Jair Bolsonaro, un político astuto y camaleónico, ha sabido ocupar el vacío de poder tras la implosión del antiguo orden político y, sobre todo, tras el descrédito del Partido de los Trabajadores (PT) que aún no ha llevado a cabo la autocrítica necesaria por los errores cometidos.

En una conferencia en el Hudson Institute el 4 de octubre, el vicepresidente de EEUU, Mike Pence, advirtió que la Casa Blanca iba a “corregir” las relaciones con China, porque los 40 años de esfuerzos occidentales por convertirla en un socio responsable de la comunidad internacional habían fracasado.

Tras el rechazo de la Comisión Europea al presupuesto presentado por el gobierno italiano –algo inédito en la historia comunitaria– Bruselas y Roma parecen decididas a mantener sus posiciones, en un duelo similar al de Bruselas y Atenas hace ocho años, pero potencialmente más grave.

El asesinato de Jamal Khashoggi en Estambul por un grupo de esbirros enviados por Riad ha sido para el presidente turco, Recep Tayip Erdogan, un regalo caído del cielo. Una inesperada baza de negociación con la que extraer concesiones de Donald Trump y del príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salman, sin cuya aprobación u orden directa no se podría haber cometido el crimen de Estado.