la provincia iraquí de Al Anbar está ya en manos yihadistas. Kobani, ciudad siria de población kurda fronteriza con Turquía, está agotando sus defensas frente al empuje del ei y ante la pasividad del gobierno de Ankara.

Las actuaciones del comisario de la Competencia, Joaquín Almunia, contra Irlanda y Luxemburgo por facilitar la evasión de impuestos a grandes multinacionales, sobre todo farmacéuticas y tecnológicas de EE UU, van a sellar su importante legado político en el ejecutivo comunitario.

Apenas cuatro meses y medio después de las elecciones federales del 25 de mayo –frente a los 18 meses que el primer ministro saliente, Elio di Rupo, tardó en cerrar un pacto de legislatura en 2010– los líderes de los principales partidos belgas lograron ponerse de acuerdo para formar un gobierno de coalición en el que por primera vez participará un partido independentista flamenco, el N-VA de Bart de Wever.

La contundente victoria de Evo Morales en las elecciones del 12 de octubre –superando el 60% de los votos– para cumplir su tercer mandato, marca un nuevo hito en la carrera política del primer presidente indígena del país del altiplano, que por primera vez ha tenido un largo periodo de estabilidad política y crecimiento económico sostenido.