Tras décadas de competir con el capitalismo de Estado de potencias emergentes como China, que subvenciona masivamente a su industria exportadora con créditos blandos otorgados por la banca estatal, la Unión Europea se ha convencido de que la política industrial es imprescindible para competir en los mercados mundiales.

La cumbre del G-8 en Lough Erne (Irlanda del Norte) encalló ante la negativa del presidente ruso, Vladimir Putin, a aceptar la creación de zonas de exclusión aérea sobre Siria e incluir en la declaración final una mención explícita al abandono del poder de Bachar el Assad, como pretendían EE UU, Francia y Reino Unido.

Europa tiene una moneda única, pero no ha logrado culminar uno de los aspectos básicos de su mercado único: el espacio aéreo. Su fragmentación entre los 27 países miembros causa saturación del tráfico, retrasos, problemas de seguridad y costes extras por valor de 5.000 millones de euros al año, que recaen sobre los pasajeros y las compañías aéreas.

Al elegir el 14 de junio al ayatolá Hasan Rohaní como presidente de la República Islámica, los iraníes han enviado un mensaje que abre perspectivas inéditas para las relaciones exteriores del país. A nivel interno, al respaldar el discurso moderado, pragmático y de reacercamiento con Occidente de Rohaní, los votantes han expresado su deseo de un cambio en la continuidad, que tienda un puente entre los reformistas y el núcleo conservador que rodea al líder supremo, ayatolá Ali Jamenei, y a la Guardia Revolucionaria, el brazo armado el régimen.

Las drogas ilegales son hoy, en términos reales, un 80-90% más baratas que hace 30 años, lo que muestra el fracaso de la “guerra contra las drogas” lanzada por Richard Nixon hace ya 40 años. Aunque EE UU ha invertido en ese esfuerzo casi un billón de dólares, la ONU estima que entre 1998 y 2008 el número de consumidores de opiáceos aumentó un 34,5%, los de cocaína un 27% y los de cannabis un 8,5%.