En un día cualquiera, en todo el mundo se efectúan alrededor de 100.000 vuelos comerciales que utilizan 50.000 rutas distintas, muchas de ellas sobre zonas de guerra. Todas esas naves son muy vulnerables al tipo de misiles tierra-aire –probablemente un SA-11 ruso, capaz de alcanzar aviones a 10.000 metros de altura– que derribó el pasado 17 de julio el vuelo MH17 de Malaysia Airlines en una zona del este de Ucrania ocupada por las milicias prorrusas armadas por el Kremlin.

El derribo del vuelo MH17 de Malaysia Airlines por un misil ruso mientras sobrevolaba Ucrania, causando la muerte de 298 personas, la mayoría europeas, ha provocado que por fin la UE esté considerando sanciones serias a Rusia, prohibiendo a ciudadanos y entidades comunitarios comprar acciones o bonos emitidos por bancos rusos o impidiendo que esos bancos operen en los mercados bursátiles europeos.

Tanto Israel como Hamás saben, cuando ya suman tres guerras desde 2008, que ninguno de ellos conseguirá imponer sus objetivos por la fuerza. Pero aún así siguen atrapados en el mismo círculo infernal de violencia y destrucción que siempre desemboca en el mismo punto.

La creación de un banco de desarrollo y del embrión de un sistema financiero alternativo al de las instituciones multilaterales de Bretton Woods en la reciente cumbre en Fortaleza (Brasil) de los BRICS (China, Rusia, India, Brasil y Suráfrica), ha sido recibido con cierto escepticismo.

La presidenta argentina, Cristina Fernández, aprovechó la reciente cumbre de los brics en Fortaleza (Brasil) para pedir un crédito de 5.000 millones de dólares del nuevo banco de desarrollo del bloque y su apoyo en su confrontación con los que llama “fondos buitre”.