Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional, ha advertido que si los bancos europeos no son recapitalizados –“a la fuerza y con dinero público si hiciera falta”– se podría producir una nueva “crisis de liquidez” en las economías desarrolladas.

El escaso crecimiento económico y precaria gobernabilidad política ha llevado a Italia a tener una de las deudas más altas de la zona euro: 120,6% de su PIB, por lo que no extraña que este verano los inversores se hayan negado a seguir financiando su endeudamiento.

Si el régimen de Bashar el Assad no está cegado por su propia propaganda –que sigue sosteniendo que su recurso a la fuerza solo responde a la amenaza de grupos violentos apoyados desde el exterior–, ya debe ser consciente de que su margen de acción se ha reducido tras la caída de Trípoli en manos de los rebeldes libios.

La caída de Muamar el Gadafi en Libia ha dejado a Argelia, que ha acogido a la esposa y a tres hijos del dictador libio, como el único país del norte de África que no ha experimentado turbulencias políticas importantes desde el comienzo de la “primavera árabe”.

En los años setenta en Holanda las crecientes exportaciones de gas natural revalorizaron tanto la moneda nacional que distorsionaron el resto de la economía, mucho más grande que el sector extractivo.