Las disciplinas que se han ocupado, a lo largo de la historia, de estudiar los fenómenos internacionales son numerosas: Historia, Derecho Internacional, Diplomacia… Y así fue hasta el 30 de mayo de 1919, cuando asistimos al nacimiento de las Relaciones Internacionales propiamente dichas, disciplina que emerge para solventar una necesidad científica de la sociedad internacional.
La Conferencia de Paz de París de 1919, celebrada tras la Primera Guerra Mundial, reunió en la capital francesa a numerosos académicos y expertos de la materia. Treinta y siete de ellos, británicos y estadounidenses, aprovecharon la ocasión para discutir sobre la creación de un instituto de estudios internacionales cuyo objetivo principal fuera evitar futuras guerras. Resultó ser el primer paso hacia la institucionalización de las Relaciones Internacionales. Un año después se crearía en Londres el British Institute of International Affairs, más conocido como Chatham House. Y en 1921 nacería en Nueva York el Council on Foreign Relations, organización hermanada con el primera.
La realidad internacional precisaba, desde hacía años, de una disciplina integral que explicara y analizara los complejos problemas globales, y fuera capaz de proponer soluciones. Hasta ese preciso momento, esta tarea había sido afrontada de manera sumaria por otras doctrinas, cada una de las cuales hizo, en diferentes tiempos históricos, importantes contribuciones a la posterior constitución de las Relaciones Internacionales.
En un primer momento, la protagonista fue la Historia Internacional, con la Paz de Westfalia y la constitución de los Estados modernos en Europa como acontecimiento representativo. Luego le llegó el turno al Derecho Internacional, atento a la formalidad del sistema internacional, regulado por leyes que a su vez recogían las pretensiones de los Estados modernos. Esta ciencia social planteó la cuestión, por primera vez, en términos globales, recogiendo de la anterior disciplina al Estado como actor omnipresente. Por último, la Diplomacia aportó una perspectiva sociológica y jurídica que ayudó a superar la concepción del Estado como único actor de la esfera internacional. La clave de esta disciplina, sin embargo, reside en la explicación de cómo le corps diplomatique terminaba identificando intereses comunes entre los diferentes Estados. La firma de tratados terminó siendo una escena cotidiana, que derivó en la creación de las primeras instituciones multilaterales, entre las que destacó el Congreso de Viena de 1815. Se asumía, por tanto, la existencia de un ente global sobre el cual un conjunto de Estados actuaba.
A pesar de los esfuerzos de estas tres disciplinas por estudiar y explicar los fenómenos internacionales, la irrupción de nuevas ideologías y marcos intelectuales, el derrumbe de la estabilidad y la homogeneidad propios de la sociedad internacional del Ancien Régime, todo ello mostró el abismo entre la norma jurídica internacional y las vicisitudes de las sociedades. De ahí la necesidad de una nueva disciplina científica, que se materializaría en 1919. El proceso de elevar las Relaciones Internacionales a la categoría de ciencia culmina en la década de los treinta. Sin embargo, hasta la posguerra la disciplina no empezará a desarrollar una verdadera indagación teórica, auspiciada por la evolución de la sociedad internacional, las armas nucleares, la bipolarización, la descolonización, entre otros fenómenos. La teoría realista será la primera en dotar a las Relaciones Internacionales de los rasgos que la definirán como ciencia.
Como toda doctrina, las Relaciones Internacionales son un elemento vivo, que muta y se transforma; está en constante cambio. Sus estudiosos han formulado diferentes teorías y paradigmas con los que explican, o tratan de explicar, los fenómenos globales. La sociedad internacional actual dista considerablemente de la de principios del siglo XX: la globalización, las interdependencias, la pluralidad de tipos y cantidades de actores no estatales, las “nuevas guerras”, etcétera, son algunos de los factores que distorsionan, en el presente, su comprensión. Por suerte, las Relaciones Internacionales, una ciencia “joven” que ha sido capaz de desarrollar en un siglo un amplio espectro de interpretaciones, sigue en su empeño de explicar cualquier recóndito e inusual desafío internacional.
Larga vida a las RRII.