EL hecho de que el centroizquerdista y laico Partido del Congreso (PDC) haya ganado las elecciones legislativas indias con su mejor resultado en un cuarto de siglo, obteniendo 206 de los 543 escaños en disputa, en comparación a los 145 que obtuvo en 2004, es una buena noticia no sólo para India, la mayor democracia del mundo, con 1.140 millones de habitantes, sino también para Asia y el resto del mundo

Prisionero del Estado, las memorias del ex primer ministro y secretario general del Partido Comunista Chino (PCCH), Zhao Ziyang, a punto de publicarse en EE UU coincidiendo con el 20 aniversario de la represión de las protestas de la plaza Tiananmen, representan una rara oportunidad de escrutar, a través de un testimonio de primera mano, las interioridades de uno de los regímenes más opacos del mundo. Pero, sobre todo, suponen un importante desafío político para la cúpula heredera del legado de Deng Xiaoping. Cuando murió Zhao en 2005, tras 16 años de arresto domiciliario, la única reacción oficial fue una escueta declaración de un par de líneas en la agencia de noticias estatal Xinhua.

Los alegatos póstumos del abogado asesinado Rodrigo Rosenberg en un vídeo difundido tras su muerte, y en el que acusa al presidente de Guatemala, Álvaro Colom, a su esposa, Sandra Torres, y a los directores del Banco de Desarrollo Rural (Banrural), uno de los más importantes del país, de planificar su muerte y la de su cliente, el empresario Khalil Musa y su hija, representan el mayor desafío que enfrenta Colom desde que asumió el poder, en enero de 2008. El presidente afirma que es víctima de otro intento de desestabilizar su gobierno. No es la primera vez que un asesinato político de gran relieve sacude al país.

AUNG San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz en 1991 por su lucha contra el régimen militar birmano, fue conducida a la prisión de Rangún el 14 de mayo, a la espera de juicio, en un nuevo giro de tuerca represivo de la Junta Militar, decidida a despejar cualquier duda sobre su voluntad de permanencia en el poder.