La decisión de la comisaria de Competencia de la UE, Margrethe Vestager, de obligar a Irlanda a recuperar impuestos “perdonados” a Apple por valor de 13.000 millones de euros, ha sido recibida con indignación en amplios sectores de EEUU, donde una vez más se ha acusado a Bruselas de perseguir a sus multinacionales. El CEO, de Apple, Tim Cook, ha calificado la medida de “basura política”.

La cumbre del G-20 en Hangzhou (China) emitió la habitual declaración anodina sobre la necesidad de estimular la economía mundial, que este año crecerá solo un 3,1%, y mejorar la gobernabilidad de la globalización, entre otros reiterados tópicos. La agenda del G-20 es tan amplia que hace inviable un proceso eficaz de decisiones.

Alternativa por Alemania (AfD), la formación populista que surgió en 2013 en reacción a los rescates de la zona euro y que disparó su intención de voto con la crisis de refugiados, se ha convertido en el primer partido en superar por la derecha a la oficialista CDU en unas elecciones regionales, las recientes de Mecklemburgo-Pomerania Occidental. Aunque ese Land apenas tiene 1,5 millones de habitantes y representa el 1,5% del PIB germano, retiene un especial simbolismo político: en él están empadronados la canciller Angela Merkel y el presidente federal, Joachim Gauck.

La eliminación por un dron de EEUU de Abu Mohamed al Adnani, el principal ideólogo, propagandista y jefe de operaciones exteriores de Daesh, ha confirmado que 2016 ha sido funesto para los yihadistas pese a la repercusión de sus atentados en Europa y Turquía.

El asesinato, tras ser torturado, del viceministro del Interior boliviano, Rodolfo Illanes, en medio de las protestas de uno de los sectores más favorecidos por el presidente Evo Morales –los mineros– ha alimentado todo tipo de teorías conspirativas entre los sectores oficialistas, incluida la de que se trata de una nueva maniobra de “la derecha y el imperialismo” para desacreditar al presidente. Pero la respuesta es mucho más simple. Y prosaica.