La reciente gira del vicepresidente de EE UU, Richard Cheney, por Lituania, Kazajstán y Croacia se inscribe en los preparativos de la próxima cumbre del G-8 que, bajo presidencia rusa, se celebrará en julio en San Petersburgo y que tendrá como asunto central la seguridad energética mundial. Por ello, el periplo de Cheney por países que antes formaron parte de la Unión Soviética o de su periferia, estuvo signado por los mensajes a Moscú. El 4 de mayo en Vilna, Lituania, Cheney recordó el éxito de revoluciones democráticas como las de Georgia y Ucrania y criticó el afán de control por parte de Moscú del espacio ex soviético: unas declaraciones que sorprendieron por su escaso sentido de oportunidad en un momento en que Washington necesita a Rusia para encauzar la crisis que le enfrenta a Irán.

Probablemente lo más destacado de la IV Cumbre Unión Europea- América Latina y Caribe (UE-ALC), celebrada en Viena el 11 y 12 de mayo, ha sido su irrelevancia, más allá de la utilidad de algunos encuentros bilaterales entre los mandatarios. América Latina ocupa hoy un lugar secundario en la agenda internacional y también en la de la UE. Lejos están ya los días en que una España recién incorporada a la Unión empujaba, desde dentro y fuera de las instituciones comunitarias, para que las relaciones entre la UE y la región, casi inexistentes en los ochenta, obtuvieran el reconocimiento que desde el punto de vista español merecían.

Una puede haber sido fortuita, pero que varias encuestas en menos de un mes muestren que Felipe Calderón, el candidato del oficialista Partido de Acción Nacional (PAN), sobrepasa a Andrés Manuel López Obrador, del Partido de la Revolución Democrática (PRD), en la carrera presidencial parece revelar un cambio de tendencia en la campaña electoral mexicana, que culminará con la cita en las urnas el próximo 2 de julio. Los sondeos del diario Reforma muestran a Calderón con el 38% de las preferencias, frente al 35% de López Obrador y el 23% de Roberto Madrazo, del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Desde febrero, Calderón ha ganado siete puntos, mientras Obrador ha perdido tres y Madrazo seis.

El nuevo gobierno israelí encabezado por el líder del partido centrista Kadima, Ehud Olmert, no tendrá 100 días de gracia. Ni siquiera transcurrió una semana desde su toma de posesión cuando algunos partidos opositores presentaron en la Knesset (Parlamento) la primera moción de confianza. Pero la relativamente sólida coalición que ha formado con el Partido Laborista, con el que ha establecido una alianza estratégica; el Partido de los Jubilados, que ha firmado un acuerdo con Kadima para crear un frente parlamentario; y los religiosos ortodoxos sefarditas de Shas, permite prever una cierta estabilidad a corto y medio plazo.

Mientras el Consejo de Seguridad de la ONU intenta alcanzar un consenso sobre la estrategia a seguir para impedir que Irán se haga con armas nucleares, para lo que intenta combinar incentivos y amenazas –en este caso privilegios y/o sanciones comerciales–, en Washington se habla cada vez con mayor insistencia de la posibilidad de propiciar un “cambio de régimen” en Teherán azuzando las tensiones interétnicas en ese país.