El ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, ante las estatuas del difunto fundador del país, Kim Il-sung, y de su difunto hijo, Kim Jong-il, en Pyongyang, Corea del Norte, el 19 de octubre de 2023. GETTY.

Reunificación coreana, ¿aplazada o abandonada?

El líder norcoreano Kim Jong-un ha anunciado que ya no apoyará el antiguo objetivo de reunificar las dos Coreas. Este cambio de postura, unido a la demostración de fuerza militar de Kim, tiene consecuencias preocupantes para la estabilidad de la península.
Christopher Green
 |  11 de abril de 2024

En enero, el líder norcoreano Kim Jong-un sorprendió al mundo al afirmar que la existencia de dos Coreas –la República Popular Democrática de Corea (RPDC) en el norte y la República de Corea en el sur– se había convertido, en su opinión, en permanente. Kim subrayó que este giro político marcaba el final de casi 80 años de una relación que hasta entonces se había basado en la inevitabilidad de una eventual reunificación. Es discutible si alguna de las partes ya consideraba inevitable ese final durante las ocho décadas caracterizadas por una hostilidad implacable. No obstante, el anuncio de Kim materializa –al menos sobre el papel– este cambio de política.

Kim lo anunciaba por primera diciembre de 2023, durante el pleno anual del gobernante Partido de los Trabajadores de Corea, un acontecimiento que se suele analizar en busca de indicadores de las líneas políticas de Pyongyang para el año siguiente. El 15 de enero de 2024, la Asamblea Popular Suprema –el órgano legislativo norcoreano– aprobó los cambios anunciados. Por orden de Kim, el Monumento a las Tres Cartas para la Reunificación Nacional, símbolo visual del sueño de reunificación pacífica que su padre construyó en las afueras de Pyongyang, fue  demolido a  finales  de  enero. Además, se han dado de baja una serie de sitios web gestionados hasta ahora por el Departamento del Frente Unido, la agencia gubernamental norcoreana que se ocupa de las relaciones intercoreanas. A su debido tiempo, se modificará la Constitución.

Estos acontecimientos se producen en un momento en el que Corea del Norte ha estado flexionando su músculo militar. Aunque Pyongyang ha estado alejada de las pruebas nucleares desde 2017, ha desarrollado por otro lado programas de lanzamiento de misiles y satélites a un ritmo acelerado, especialmente desde el otoño de 2021. Este año, ha impulsado múltiples lanzamientos de satélites con tecnología de misiles balísticos, y en su discurso de la Asamblea, Kim introdujo una ambiciosa modernización de su  programa militar. El Norte también está dispuesto a bloquear todos los canales de comunicación intercoreanos, así como a taponar físicamente los enlaces por carretera y ferrocarril entre las dos Coreas, enlaces que el ejército norcoreano considera desde hace tiempo una preocupante debilidad de la frontera sur del país. Por último, Kim advirtió que Pyongyang podría tratar de redefinir la esfera territorial en la que Corea del Norte afirma su soberanía, especialmente en el Mar Occidental, disputado desde hace tiempo.

Nada de lo anterior significa que la guerra en la península coreana sea inminente, y mucho menos que la propia Corea del Sur corra un riesgo inmediato. Podría decirse que el cambio de política de Kim reduce los riesgos de conflicto existentes, ya que elimina el espectro de la reunificación forzosa, al menos en teoría. Pero al mismo tiempo crea otros nuevos, al aumentar el peligro de enfrentamientos con Corea del Sur, sobre todo en un año de elecciones tanto en el Sur como en Estados Unidos, su estrecho aliado.

 

¿El fin de las esperanzas de reunificación?

Kim ha enmarcado el cambio de política como una respuesta a lo que él considera una serie de acciones agresivas y provocadoras por parte de Corea del Sur y Estados Unidos, incluidos los esfuerzos para institucionalizar la cooperación trilateral entre Estados Unidos, Corea del Sur y Japón. A Kim le ofendió especialmente que Seúl y Washington firmaran la Declaración de Washington en abril de 2023. Esta declaración llevó a la creación de un Grupo Consultivo Nuclear entre los dos aliados. Este Grupo, que sigue aproximadamente el modelo de las consultas nucleares en el seno de la OTAN, prevé que Estados Unidos y Corea del Sur planifiquen y apliquen conjuntamente respuestas a su programa nuclear. La Declaración de Washington también abrió la puerta a que submarinos estadounidenses con armamento nuclear visiten repetidamente puertos surcoreanos, una medida que Estados Unidos presenta como necesaria para reforzar la disuasión, pero que Corea del Norte considera una provocación. Pyongyang también destacó la ampliación del Mando de la ONU, resto institucional de la fuerza multinacional liderada por Estados Unidos que luchó contra Corea del Norte y China en la Guerra de Corea (1950-1953), en lo que Kim tachó de “multinacional organización bélica que busca provocar la segunda Guerra de Corea” .

 

«Kim culpa en gran medida del deterioro de las relaciones Norte-Sur al presidente surcoreano, Yoon Suk-yeol»

 

Kim culpa en gran medida del deterioro de las relaciones Norte-Sur al presidente surcoreano Yoon Suk-yeol, cuyo gobierno conservador lleva en el poder desde mediados de 2022. Según Pyongyang el apoyo de Yoon a la alianza entre Estados Unidos y Corea del Sur y la dura retórica anticomunista de su administración desencadenaron la decisión de Corea del Norte de desechar un acuerdo militar intercoreano en noviembre de 2023. Anexo a la Declaración de Pyongyang que se firmó cuando el expresidente surcoreano Moon Jae-in visitó la capital norcoreana en septiembre de 2018, y concebido como una serie de pasos simultáneos para reducir el grado de militarización de la frontera intercoreana, el acuerdo había aportado cierta previsibilidad a las maniobras militares a lo largo de la inestable frontera.

Al suprimir varios puestos de vigilancia en puntos sensibles de la frontera común, se consiguió incluso un modesto grado de desescalada. Tal vez lo más importante fue que trajo más calma a los disputados mares al oeste de la península. Pero a medida que Seúl se acercaba a Estados Unidos bajo la presidencia de Yoon, Corea del Norte afirmaba que estaba haciendo “intencionados y provocadores movimientos” que, en efecto, hacían que el acuerdo fuera discutible. Cuando Seúl derogó formalmente parte del acuerdo en respuesta al lanzamiento de un satélite norcoreano (acción prohibida por las sanciones de la ONU como medio para que la RPDC perfeccione su tecnología de misiles balísticos, entre otros objetivos), el Norte respondió anulando el acuerdo en su totalidad.

Al replantear su relación con Corea del Sur, la RPDC ha apuntado no solo al gobierno actual, sino también a los liberales tradicionalmente más moderados. En un ataque calibrado el 3 de enero, la hermana del líder norcoreano, Kim Yo-jong, acusó al “inteligente y astuto” expresidente Moon de estar más comprometido con la alianza con Estados Unidos que con las relaciones intercoreanas, incluso mientras dialogaba con Pyongyang en 2018-2019.

 

Costes y beneficios para la RPDC

La nueva política intercoreana tiene varios atractivos para el régimen norcoreano. A nivel interno, al hacer hincapié en la amenaza que supone un Sur hostil, Kim desvía la atención pública de los problemas económicos que plantea su mala gestión de la pandemia: al cerrar por la fuerza las fronteras de la nación, ahogó casi todas las exportaciones comerciales, lo que provocó no solo una escasez generalizada de alimentos y otros productos básicos en todo el país, sino también la caída de los ingresos de grupos políticamente importantes en la capital norcoreana.

Y lo que es igualmente importante, la nueva política refuerza sus esfuerzos por controlar y limitar la influencia cultural y política surcoreana en Corea del Norte. Durante los últimos 30 años, la cultura pop surcoreana –principalmente K-pop, telenovelas y películas– se ha abierto camino en Corea del Norte, desafiando el control del régimen sobre la información. Pyongyang ha intentado detener el flujo de estos contenidos a través de sus fronteras, pero con un éxito limitado. La pandemia de coronavirus ofreció la oportunidad de intentarlo de nuevo. Al detener el comercio transfronterizo y desviar fondos para endurecer la frontera del país con China mediante vallas, personal y focos adicionales, Kim aprovechó una oportunidad para reducir las influencias culturales de Seúl, que ayudan a preservar la narrativa legitimadora del régimen y a mantener el control ideológico. La promulgación de la extraordinariamente amplia Ley de la RPDC sobre el Rechazo de la Ideología y la Cultura Reaccionarias en 2020 (ampliada y reforzada en 2022) reforzó la estricta postura aislacionista de Corea del Norte durante los años de la pandemia. En este sentido, el nuevo pivote de Kim es un reflejo institucional de una tendencia que lleva varios años en marcha.

Es probable que el calendario electoral internacional también influya en el pensamiento de Kim. Los surcoreanos acuden a las urnas para las elecciones legislativas en abril y los votantes estadounidenses elegirán a su próximo presidente en noviembre. Al cortar los canales de comunicación transfronterizos y demoler monumentos, Corea del Norte pretende crear entre el electorado surcoreano la sensación de que la administración conservadora de Seúl está llevando a la península en dirección a la guerra. También puede estar tratando de presionar a los liberales de la oposición para que sean menos deferentes con Estados Unidos la próxima vez que lleguen al poder. Sin embargo, es poco probable que esta táctica influya en los votantes, que se han vuelto indiferentes a las tácticas norcoreanas de este tipo. Kim también puede estar jugando con la seguridad nacional en Washington, con la esperanza de que al aumentar la percepción de amenaza, Corea del Norte pueda obtener más atención (y con ello posicionarse para diversas concesiones políticas y económicas) de lo que ha sido el caso hasta ahora bajo la administración del presidente Joe Biden.

 

«Repudiar la visión de Kim Il-sung de una Corea unida podría suscitar dudas entre los norcoreanos sobre los principios fundamentales que contribuyen a cohesionar el país»

 

Sean cuales sean los beneficios que Kim espere obtener de este giro, también conlleva ciertos riesgos, especialmente a nivel interno. Los recientes anuncios equivalen a un rechazo explícito de la posición establecida por su abuelo Kim Il-sung, el líder fundador de Corea del Norte. El legado de Kim Il-sung es la base de la legitimidad política de la familia Kim. Repudiar la visión de Kim Il-sung de una Corea unida podría suscitar dudas entre los norcoreanos sobre los principios fundamentales que contribuyen a cohesionar el país bajo una misma ideología. Dicho esto, sería extraordinariamente difícil que alguien actuara ante estas cuestiones, dado lo férreamente que el régimencontrola el país.

El pivote de Kim solo puede congelar aún más cualquier esfuerzo por diversificar los socios externos de la RPDC con el fin de compensar su excesiva dependencia económica de China. Desde la década de 1990, Corea del Norte ha intentado aprovechar la mejora de sus relaciones con Corea del Sur para obtener concesiones de Estados Unidos . Kim niega ahora tener interés alguno en establecer relaciones con Washington. También significa que Corea del Norte tiene pocas alternativas económicas atractivas para Pekín. El actual acercamiento a Rusia tiene sus ventajas en la esfera militar y en el Consejo de Seguridad de la ONU, y el Lejano Oriente ruso es un destino prometedor para la mano de obra inmigrante norcoreana. Sin embargo, Rusia es demasiado débil económicamente para desempeñar el papel de benefactor económico de Corea del Norte. Por tanto, a Pyongyang solo le quedan sus enemigos –Japón, Corea del Sur y Estados Unidos– como opciones de diversificación plausibles.

 

Nuevas alineaciones, nuevas oportunidades, nuevos riesgos

La nueva postura intercoreana de Pyongyang debe interpretarse en el contexto más amplio de los acontecimientos y realineamientos geopolíticos mundiales, que favorecen al régimen.

La competencia estratégica entre Estados Unidos y China y la guerra de Rusia en Ucrania significan que las tres grandes potencias están menos dispuestas a intentar presionar a Corea del Norte, lo que crea un espacio para decisiones audaces y un menor riesgo de reacción. Por su parte, Estados Unidos ha tratado claramente de restar importancia a la RPDC durante todo el mandato de Biden, presumiblemente porque no tiene estómago para otra crisis, y mucho menos para una en la que puede hacer poco para solucionarla. En cuanto a Moscú y Pekín, dadas sus disputas con Washington sobre Ucrania y Taiwán, entre otras cosas, ninguno de los dos parece dispuesto a apoyar nuevas medidas punitivas contra Pyongyang en el Consejo de Seguridad de la ONU.

De hecho, en la coyuntura actual, ni China ni Rusia se inclinan siquiera por aplicar las sanciones vigentes de la ONU a Corea del Norte. Sus respectivas relaciones con Pyongyang parecen tender hacia una mayor cooperación, no hacia una menor. En honor del 75 aniversario de las relaciones bilaterales, Pekín y Pyongyang han declarado 2024 como el Año de la Amistad entre China y la RPDC, afirmando que “seguirán promoviendo los intercambios en todos los campos, incluidos la política, la economía y la cultura”.

Mientras tanto, Rusia está intentando reducir, y quizá eliminar, el papel del Grupo de Expertos de la ONU que recopila pruebas de las violaciones de las sanciones por parte de Corea del Norte, lo que no es de extrañar si se tiene en cuenta que el presidente ruso, Vladimir Putin, no solo está comprando municiones norcoreanas a granel para la guerra de Ucrania, sino que también apoya el programa de satélites de Corea del Norte (lo que, con toda probabilidad, significa apoyar sus desarrollos de misiles balísticos de largo alcance sancionados, aunque sea indirectamente). En febrero, Rusia se convirtió en el primer país en reanudar el turismo a Corea del Norte, y puede que esté dispuesta a aumentar el comercio a través del remoto norcoreano  puerto  de  Rason. Kim recibió recientemente un automóvil de fabricación rusa como símbolo de la relación especial entre ambos líderes.

 

«Hay pocos indicios de que la probabilidad de guerra a corto plazo esté aumentando»

 

En cuanto a si estos cambios de alineación y la nueva postura del Norte hacia el Sur auguran mayores riesgos de conflicto en la península, hay pocos indicios de que la probabilidad de guerra a corto plazo esté aumentando, solo sea porque la disuasión mutua es bastante fuerte. Pero tampoco parece probable que la crisis de seguridad de la península vaya a remitir. Al fin y al cabo, los objetivos globales de Pyongyang siguen siendo la preservación del régimen y el dominio de la política de la península coreana. Ambos objetivos siguen conllevando el riesgo de violencia, al igual que la propensión del Norte a utilizar agresivas contra el Sur para promover la cohesión política interna. Estos riesgos se ven agravados por la falta de comunicación transfronteriza y la persistencia de actividades “provocadoras”, como las pruebas de misiles de la RPDC y las maniobras militares periódicas de Estados Unidos y Corea del Sur.

A largo plazo, las tendencias son preocupantes. Los avances militares norcoreanos, en particular, pueden fomentar una gran inestabilidad en la península y en la región. Entre ellos se encuentran el ensayo con éxito de combustible sólido para sus misiles de largo alcance, una tecnología que dota a su arsenal de mayor velocidad y flexibilidad; la producción de cabezas nucleares miniaturizadas (aún no probadas); y el desarrollo de múltiples vehículos de reentrada con objetivos independientes que complicarán enormemente los esfuerzos aliados de defensa antimisiles.

A medida que el arsenal de la RPDC aumente en sofisticación y letalidad, también lo harán los riesgos que conlleva. Entre ellos, la proliferación nuclear y no nuclear entre actores estatales y no estatales, e incluso accidentes nucleares en la empobrecida Corea del Norte. La disuasión y la contención pueden ser las mejores herramientas para gestionar estos riesgos en la actualidad, pero a largo plazo se verán sometidas a una presión cada vez mayor; en algún momento será necesario volver a la diplomacia. Es difícil imaginar cómo podría ocurrir, pero no es demasiado pronto para que Washington y Seúl reflexionen tranquilamente sobre ello, incluso en un momento en el que esa perspectiva parece más lejana de lo que lo ha sido en años.

Este artículo ha sido traducido del inglés de la web de International Crisis Group.

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