La decisión del Banco Central chino de dejar flotar el yuan en una banda limitada frente a una cesta de monedas, abandonando el tipo de cambio fijo en relación al dólar que adoptó en 2008, ha sido recibida con beneplácito en todo el mundo, pero más por lo que significa como gesto político de buena voluntad de China en vísperas de la cumbre del G-20 en Toronto (Canadá) que por los efectos económicos inmediatos que tendrá esa medida sobre la economía mundial.