Tras la goleada alemana a la selección brasileña en las semifinales del Mundial de la FIFA, el diario O Globo de Río tituló con el exceso propio de un país apasionado como pocos por el fútbol: “No es la derrota de un equipo, es la derrota de Brasil”. Aunque las elecciones brasileñas –como la del próximo 5 de octubre, que se prevén muy ajustadas con una segunda vuelta casi segura el 26 de octubre– coinciden con las copas del mundo, no ha habido nunca una correlación directa entre el desempeño de la seleçao y el resultado de las urnas.

Si algo demuestra el desplome bursátil del Banco Espírito Santo es que los inversores siguen inquietos con respecto a los bancos europeos. En cuanto se supo que Rioforte –una de las empresas pertenecientes al holding Espírito Santo International (esi), propietario del 25% del bes– no tenía liquidez para devolver a Portugal Telecom 847 millones de euros de una emisión de deuda, las acciones del bes empezaron a desplomarse en bolsa.

Cuando aún no se había extinguido la indignación causada en Alemania por el descubrimiento de un agente doble del Servicio de Inteligencia Exterior, que vendió información confidencial a la embajada de EE UU en Viena, la fiscalía federal confirmó el registro del domicilio y del despacho en el ministerio de Defensa de un militar sospechoso de haber espiado para Washington. Por segunda vez en pocos días, el embajador de EE UU en Berlín, John Emerson, tuvo que dar explicaciones al gobierno.

Fundado en 1887 por León XIII y reformado por Pío XII en 1944, el Instituto para las Obras de la Religión (ior), el “banco del Vaticano”, como es conocido en el mundo de las finanzas, ha tenido una trayectoria cuando menos azarosa. A pesar del hermetismo que le rodea, cada vez que ha sido de objeto de la atención pública, se ha debido a las graves irregularidades en las que ha incurrido –lavado de dinero, evasión de capitales, fraudes fiscales…– y a los escándalos que han implicado a sus gestores.

La toma por los peshmergas –las fuerzas de seguridad del Gobierno Regional del Kurdistán iraquí– de dos yacimientos petroleros cercanos a Kirkuk ha acercado un poco más la independencia del Kurdistán, un sueño que los alrededor de 30 millones de kurdos que viven entre Turquía, Siria, Irán e Irán alimentan desde hace al menos un siglo. Pese a que las potencias regionales –a excepción de Israel– perciben como una amenaza esa posibilidad, no parece que nada pueda detener el proceso.