En una conferencia de prensa en la Casa Blanca el pasado 21 de marzo, George W. Bush admitió, por primera vez, que está gastando el capital político que ganó con su reelección en la guerra de Irak y que hasta que no logre convencer a sus ciudadanos sobre la posibilidad de la “victoria” de EE UU, ese conflicto va seguir proyectando una sombra sobre cualquier cosa que haga. Esas afirmaciones confirman lo que recogen abrumadoramente los sondeos de opinión: la gran decepción con la administración que condujo al país a una guerra basada en falsedades y llevada a cabo con una manifiesta incompetencia que hasta los propios republicanos reconocen.

Ante las previsibles protestas generadas por las manipulaciones en las elecciones del pasado 19 de marzo en Bielorrusia, la gran incógnita ahora es cuál podría ser la evolución de la crisis, agravada tras el anuncio oficial de los resultados que adjudican al actual presidente, Aleksandr Lukashenko, el 82,6% de los votos con una participación del 92%, con lo que se asegura su ya tercera “reelección”.

Los últimos sondeos para las elecciones del próximo 9 de abril dan a Ollanta Humala, un ex teniente coronel de discurso nacionalista radical, un 32% de la intención de voto frente al 28% de la socialcristiana Lourdes Flores, que hasta ahora no había perdido el primer lugar. Según las últimas mediciones, una segunda vuelta entre Humala y Flores terminaría hoy en empate. Dos semanas antes, frente a ese eventual escenario, la candidata de Unión Nacional sacaba 20 puntos de ventaja.

Las elecciones israelíes del 28 de marzo podrían ser cruciales por sus consecuencias para el futuro del proceso de paz palestino-israelí. La lucha principal se libra entre tres escuelas de pensamiento: a la derecha se encuentra el Likud, encabezado por Benjamin Netanyahu, que se opone a nuevas evacuaciones israelíes en los territorios ocupados y preconiza una política dura frente al nuevo gobierno palestino. La izquierda, con el laborismo a la cabeza, propone el regreso a las negociaciones, a las que considera preferibles a nuevas “desconexiones”. A su izquierda está el partido socialista Meretz, que busca el retorno a la “línea verde”, es decir, a la línea de armisticio anterior a la ocupación israelí de los territorios palestinos ocupados en 1967 y la división de Jerusalén en dos capitales

Tras la crisis en torno a las caricaturas de Mahoma se ha pasado ahora a un paréntesis de relativa calma que se debe aprovechar porque probablemente es una tregua en un conflicto de baja intensidad de más largo aliento entre las sociedades occidentales y las islámicas. Todas las partes deben reconocer la responsabilidad que les compete para que esas fricciones no deriven en el temido “choque de civilizaciones”. En primer lugar, hay una ignorancia un tanto despectiva del laicismo europeo ante la sensibilidad de los creyentes de otras culturas. Ese vacío es especialmente importante en el caso del islam, que ya no está solamente al otro lado del Mediterráneo sino dentro del territorio y las sociedades europeas.