El tono conciliador del discurso que pronunció Donald Trump ante el Congreso ha sido recibido con un suspiro de alivio casi universal. Pero muchos sospechan que es solo una maniobra de distracción mientras la administración prepara la mayor desregulación que haya emprendido nunca Estados Unidos. Los mercados han respondido con entusiasmo: en el primer mes de Trump, el índice industrial Dow Jones subió más que en ningún otro comienzo de mandato desde los años treinta.

La venta de la alemana Opel por GM al grupo francés PSA por 2.300 millones de euros, ha suscitado reparos entre analistas y mercados, que no acaban de ver las ventajas de la operación, ni para GM ni para PSA. GM, tercer fabricante mundial de automóviles, explicó que se deshacía de su filial europea, de la que era propietaria desde 1929, y se marchaba de la UE por una razón muy sencilla: para no seguir perdiendo dinero. Desde los años noventa Opel no es rentable. Durante 17 ejercicios consecutivos arrojó pérdidas. En 2015 perdió 813 millones de dólares y 257 millones en 2016.

La convocatoria por François Hollande de una cumbre en Versalles con Francia, Alemania, Italia y España tuvo un claro objetivo: transmitir un mensaje de unidad en tiempos inciertos. El ascenso de los populismos, el Brexit y las eventuales e inevitables fricciones con Donald Trump y Vladimir Putin, hacen imprescindible planificar un futuro diferente para la UE. Y el núcleo de Europa tiene una especial responsabilidad en su diseño.

Sudán del Sur, Somalia, Yemen y Nigeria corren el peligro, según ha advertido el secretario general de la ONU, António Guterres, de sufrir su segunda hambruna en una década debido a la “combinación de pesadilla” de sequía, guerra y enfermedades como el cólera y la malaria, derivadas de la pobreza crónica. En la hambruna somalí de 2011 murieron unas 260.000 personas y ahora están amenazadas 20 millones.

La muerte el 29 de enero del Navy Seal William Owens en un ataque contra una base de Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA) en Yakla, en el este yemení, ha dejado claro que EEUU ha puesto a Yemen entre sus prioridades militares y contraterroristas. Mientras que en 2016 Washington ordenó 31 ataques aéreos en territorio yemení, en lo que va de 2017 ya han superado los 40. La administración de Donald Trump está considerando la posibilidad de designar el país como “zona de actividad hostil”, lo que permitiría al Pentágono emprender ataques sin necesidad de obtener la aprobación previa de la Casa Blanca.