El rechazo por el Congreso del proyecto de Donald Trump de sustituir el Affordable Care Act (ACA) –el llamado Obamacare– por otra ley de seguro médico más laxa, ha sido la primera gran derrota de su administración. Seguramente no será la última, dadas las divisiones en las filas republicanas y la férrea oposición de los demócratas a Trump, lo que configura un escenario político que pone en riesgo toda su agenda económica.

Como un símbolo de los tiempos que corren en la UE, mientras que la celebración del 60 aniversario del Tratado de Roma en la capital italiana se realizó en medio de estrictas medidas de seguridad y con manifestaciones de protesta, en Londres salieron a las calles miles de personas para protestar contra el Brexit, pocos días antes de que la premier británica, Theresa May, activara el proceso de salida del club comunitario. No fue casual.

La acelerada desintegración del “califato” de Daesh en Irak y Siria, donde en 2016 perdió el 25% del territorio que controlaba, ha abierto una nueva etapa en su actividad terrorista, más dependiente de acciones violentas a pequeña escala, como demostró el atentado del 22 de marzo en Londres, donde un “lobo solitario” se limitó a utilizar un automóvil y un cuchillo para atentar contra un grupo de transeúntes en el puente de Westminster y luego estrellarse contra la verja del Parlamento.

En un país donde hasta los comunistas del PPS suelen declararse monárquicos, no debería de sorprender que los islamistas del PJD den también muestras de pragmatismo, como acaban de hacer ahora al formar gobierno con agrupaciones disímiles –y hasta antagónicas– en tiempo récord, tras una larga parálisis de casi cinco meses de negociaciones reiteradamente frustradas por las intransigencias mutuas. Ahora, haciendo virtud de la necesidad, al PJD no le quedó más alternativa que plegarse a las exigencias del rey Mohamed VI.

Buena parte del aumento del 10% DE presupuesto de defensa anunciado por Donald Trump se va a dirigir a reforzar la red de satélites del Pentágono. No es extraño. Internet y la digitalización de la economía dependen cada vez más de la tupida red de satélites que orbitan el planeta. Hoy 12 países tienen capacidad tecnológica para lanzarlos al espacio.