En 1912, el general Erich von Falkenhayn, jefe del Estado Mayor del Reich alemán, escribió que pronto en el Viejo Continente estallaría una Gran Guerra cuyos mayores beneficiarios serían Estados Unidos y Japón, y añadió: ‘para mí serán buenas noticias (…) estoy cansado y extremadamente aburrido por esta ociosa vida pacífica’.

El asesinato de 11 personas de origen judío en una sinagoga de Pittsburgh por un supremacista blanco no fue un atentado racista más, o una nueva matanza indiscriminada, en un país donde el derecho a llevar armas está garantizado en la Constitución.

Cuando le preguntaron al general João Baptista Figueiredo, último presidente de la junta militar que gobernó entre 1964 y 1985, cómo quería ser recordado por la historia, contestó: ‘Prefiero que me olvide’. La elección de Jair Bolsonaro muestra que sus deseos no se cumplieron.

Las solicitudes de un alto el fuego en Yemen por parte del secretario de Defensa, James Mattis, y del de Estado, Mike Pompeo, ha sido la primera iniciativa de Washington para finalizar un conflicto que desde 2015 ha provocado, según Naciones Unidas, la mayor hambruna de la historia mundial en el último siglo, con ocho millones de víctimas de desnutrición, de los que 1,5 millones eran menores de cinco años.