CUANDO en 1979 Margaret Thatcher llegó al número 10 de Downing Street, nadie podía prever que su “revolución conservadora” se convertiría en una especie de nuevo sentido común económico para toda una generación de líderes mundiales. Su decálogo –privatización, desregulación, abolición de los controles de cambio, reducción del poder sindical, liberalización de los movimientos de capitales e impulso a la iniciativa privada– fue adoptado desde Moscú a São Paulo. Pero Thatcher obtuvo su mayor victoria en el campo de las ideas y los valores: “La economía es el método, el objetivo es cambiar el alma”, dijo. Veinte años después de dejar el poder, todo aquello contra lo que luchó –las nacionalizaciones, las subidas de impuestos y el keynesianismo– están de nuevo en boga en Londres y Washington.

EL quinto aniversario de la entrada en la Unión Europea de 10 países, ocho de ellos del centro y el este de Europa que habían sido durante más de 40 años satélites soviéticos, ha servido para que Europa haga un balance de lo que Timothy Garton Ash, su más brillante cronista, denominó la “refolución” (mezcla de reforma y revolución) que concluyó en la primera unificación democrática del Viejo Continente.

EL triunfalismo sobre la situación interna en Irak se ha acabado tras los datos de abril, cuando murieron 371 iraquíes y 80 peregrinos iraníes víctimas de atentados terroristas, frente a las 200 de enero, y 18 soldados estadounidenses, el mayor número en seis meses. Se pone así en evidencia que los insurgentes suníes están dispuestos a atacar cualquier flanco vulnerable a medida que se acerca el 30 de junio, fecha establecida entre Washington y Bagdad para la cesión del control de los centros urbanos a las fuerzas de seguridad iraquíes.

LOS portavoces de la Santa Sede y el propio Benedicto XVI han precisado repetidamente que la visita papal a Tierra Santa tiene una dimensión religiosa. Pero todos perciben las evidentes connotaciones políticas de su visita a Israel, Jordania y Palestina, que se produce al cabo de cuatro años de asumir el solio pontificio. En contraste, la peregrinación a Tierra Santa de su antecesor, Juan Pablo II, se produjo prácticamente al final de su largo pontificado.

LA concesión de asilo político por Perú a la principal figura de la oposición venezolana, Manuel Rosales –ex gobernador del Estado petrolero de Zulia, ex candidato presidencial en 2006 y hasta ahora alcalde de Maracaibo, la segunda ciudad del país–, poco después de que Venezuela emitiera una orden internacional de arresto contra él, fue recibida de manera ambivalente por el gobierno de Hugo Chávez.