El presidente francés, Emmanuel Macron, ha sido el primer líder europeo en reconocer que su país no podría soportar los ‘daños colaterales’ de una segunda cuarentena, explicando que una sociedad sin riesgos nunca ha existido ni existirá y que, a pesar de estos riesgos, los confinamientos forzosos no volverán.

Cuando empezó la crisis del coronavirus, gobiernos y expertos coincidieron en apuntar que sería breve y que las medidas de protección de rentas permitirían recuperar la actividad económica a corto plazo. La realidad, sin embargo, muestra que la pandemia va para largo y, con ella, la crisis económica.

Nunca fueron fáciles las relaciones de vecindad con Rusia, un gigante a las puertas de Europa que no comparte los valores fundadores de la Unión. El momento actual, una eterna resaca de la guerra de Crimea en 2014, podría considerarse el peor de las últimas décadas.

El acuerdo alcanzado en agosto por Argentina con sus principales acreedores privados –fondos de inversión libre como Blackrock, Ashmore, Fidelity y T Rowe Price– para reestructurar una deuda de 65.000 millones de dólares en bonos soberanos, evitó la novena suspensión de pagos del país y una nueva exclusión de los mercados de capitales internacionales, como ocurrió tras la octava en 2001.