Las turbulencias financieras en los países emergentes se han ido atenuando a medida que los mercados han comenzado a distinguir entre los países con riesgo de insolvencia, unos pocos, de los que sufren una crisis de liquidez. A esa calma han contribuido las promesas de la presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, de introducir cambios graduales en las políticas de su antecesor, Ben Bernanke, y las buenas noticias sobre el comercio exterior chino.

Apenas dos meses después de acceder a la secretaría general del Partido Democrático (PD), el hasta ahora alcalde de Florencia, Matteo Renzi, está a punto de convertirse en el primer ministro más joven de Europa tras haberse quitado de en medio a Enrico Letta, forzando una votación partidaria que dejó sin sustento político al jefe del gobierno.

Turquía parecía destinada a ser una de las estrellas más brillantes en el firmamento de los mercados emergentes. La llegada al poder en 2002 del partido islamista AKP del primer ministro Recep Tayyip Erdogan pareció abrir un periodo de estabilidad. Desde 1945, el país tuvo como promedio, un gobierno nuevo cada nueve meses. Esa crónica inestabilidad conducía siempre a déficit desbocados y al caos económico.

Las masivas manifestaciones en Ucrania contra el gobierno de Viktor Yanukovich, que acaban de ser reprimidas manu militari en la plaza Euromaidan de Kiev, parecen haber convencido a la población de Bosnia y Herzegovina que en tiempos de crisis, la acción directa en las calles es una forma de llegar al poder tan legítima como cualquier otra.

La represión de las protestas callejeras utilizando a bandas de matones y paramilitares y la subsiguiente detención de un destacado líder opositor, Leopoldo López, revelan que Nicolás Maduro se está quedando solo con dos opciones: acabar con la cobertura electoral-democrática que le dio Hugo Chávez a su modelo de autocracia competitiva con partido hegemónico o abrir el diálogo con la posición. En ambos escenarios pierde.