El último Consejo Europeo celebrado en Bruselas sirvió para poner encima de la mesa los grandes problemas que preocupan a los europeos… y también para constatar las reducidas posibilidades que tienen sus gobiernos para resolverlos. Abordar asuntos como la ampliación, la inmigración o la energía permite conocer la amplitud de las divergencias de los Veinticinco y su escasa capacidad para alcanzar compromisos al respecto.

En la reciente cumbre EE UU-UE celebrada en Viena, George W. Bush insistió ante sus aliados europeos que no se debe aligerar la presión sobre Irán para que renuncie a su programa nuclear, incluso imponiéndole sanciones si no acepta la propuesta del UE-3 (Reino Unido, Alemania y Francia), con aportaciones de EE UU, presentada a las autoridades iraníes por Javier Solana el pasado 6 de junio.

Las cosas están cambiando a tal velocidad en el sector de las telecomunicaciones que en pocos días se han producido dos grandes operaciones: la aprobación por parte de los accionistas de Telefónica Móviles a su absorción por la matriz y la fusión de Nokia con la división de “telecos” de Siemens. Aunque aparentemente poco tienen que ver –una de ellas afecta a las operadoras de servicios telefónicos mientras que la otra a la de los fabricantes de equipos–, la realidad es que ambas obedecen a una misma lógica: la tendencia a la concentración entre la telefonía fija y la móvil.

Aunque casi todos los miembros de la delegación argentina en la reciente visita oficial del presidente Néstor Kirchner a España destacaron que el principal objetivo del viaje era atraer nuevas inversiones a su país, lo cierto es que mientras que no se normalicen las relaciones de su gobierno con las empresas españolas, éstas difícilmente llegarán. Un caso particularmente importante es el de Repsol, que ha anunciado que quiere reducir su participación en su filial argentina YPF. El gobierno de Buenos Aires ha reaccionado diciendo que está dispuesto a ofrecerle nuevas prospecciones y ha desmentido reiteradamente que tenga intención de nacionalizar YPF o que busque quedarse con el 51% de la petrolera.

La posibilidad de que Al Fatah y Hamás firmen un acuerdo que podría evitar una guerra civil, ha sido una de las mejores noticias que podían provenir de Palestina. Superar las abismales diferencias existentes entre ambos partidos –y que han paralizado a la Autoridad Nacional Palestina (ANP)– sería un logro histórico que podría facilitar un acuerdo de paz más amplio con Israel. Sin embargo, son pocos quienes creen que pueda perdurar, aun en el caso de que se firme. La razón es simple: mientras que Al Fatah propugna negociaciones para crear un Estado palestino que conviva pacíficamente con Israel, Hamás aspira a la destrucción del Estado judío y a la islamización de Palestina, algo a lo que Al Fatah se opone de manera categórica.