En noviembre de 2012, durante la operación Pilar Defensivo en la franja de Gaza, los dirigentes israelíes recibieron una fuerte presión por parte de los países árabes para detener aquella campaña militar. Después de ocho días de guerra y negociaciones, con la mediación de Egipto, las partes en conflicto, Israel y Hamás, acordaron un alto el fuego. De inmediato, ambos se proclamaron ganadores de esa penúltima batalla.
Dos años después, una vez asentado el polvo de la batalla, será difícil para Hamás proclamarse vencedor. Pierde en Gaza, pero sobre todo pierde en el escenario regional. El mapa de alianzas en Oriente Próximo ha cambiado sustancialmente. Los movimientos islamistas (la marea verde) aupados al poder por la primavera árabe, defensores de la causa palestina, languidecen, sobre todo en Egipto. En estos momentos, Israel cuenta con más apoyos regionales que en 2012.
Tras el golpe de Estado que expulsó a los Hermanos Musulmanes del poder en Egipto, este país ha liderado una coalición de países árabes –que incluye Jordania, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos (EAU)– alineada con Israel en su lucha contra Hamás. El régimen de Abdelfatah al Sisi ve a los islamistas palestinos como una extensión de la Hermandad que derrocó en julio de 2013. Desde entonces, Egipto ha cerrado los túneles que abastecían a la Franja de armas, víveres, combustibles y materiales de construcción y por los que Hamás cobraba impuestos con los que pagaba a su administración civil.
“El miedo y la aversión de los países árabes al islam político son tan fuertes que pesan más que su alergia hacia Benjamin Netanyahu”, explica Aaron Miller, experto del Wilson Center. “Para los halcones israelíes, este cambio en los países árabes ha sido relativamente liberador”, señala David Kirkpatrick en The New York Times.
La pérdida relativa de impulso de Catar y Turquía también beneficia a Israel y perjudica a Hamás. Otrora ganadores claros de la primavera árabe, la mutación de esta a invierno ha enfriado sus expectativas de liderazgo regional. Tomemos el caso de Catar, un pequeño Estado que no esconde sus grandes ambiciones. Como explica Bilal Saab, del Atlantic Council, la política exterior catarí está claramente motivada por la creencia de que en estos momentos, cuando la influencia de potencias regionales tradicionales –Egipto y Arabia Saudí– está en declive, puede recortar distancia o, incluso, sobrepasarlas. “El objetivo de Catar ha sido respaldar y financiar el auge del islam político (específicamente, Hermanos Musulmanes y afiliados), que ve como la mayor y más profunda fuerza política en la región, y así aumentar su propia influencia”, afirma Saab.
Poco después del estallido de la guerra civil en Siria, Khaled Meshal, líder político de Hamás, abandonó Damasco, donde había sido huésped del gobierno de Bachar el Asad, para establecerse en Doha. Desde ahí ha seguido coordinando, con la guía y consejo de los dirigentes cataríes, las actividades militares y políticas de Hamás en Gaza.
Con la operación Margen Protector en marcha, Catar consideró que debía dar un paso adelante, arrebatándole a Egipto su papel tradicional de mediador. Se piensa que detrás del rechazo de Hamás a una de las primeras propuestas de tregua estaba Catar, que pensaba que podía conseguir un mejor acuerdo. Las propuestas cataríes de mediación en el conflicto, sin embargo, fueron rechazadas, en favor de las de Egipto. Se especula con que Arabia Saudí amenazó a Catar con cerrar la frontera compartida y suspender su pertenencia al Consejo de Cooperación del Golfo.
Hamás y sus aliados lo tendrán difícil, esta vez, para proclamarse vencedores. Al menos, política y militarmente. En el frente de la opinión pública internacional a Israel le resultará difícil, a su vez, clamar victoria. Sobre todo, en el delicado terreno de juego de Estados Unidos. “A medida que América se vuelva menos nacionalista, menos militarista, menos religiosa y menos inclinada a considerar su propia cultura como superior, se volverá menos empática con un gobierno israelí definido exactamente por esas características”, escribe Peter Beinart en Haaretz.
Mientras las alianzas en Oriente Próximo juegan a las damas, Israel se frota las manos y mueve ficha.
Palestina, por no tener, no tiene ni tablero.
[…] y semejanza. Todo ello se lograría gracias a una serie de organizaciones y personalidades del islamismo político agradecidas a Catar por su inestimable ayuda. Incluso si estos hipotéticos regímenes acabaran por […]